NUEVA YORK, miércoles, 1 julio 2009 (ZENIT .org).- Es necesario encontrar una vía de desarrollo sostenible para los países pobres.
Lo afirmó el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU en Nueva York, el arzobispo Celestino Migliore, en su intervención el 26 de junio pasado ante la Conferencia sobre la crisis financiera y económica mundial y su impacto sobre el desarrollo, según informa L’Osservatore Romano en su edición diaria en italiano de este miércoles.
El representante vaticano dijo que no se debe olvidar que “son los pobres, tanto en los países desarrollados como en aquellos en vías de desarrollo, quienes sufren mayormente y son menos capaces de defenderse del impacto de esta crisis”.
Recordó que la pérdida de puestos de trabajo en los países desarrollados y la carencia de acceso a un empleo, al alimento, a la asistencia sanitaria de base y a las estructuras educativas en los países en vías de desarrollo, “son una triste realidad cotidiana”.
El observador permanente citó datos del Banco Mundial que estiman que otros 55-90 millones de personas se encontrarán en situación de pobreza extrema en 2009, especialmente mujeres y niños.
Y se teme que este año el número de personas que sufren hambre crónica supere los mil millones.
Por tanto, para la Santa Sede, “está en primer lugar el fuerte compromiso moral de afrontar estas disparidades sociales y económicas que se están acentuando y que minan la dignidad fundamental de muchos habitantes de la tierra”.
Al mismo tiempo, recordó, las instituciones de la Iglesia han aprovechado esta coyuntura para promover nuevas estructuras de solidaridad y para animar a una nueva orientación de los sistemas financieros hacia los principios de la justicia, la solidaridad y la subsidiariedad.
Dada la vulnerabilidad de muchos pobres del mundo, el observador vaticano dijo apoyar “propuestas avanzadas para tutelarles a través de medidas de estabilización a corto plazo” y “medidas a largo plazo para asegurar los flujos financieros sostenibles y reducir las posibilidades de una nueva crisis”.
Dijo que las medidas a corto plazo deben concentrarse en los medios capaces de dar una ayuda tangible a las personas más necesitadas.
Las medidas a largo plazo deberían centrarse en acciones que mantengan la sostenibilidad, señaló.
El representante vaticano valoró positivamente los compromisos asumidos en la cumbre del G20 en Londres pero lamentó que sólo una pequeña parte de estas ayudas ha sido destinada a los países en vías de desarrollo más pobres.
Por tanto, dijo, “aún es fundamental destinar una ayuda financiera adecuada a estos países”.
Consciente de la dimensión humana y social de esta crisis global, afirmó apoyar “las medidas encaminadas a reforzar la seguridad alimentaria, el apoyo de los gastos sociales y, más en general, un gasto público que ponga en el centro a las personas”.
Añadió que la crisis no debe servir de pretexto para olvidar las cuestiones preocupantes y los compromisos asumidos.
Recordó que en la Conferencia de Doha se subrayó “la importancia de reafirmar el principio de un desarrollo financiero sostenible y de asegurar una vía de desarrollo sostenible para todos los países en vías de desarrollo”.
Concretamente, “la eliminación de los subsidios a las exportaciones agrícolas es una medida que puede suponer notables beneficios a los países en vías de desarrollo muy pobres”, dijo.
Apoyó una reglamentación que permita la transparencia global y prevenga la repetición de esta crisis en el futuro.
Subrayó que “en la base de la actual crisis económica está una ideología que pone al individuo y los deseos individuales en el centro de todas las decisiones económicas”.
“Esta visión del mundo ha creado una sociedad en la que los beneficios económicos y personales a corto plazo se realizan a costa de los otros y tienen el efecto de producir un individualismo que no reconoce los derechos y las responsabilidades compartidos, necesarios para crear una sociedad que respete la dignidad de todas las personas”, declaró.
Destacó la necesidad de “dar prioridad a los países más pobres en este tiempo de crisis y de adoptar un enfoque ético en el campo económico por parte de cuantos actúan en los mercados internacionales, en el ámbito político por parte de cuantos desempeñan una función pública, y permitir una participación que incluya a todos los miembros de la sociedad civil”.
Y concluyó: “Sólo adoptando semejante enfoque será posible realizar una solidaridad global auténtica”.
Por Nieves San Martín