San Pablo muestra el amor de Jesús hasta el extremo

En la conferencia presentada por el padre Enzo Bianchi en la basílica de San Pablo Extramuros

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ROMA, miércoles 25 de marzo de 2009 (ZENIT.org).- Como, «una de las confesiones de fe más altas y profundas de todo el Nuevo Testamento», así definió el padre Enzo Bianchi, prior de la Comunidad de Bose, el conocido Himno Cristológico, incluido en la carta de San Pablo a los Filipenses.

La afirmación la realizó el pasado lunes dentro de la catequesis denominada «San Pablo quien habla» que se efectúa cada mes en la basílica San Pablo Extramuros, con motivo del Año Paulino. Esta vez dedicada a la carta a los Filipenses.

El exegeta aseguró que Pablo en esta carta muestra «haber estado aferrado a Cristo, conquistado por Cristo, quien hizo de él un misionero, un apóstol por excelencia. Sintiéndose en una relación de siervo, en lo que respecta a quien llama «el Señor», «mi Señor».

Dios hecho hombre por amor

Enzo Bianchi centró su plática en el pasaje del segundo capítulo de la carta a los Filipenses (versículos 5 – 11), que habla del proceso de «abajamiento» y del deseo de Dios de hacerse uno de nosotros haciéndose obediente «hasta la muerte y muerte de cruz» para que «al nombre de Dios toda rodilla se doble».

Aseguró que la riqueza del himno cristológico consiste en que «canta en síntesis todo el itinerario recorrido por Cristo. Resume toda su vida, la encarnación, la vida terrena, la muerte en cruz, el enaltecimiento de la Gloria»

Y señaló que en este texto del Nuevo Testamento está contenido «no sólo el recorrido de la humanización de Dios sino también el estilo de este recorrido. La kénosis«, que quiere decir  «el abajamiento de sí mismo y luego el ensalzamiento de toda la humanidad».

El prior de la comunidad de Bosse, indicó que «en el paganismo se narraban mitos de la encarnación de los dioses. Los faraones en toda su potencia eran vistos como la encarnación del dios sol», pero en cambio «el cristianismo, que es la encarnación hasta el abajamiento de quien es Dios, éste se convierte en esclavo. La Palabra de Dios, el logos, en la encarnación ha debido vaciarse de sí mismo para resistir entre nosotros y con nosotros».

Señaló también que Dios «ha hecho un paréntesis en su forma divina para poder resistir como hombre totalmente como nosotros», e indicó que este himno, «no narra la historia en línea recta de los sucesos o de los eventos sino que resalta de lo alto a lo bajo y luego de lo bajo a lo alto».

Indicó el exégeta que Dios, «no podía mantener una condición divina sin compartirla. Sin probar el deseo que también los hombres participaban en la condición divina».

Resaltó también cómo Dios, al hacerse hombre, «ha aceptado la muerte, la condición limitada, nuestra carne. Era santo tres veces, ha aceptado ser tentado por el diablo en su carne humana».

Y recalcó que, «si es verdad que el pecado marca al hombre, es verdad que Cristo ha querido hacerse hombre, no ha cometido ningún pecado, pero ha sido probado en todas las tentaciones».

«He aquí hasta dónde el hijo ha debido andar. Se ha hecho hombre, ha sido reconocido como hijo de José y de María», señaló.

Dijo que el punto más bajo de este himno es cuando san Pablo se refiere a la cruz, recordando que ésta era la muerte más humillante en aquella época, pero que la cruz «no es el resultado de una casualidad o de una fatalidad» sino más bien «el éxito de una vida vivida en la justicia y en el amor».

El exégeta concluyó diciendo que, por ello, delante de Jesús  «todos los hombres doblan sus rodillas» y aseguró que, por ello, «Jesucristo, es el Señor del universo, Jesucristo también mi Señor».

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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