TEPIC, lunes, 27 julio 2009 (ZENIT.org).- Alrededor de diez mil jóvenes participaron el décimo Congreso Nacional Juvenil Misionero (Conajum) de México, que se realizó del 23 al 26 de julio en la ciudad de Tepic.
Durante este evento, los jóvenes reflexionaron sobre su vocación misionera en campos concretos como la comunicación social, la pastoral, nueva evangelización, la madurez humana, la espiritualidad y la educación.
Provenían de diversas diócesis de México así como del sur de Estados Unidos y de algunos países latinoamericanos. Por medio de charlas, paneles y foros analizaron temas como la la formación, la familia, una cultura de la vida, la vocación, el fenómeno de la globalización, el cambio de época, los valores, la cristología, la eclesiología y el Espíritu Santo.
El evento comenzó con una marcha hacia de las instalaciones de la Feria de Nayarit, sede de este evento, a la Catedral principal de Tepic.
Con pancartas, banderas de las diferentes delegaciones, globos y cantos, los participantes del evento manifestaron su alegría por su encuentro con Cristo y por la experiencia de discipulado y misión, temas centrales en este congreso.
Cinco trailers, adaptados como carros alegóricos, decorados y con escenas que representaban los cinco continentes, abrían la marcha que durante una hora paralizó el tráfico de esta población mexicana.
La comitiva la encabezaban varios obispos, entre ellos monseñor Ricardo Watty, obispo de Tepic; monseñor Oscar Roberto Domínguez, de Tlapa; monseñor José Francisco González, auxiliar de Guadalajara y monseñor Alfonso Humberto Robles, Emérito de Tepic.
También estaban al frente de esta multitudinaria marcha cinco jóvenes cargando una cruz grande de madera y otros cuatro jóvenes cargando la imagen de la Virgen de Nuestra del Rosario de Talpa.
La marcha culminó con una fiesta al costado de la catedral en la que se presentaron bailes de la región que ofreció el Ballet Folklórico de Mezcaltitlán, música de banda, fuegos artificiales y momentos de alabanzas a Dios.
«Nuestra identidad católica, queridos jóvenes, es identidad misionera», dijo durante la homilía de la misa de apertura el arzobispo Christophe Pierre, nuncio apostólico del Papa en México.
«Sólo si se es misionero, se es católico, porque la Iglesia es, por naturaleza, misionera, y sus miembros, cada discípulo, es católico en la medida en que logre hacer que su corazón palpite con dimensión universal», aseguró el Nuncio.
Varios jóvenes dieron su testimonio en la página oficial del evento (http://conajumtepic.org). Entre ellos José Antonio Romero Leyva, de 20 años, proveniente de Puerto Vallarta, confiesa que al regresar a su casa espera que este congreso «me ayude a tomar las herramientas necesarias: la oración y la Palabra, para ser un buen misionero y seguidor de Cristo»
Misioneros alimentados por la Palabra
Según los testimonios de los participantes, en la escucha de la Palabra es en donde surge la vocación del Discípulo-Misionero. Una vocación que debe entenderse como «camino de confección permanente de nuestra propia vida, donde el misionero siempre está aprendiendo».
«Actualmente el mundo se encuentra cada vez mas deshumanizado»dice Mónica Cisneros, una de las participantes, proveniente de Querétaro.
«Parte de la formación que nos están compartiendo aquí nos va ayudar a implementar esa espiritualidad que hace falta en todos lados, desde la familia, hasta en la casa», aseguró la joven participante.
Jóvenes misioneros de los jóvenes
En la clausura, monseñor Ricardo Watty Urquidi, obispo de Tepic, explicó a los jóvenes que deben convertirse en los nuevos misioneros de Cristo, como pidieron los obispos en la V Conferencia General del Episcopado de América Latina y el Caribe celebrada en Aparecida (Brasil), en mayo de 2007.
«Necesitamos predicar, dejar de ser simples bautizados, desde Aparecida, los obispos decimos: hemos bautizado pero no evangelizado», afirmó en la homilía de la celebración eucarística de clausura.
«En Aparecida, los obispos reiteramos la opción por los jóvenes. Aun nos quedamos limitados por ustedes, ayúdennos a sus pastores a optar por los jóvenes como en Aparecida, para ayudarles a ustedes a ser discípulos de Jesús, para que lo escuchen y se enamoren».
«Jóvenes evangelizadores de los jóvenes, eso queremos los obispos», concluyó, afirmando que el espíritu que surgió de Aparecida debe convertirse en un nuevo Pentecostés.