LA HABANA, domingo, 19 de julio de (ZENIT.org).- En la mañana del viernes 17 de julio se celebró en la catedral de La Habana la misa de exequias de cuerpo presente por el padre Mariano Arroyo, sacerdote español que desde 2004 era rector y párroco del Santuario Nacional de Nuestra Señora de Regla en la arquidiócesis de La Habana y que en el amanecer del lunes 13 de julio fue hallado muerto en una de las habitaciones de su parroquia, víctima de un asesinato.
Según informa la arquidiócesis de La Habana (http://www.palabranueva.net), alrededor de dos mil personas, entre sacerdotes, religiosas, religiosas y laicos habaneros, participaron de la Santa Misa que presidió el cardenal Jaime Ortega, arzobispo de La Habana.
A la despedida del querido presbítero también asistieron diplomáticos españoles y un representante de la Oficina de Atención a Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.
En su homilía, visiblemente consternado, el cardenal Ortega calificó de horrible el asesinato perpetrado en la persona del padre Mariano Arroyo y aclaró que gracias a un minucioso y cualificado proceso investigativo «en pocas horas el ejecutor del hecho confesó su crimen», por lo que agradeció a los servicios policiales «su premura y eficiencia».
Ofreció también información relacionada con el asesinato del padre Eduardo de la Fuente ocurrido en febrero último. Al respecto aclaró que se había «logrado apresar a su ejecutor», quien confesó ser el autor del crimen. Dijo además, que este proceso, más complejo y demorado, «está actualmente sujeto a juicio» y aclaró que en aquella ocasión «los delincuentes ignoraban que habían matado a un sacerdote».
El cardenal Ortega desmintió cualquier significación religiosa y aún antiespañola que con matices políticos han atribuido al asesinato del padre Arroyo algunos medios de comunicación extranjeros, los que se han limitado a juzgar los sentimientos de un pueblo a partir de la acción de unos delincuentes o vulgares criminales. Dijo que el aprecio, la gratitud, el cariño y el no sentir nunca como extranjero a nadie, menos a un español, son los verdaderos sentimientos que se constatan en Cuba hacia los sacerdotes, ya sean cubanos o misioneros.
El padre Mariano Arroyo llegó a Cuba en 1997, en ese mismo año fue nombrado párroco de Nuestra Señora del Pilar, comunidad a la que asiste Arístides O’Farril, para quien Mariano pronto se reveló como un hombre sabio, afable y entregado a su ministerio con una fidelidad estricta a la esencia del Evangelio. «La zona pastoral donde se ubica El Pilar es mayoritariamente pobre y marginal, y él se preocupó por ayudar a la gente del barrio en la medida de sus posibilidades. Mi relación con él fue de una cálida amistad, que se tornó en admiración. Congeniamos en buena medida por el gusto por el cine. Siempre me decía ‘tengo que sacar un tiempo para ponerme al día con el buen cine’. Nunca lo hizo. Su celo pastoral se lo impedía. Pero con Mariano se podía hablar de cualquier cosa, de aspectos de la fe, de Cuba, de España, sobre política, sexualidad… Siempre encontraba respuesta sabia y abierta desde la perspectiva cristiana».
Rosa Pérez es profesora en el Instituto de Ciencias Religiosas Padre Félix Varela, que el padre Mariano Arroyo dirigió durante dos años. Él también fue su párroco en Regla. Era también su amigo. Al darle el último adiós, Rosa le evoca desde la bondad y la humildad que siempre identificó «al hombre bueno y al teólogo extraordinario». «Todo el que tenía algún contacto con él -precisa- se hacía mejor persona. Tenía una visión muy amplia de la vida, muy abierta, fue capaz de inculturarse muy bien en Cuba, en nuestras costumbres, nuestras condiciones, nuestra vida… ¿Por qué un hombre tan bueno ha recibido una final así? Para los culpables pido justicia, no venganza».
También Daniel Estévez, un joven de 22 años, le recuerda con admiración. «Primero fue el profesor de Filosofía, y pronto el amigo cercano. Tenía una confianza tan grande en Cristo, una fe tan fuerte y arraigada que contagiaba con su espíritu a quienes le escuchaban en una conferencia, le hablaban de tú a tú en un pasillo o se limitaban a mirarle en su trabajo pastoral. Recuerdo que en nuestra última conversación me dijo que había comprado el libro El Monte , quería estudiarlo, para conocer la experiencia del sincretismo religioso, y hacerles llegar a esas personas el mensaje de Cristo, pero desde la comprensión, la cercanía y el respeto».
Terminada la santa misa y entonando una canción a nuestra Virgen María, Cuba y su Iglesia dijeron adiós al querido padre Mariano Arroyo, confiados en que el Señor lo recibirá en su Reino, donde como dijera el arzobispo de La Habana «el amor que Él predicó y vivió triunfa definitivamente sobre el mal».
En horas de la tarde del 17 de julio, los restos del padre Mariano Arroyo fueron trasladados a España para recibir cristiana sepultura en su tierra natal de acuerdo con la voluntad de sus familiares.