MADRID, jueves 9 de julio de 2009 (ZENIT.org).- La nueva encíclica del Papa no puede ser leída en clave económica ni en clave política, pues se caería en el reduccionismo; debe leerse en clave antropológica y en clave teológica.
Lo indicó la profesora de la Universidad Pontificia de Salamanca en Madrid María Teresa Compte Grau, durante la presentación de la encíclica que tuvo lugar este miércoles en la sede de la Conferencia Episcopal Española, en Madrid.
«La cuestión social se ha convertido en una cuestión antropológica, lo que nos invita a preguntarnos por el hombre, a superar el reduccionismo psicológico para redescubrir la dimensión espiritual del ser humano», declaró.
Para Compte, «la propuesta de la encíclica es un humanismo cristiano cuyo centro es Dios».
En ese humanismo propuesto por Benedicto XVI, «el hombre reconoce y acepta que, para desarrollarse como tal, necesita unas condiciones sociales que le permitan desenvolverse en toda su integridad, en todas sus dimensiones».
También habló de este tema el portavoz de la CEE, monseñor Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de Madrid, en la rueda de prensa de presentación.
Para el prelado, en la propuesta que hace el Papa, «la cuestión fundamental es si el hombre es un producto de sí mismo o si está en dependencia de Dios».
«Si el ser humano fuera un producto de sí mismo, el progreso consistiría en hacer cosas, en la victoria de la técnica», dijo.
Y añadió: «Pero si depende de Dios, el progreso es una vocación; el ser humano está llamado a ser más, al progreso completo, porque ha escuchado la llamada de Dios».
«Ahí radica el verdadero humanismo –sintetizó–. Sin vida eterna, que es la vocación del ser humano, no hay progreso».
Monseñor Martínez Camino se refirió también a la ley moral natural de la que el Papa habla en su encíclica.
Advirtió que no debe confundirse con las leyes de la naturaleza, las leyes físicas, sino que «responde a la gramática de la naturaleza humana en la que se expresa el lenguaje divino».
«Ahí está la base de la dignidad del hombre -resumió-. Por eso, los derechos del hombre no pueden fundamentarse sólo en las deliberaciones de una asamblea de ciudadanos».
El prelado también recogió la indicación del Santo Padre según la cual «no habrá respeto al medio ambiente si no se cultiva la ecología humana en la familia y en la escuela de acuerdo a la verdadera naturaleza del ser humano».
Globalización
<p>Enmarcando la encíclica social en la historia de la doctrina social de la Iglesia, monseñor Martínez Camino afirmó que «Caritas in veritate» es un «homenaje a Pablo VI, autor de la «Populorum Progressio», que debe ser considerada como la «Rerum novarum» de nuestro tiempo».
El prelado afirmó que «el diágnóstico de Pablo VI sigue siendo válido», y Benedicto XVI «lo amplia a la nueva situación mundial, de mayor proximidad y unidad».
«Todo está más cerca; se habla de deslocalización de los mercados, de globalización, pero la mayor relación entre todos los hombres en el mundo no es siempre igual a una mayor cercanía en la solidaridad –explicó–. Éste es el diagnóstico y el desafío».
El prelado destacó que, según explica Benedicto XVI en el texto, «la nueva coyuntura global ofrece nuevas posibilidades que no han sido aprovechadas hasta ahora».
«La encíclica se plantea como una ayuda para un necesario y exigible replanteamiento de las estructuras económicas y sociales en el mundo, que está pendiente», aseguró.
Monseñor Martínez Camino señaló cómo el Papa apunta al relativismo físico y moral como base de las contradicciones del sistema actual.
Contradicciones que hacen que por un lado se reivindiquen presuntos derechos y se pretende que las instituciones públicas los promuevan, mientras que hay derechos fundamentales, como el derecho a comer o al trabajo, que se vulneran en gran parte de la humanidad, denunció.
Como ya apuntó Pablo VI y confirma ahora Benedicto XVI, dijo el obispo español, «la causa más fundamental de la injusticia no es de orden material; la más radical es la falta de fraternidad entre los hombres».
La razón por sí sola es capaz de establecer una convivencia entre los hombres, pero la hermandad únicamente nace de una vocación trascendente de Dios Padre, el primero que nos ha enseñado lo que es la caridad fraterna, dijo el prelado remitiéndose a la encíclica.
«Sin fraternidad no hay desarrollo humano –dijo en otro momento–. Excluyendo a Dios de las relaciones humanas, no se puede entender al ser humano ni el desarrollo».
En este sentido, la profesora Compte indicó que la relación de fraternidad que une a los hombres «es la razón del compromiso social y público del cristianismo».
Y destacó una afirmación de la encíclica: «La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia».
Señaló que «esta verdad tiene una dimensión práctica que se concreta en dos principios que orientan la doctrina social de la Iglesia: la justicia y el bien común».
La «justicia entendida no sólo como dar al hombre lo que merece en función de lo que da, sino darle lo que les es debido por el simple hecho de serlo».
Y el bien común entendido como el resultado de un desarrollo libre, sin trabas, del hombre, de todos los hombres en condiciones ambientales, materiales y espirituales que le permitan llegar a ser lo que está llamado a ser, explicó.
Para la profesora, el Papa ha escrito la encíclica para responder a un hombre que vive en una sociedad cada vez más compleja y tecnificada, fruto de la globalización y la acentuación de la interdependencia.