ROMA, martes 14 de julio de 2009 (ZENIT.org).- Desde Roma, España y Chile se han elevado reacciones de conmoción ante la noticia del asesinato del sacerdote español Mariano Arroyo Merino, de 74 años.
El párroco de la localidad habanera de Regla murió acuchillado en la madrugada del lunes, según informó el arzobispado de La Habana.
Radio Vaticano, en varias de sus ediciones en diferentes idiomas, ha dedicado amplio espacio a la noticia, recogiendo las reacciones de los parroquianos del sacerdote que han manifestado el aprecio que sentía por él la población.
En la capital de España, según ha explicado un comunicado del arzobispado de la archidiócesis, en la que el sacerdote estaba incardinado, "el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mª Rouco Varela, sus obispos auxiliares, y el clero diocesano, manifiestan su profundo dolor ante tan trágica pérdida, al tiempo que deploran las circunstancias de su muerte".
"Don Mariano Arroyo era un magnífico sacerdote, cercano a los pobres, hombre profundamente religioso, entregado a su ministerio, que ha dejado siempre una profunda huella evangélica en cuantos le conocieron", afirma el arzobispado de Madrid.
Mariano Arroyo había nacido en 1935 en la localidad cántabra de Cabezón de la Sal, y fue ordenado sacerdote, en 1960, en Comillas.
También el obispo de esa diócesis, Santander, monseñor Vicente Jiménez, por medio de una nota de prensa, ha manifestado su profundo dolor y el de la comunidad diocesana y "su más enérgica protesta".
El pastor de la Iglesia en Cantabria añade que "en estos momentos tristes, desde la fe se une en dolor humano, en la oración y en la esperanza cristiana a toda su familia, amigos y a la archidiócesis de San Cristóbal de La Habana, donde ejercía su ministerio este buen sacerdote entregado al servicio del Evangelio y de los más pobres, débiles y necesitados".
Ordenado sacerdote en 1960, partió en 1962 como misionero a Santiago de Chile, donde permaneció hasta 1968. Tras diez años en Madrid como párroco y formador del Seminario, regresó a Chile en 1980 para prestar servicio en varias parroquias de la diócesis de Copiapó, como Nuestra Señora del Rosario, San José Obrero, Las Canteras, San Francisco, y Santísima Trinidad, entre otras.
En recuerdo de los 17 años que pasó el padre Arroyo en Chile, este lunes se celebró por su eterno descanso una eucaristía en la catedral de Copiapó, presidida por el obispo, monseñor Gaspar Quintana.
El sacerdote desarrolló su trabajo misionero en América a través de la la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA).
Tanto en sus estancias en Chile como en la diócesis de San Cristóbal de la Habana (Cuba), siempre estuvo integrado en los respectivos presbiterios diocesanos y a disposición del obispo de la diócesis.
En Cuba, el cardenal de La Habana le fue encomendando diversas tareas pastorales: en 1998, párroco de Nuestra Señora del Pilar, y en diciembre de 2004, rector y párroco del Santuario Nacional de Nuestra Señora de Regla, donde ha permanecido hasta su muerte.
Asimismo, en La Habana ha sido asesor del Movimiento de Trabajadores Cristianos, y director del Instituto de ciencias religiosas "Padre Félix Varela".