CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI pidió este miércoles una revisión urgente de las estructuras sociales y económicas mundiales en orden al bien común de la humanidad al presentar personalmente su encíclica «Caritas in veritate«, publicada en la víspera.
El Papa llamó en particular la atención sobre «el drama del hambre y de la seguridad alimentaria, que afecta a una parte considerable de la humanidad. Un drama de tales dimensiones interpela a nuestra conciencia: es necesario afrontarlo con decisión, eliminando las causas estructurales que lo provocan y promoviendo el desarrollo agrícola de los países más pobres».
En este sentido, pidió a los fieles cristianos rezar «por los jefes de Estado y de Gobierno del G8 que se reúnen en estos días en L’Aquila».
«Que de esta importante cumbre mundial broten decisiones y orientaciones útiles para el verdadero progreso de todos los pueblos, especialmente de los más pobres», auguró.
Después de que este martes se diera a conocer a la opinión pública su tercera encíclica, dedicada a la justicia social, el mismo pontífice quiso ilustrarla algunas de sus ideas centrales a los miles de peregrinos de los cinco continentes congregados en el Aula Pablo VI del Vaticano.
«Se ama tanto más eficazmente al prójimo cuanto más se trabaja por el bien común. Por tanto, dos son los criterios operativos, la justicia y el bien común; gracias a éste último, la caridad adquiere una dimensión social», explicó. Por tanto, «solo con la caridad, iluminada por la razón y por la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo dotados de validez humana y humanizadora».
Esta encíclica enlaza con la enseñanza de la «Populorum progressio», que Benedicto XVI definió como «piedra angular de la enseñanza social de la Iglesia», en la que se trazan «algunas líneas decisivas, y siempre actuales, para el desarrollo integral del hombre y del mundo moderno».
«La situación mundial, como ampliamente demuestra la crónica de los últimos meses, sigue presentando no pocos problemas y el escándalo de desigualdades clamorosas, que permanecen a pesar de los compromisos adoptados en el pasado», afirmó en referencia particular a la crisis económica y financiera global.
En este sentido, advirtió, urge una reforma del sistema económico y social «que no puede demorarse por más tiempo para superar la brecha en el desarrollo de los pueblos».
«El fenómeno de la globalización puede, en este sentido, constituir una oportunidad real, pero por esto es importante que se acometa una profunda renovación moral y cultural y un discernimiento responsable sobre las elecciones que hay que realizar para el bien común», añadió.
Líderes responsables
El Papa aseguró que «un futuro mejor para todos es posible, si se funda en el descubrimiento de los valores éticos fundamentales. Es necesaria por tanto una nueva proyección económica que vuelva a diseñar el desarrollo de forma global, basándose en el fundamento ético de la responsabilidad ante Dios y ante el ser humano como criatura de Dios».
Esta nueva aportación del magisterio social de la Iglesia pretende, explicó el Papa, «recordar los grandes principios que se revelan indispensables para construir el desarrollo humano en los próximos años».
Entre estos, señaló como fundamentales el respeto a la vida y a la libertad religiosa, y sobre todo «el rechazo de una visión prometeica del ser humano, que lo considere artífice absoluto de su propio destino».
En la situación actual, afirmó el Papa, «se necesitan hombres rectos tanto en la política cuanto en la economía, que estén sinceramente atentos al bien común».
En este sentido, el Papa apeló a la participación de todos en la vida política, especialmente a los hombres de Estado y a los medios de comunicación.
Sobre todo, pidió a los líderes económicos y sociales que se profesan cristianos, para que «adviertan cuán importante es la coherencia de su testimonio evangélico en el servicio que hacen a la sociedad».
«Se impone por parte de todos una seria reflexión sobre el sentido mismo de la economía y sobre sus finalidades. Lo exige el estado de salud ecológica del planeta; lo pide la crisis cultural y moral del hombre que surge con evidencia en cada lugar del globo».
La economía, añadió el Papa, «tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; necesita recuperar la importante contribución del principio de gratuidad y de la lógica del don en la economía de mercado, en el que la regla no puede ser el provecho propio».
«Pero esto sólo es posible únicamente gracias al compromiso de todos, economistas y políticos, productores y consumidores, y presupone una formación de las conciencias que dé fuerza a los criterios morales en la elaboración de los proyectos políticos y económicos», añadió.
Es necesario «un estilo diverso de vida por parte de toda la humanidad, en el que los deberes de cada uno hacia el ambiente se unan a aquellos hacia la persona considerada en sí misma y en relación con los demás».
Otra de las necesidades urgentes, añadió, es la de «una Autoridad política mundial regulada por el derecho, que se atenga a los mencionados principios de subsidiariedad y solidaridad y que esté firmemente orientada por la realización del bien común, en el respeto de las grandes tradiciones morales y religiosas de la humanidad».
La humanidad «es una sola familia y el diálogo fecundo entre fe y razón no puede más que enriquecerla, haciendo más eficaz la obra de la caridad en lo social, y constituye el marco apropiado para incentivar la colaboración entre creyentes y no creyentes, en la perspectiva compartida de trabajar por la justicia y la paz en el mundo».
No sólo lo material
En este sentido, el Papa insistió en la importancia de que no se contemplen solamente las necesidades materiales del hombre, sino también sus necesidades de orden espiritual, y especialmente, la necesidad de libertad religiosa.
«El Evangelio nos recuerda que no sólo de pan vive el hombre: no sólo con bienes materiales se puede satisfacer la profunda sed de su corazón», advirtió. «Todo programa de desarrollo debe tener presente, junto a lo material, el crecimiento espiritual de la persona humana, que está dotada
de alma y cuerpo».
Este, concluyó, «es el desarrollo integral, al que constantemente se refiere la doctrina social de la Iglesia, desarrollo que tiene su criterio orientador en la fuerza propulsora de la caridad en la verdad».
[Por Inma Álvarez]