CIUDAD DEL VATICANO, lunes 2 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado por el Papa este domingo durante el rezo del Ángelus, con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
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¡Queridos hermanos y hermanas!
Este domingo coincide con la solemnidad de Todos los Santos, que invita a la Iglesia peregrina sobre la tierra a pregustar la fiesta sin fin de la Comunidad celestial, y a reavivar la esperanza en la vida eterna. Transcurren este año 14 siglos desde que el Panteón -uno de los más antiguos y célebre monumentos romanos- fue destinado al culto cristiano y dedicado a la Virgen María y a todos los Mártires: “Sancta Maria ad Martyres”. El templo de todas las divinidades paganas se había así convertido en memorial de los que, como dice el Libro del Apocalipsis, “vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero” (Ap 7,14). Posteriormente, la celebración de todos los mártires se ha extendido a todos los santos, “una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas” (Ap. 7,9) -como se expresa todavía San Juan. En este Año Sacerdotal, me gusta recordar con especial veneración a los santos sacerdotes, tanto a los que la Iglesia ha canonizado, proponiéndolos como ejemplo de virtudes espirituales y pastorales, como aquellos -mucho más numerosos- que el Señor conoce. Cada uno de nosotros conserva la grata memoria de alguno de ellos, que nos ha ayudado a crecer en la fe y no ha hecho sentir la bondad y la cercanía de Dios.
Mañana, nos espera la anual Conmemoración de todos los fieles difuntos. Querría invitar a vivir esta fiesta anual según el auténtico espíritu cristiano, es decir en la luz que procede del Misterio pascual. Cristo ha muerto y resucitado y nos ha abierto el paso a la casa del Padre, el Reino de la vida y de la paz. Quien sigue a Jesús en esta vida es acogido donde Él nos ha precedido. Por tanto, mientras visitamos los cementerios, recordemos que allí, en las tumbas, reposan sólo los restos mortales de nuestros seres queridos a la espera de la resurrección final. Sus alma -como dice la Escritura- ya “están en las manos de Dios” (Sab 3, 1). Por tanto, el modo más propio y eficaz de honrarles es rezar por ellos, ofreciendo actos de fe, de esperanza y de caridad. En unión al Sacrificio eucarístico, podemos interceder por su salvación eterna, y experimentar la comunión más profunda, a la espera de reencontrarnos juntos, para gozar por siempre del Amor que nos ha creado y redimido.
Queridos amigos, ¡qué bella y consoladora es la comunión de los santos! Es una realidad que infunde una dimensión distinta a toda nuestra vida. ¡Nunca estamos solos! Formamos parte de una “compañía” espiritual en la que reina una profunda solidaridad: el bien de cada uno es para beneficio de todos y, viceversa, la felicidad común se irradia en cada uno. Es un misterio que, en cierta medida, podemos ya experimentar en este mundo, en la familia, en la amistad, especialmente en la comunidad espiritual de la Iglesia. Nos ayude María Santísima a caminar rápidamente en la vía de la santidad, y se muestre como Madre de misericordia para las almas de los difuntos.
[Después del Ángelus, dijo:]
Han transcurrido exactamente diez años desde que altos representantes de la Federación Luterana Mundial y de la Iglesia católica, el 31 de octubre de 1999, en Augsburgo, firmaron la Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación. A ella se adhirió posteriormente, en el 2006, también el Consejo Metodista Mundial. Este documento certificó un consenso entre luteranos y católicos sobre verdades fundamentales de la doctrina de la justificación, verdades que nos conducen al corazón mismo del Evangelio y a cuestiones esenciales de nuestra vida. Por Dios somos acogidos y redimidos; nuestra existencia se inscribe en el horizonte de la gracia, es guiada por un Dios misericordioso, que perdona nuestro pecado y nos llama a una nueva vida siguiendo a su Hijo; vivimos de la gracia de Dios y estamos llamados a responder a su don; todo esto nos libera del miedo y nos infunde esperanza y coraje en un mundo lleno de incertidumbre, inquietud y sufrimiento.
El día de la firma de la Declaración Conjunta, el Siervo de Dios Juan Pablo II la definió como “una piedra miliar en el difícil camino para volver a componer la plena unidad entre los cristianos” (Ángelus, 31 de octubre de 1999). Este aniversario es por tanto una ocasión para recordar la verdad sobre la justificación del hombre, testimoniada juntos, para reunirnos en celebraciones ecuménicas y para profundizar ulteriormente en esa temática y en las demás que son objeto del diálogo ecuménico. Espero de corazón que este importante aniversario contribuya a hacer progresar en el camino hacia la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo.
[En francés, dijo:]
Saludo con alegría a los peregrinos de lengua francesa y particularmente a los grupos de los niños del coro de Metz. Hoy celebramos a la multitud de los santos que interceden por nosotros ante Dios. En esta multitud, están también todos aquellos y todas aquellas que se han esforzado por cumplir la voluntad divina trabajando por el Reino. Hoy como ayer Jesús llama a la felicidad a los hombres y mujeres que, en su corazón y en su vida, aceptan la acción de Dios. ¡Que el ejemplo de los santos sea para nosotros un estímulo y que la Virgen María nos guíe por los caminos de la felicidad eterna! ¡Feliz fiesta de Todos los Santos!
[En inglés, dijo:]
Saludo cordialmente a todos los peregrinos de habla inglesa y visitante presentes en este Ángelus. Hoy celebramos la gran solemnidad de Todos los Santos. Al honrar a todos los santos y santas que han ido antes que nosotros marcados por el signo de la fe, y que ahora están unidos al Señor en el Cielo, nosotros somos animados a rezar y trabajar con corazones puros como anticipación de la alegría de ver al Señor como realmente es. ¡Sobre cada uno de vosotros y de vuestros seres queridos en casa, invoco abundantes bendiciones de Dios!
[En alemán, dijo:]
Un cálido “Dios esté contigo” dirijo a todos los peregrinos y visitantes de habla alemana, especialmente a los seminaristas del Seminario Mayor de San Matías, de Waldram. Ayer se conmemoró el décimo aniversario de la firma de la Declaración Conjunta de la Iglesia católica y la Federación Luterana Mundial sobre la Doctrina de la Justificación. Cristianos de diversas confesiones han seguido el camino de la comprensión mutua y han logrado grandes avances especialmente a través de la oración. Reconocemos que la gracia divina precede a toda iniciativa humana. Al mismo tiempo, la fiesta litúrgica de hoy, de Todos los Santos, nos muestra que el ser humano está llamado a ser santo. Tenemos que asumir el Amor, que ha sido derramado sobre nuestros corazones por el Espíritu Santo, y así vivir de acuerdo a nuestra vocación de hijos de Dios. ¡El Señor os protege y a vuestros seres queridos!
[En español, dijo:]
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana. En la solemnidad de Todos los Santos, os invito a contemplar a los mejores hijos de la Iglesia, que nos estimulan con su ejemplo y ayudan con su intercesión a vivir para alabanza de la Trinidad, rechazando lo que es indigno de nuestra condición de cristianos y tendiendo con humildad a la perfección del amor. Sin complejos ni mediocridades, seguid con alegría las huellas de Cristo, haciéndoos conformes a su imagen y siendo obedientes en todo a la voluntad del Padre. ¡No tengáis miedo a ser santos! Es el mejor servicio que podéis prestar a vuestros hermanos. Muchas gracias.
[En polaco, dijo:]
Saludo cordialmente a los polacos. En la Solemnidad de Todos los Santos, n
uestro pensamiento se dirige a los que han alcanzado la gloria del cielo. Ellos nos enseñan la santidad de la vida, del amor a Dios y al prójimo para que nos convirtamos en “sal de la tierra y luz del mundo” (cf. Mt 5, 13-14). En el espíritu de la comunión de los santos nos detenemos a meditar ante los sepulcros de nuestros seres queridos, encomendando a todos los fieles difuntos a la Divina Misericordia. Dios acepte nuestras oraciones por ellos y nos bendiga.
[En italiano, dijo:]
Dirijo finalmente un cordial saludo a los peregrinos de lengua italiana, en particular a los participantes de la “Cursa de los Santos”, iniciativa que une el deporte y el compromiso humanitario. Saludo también a los muchachos de Módena que han recibido la Confirmación, con sus padres y catequistas, así como a la Fundación Ente Cassa de Faetano, de la República de San Marino. Mi pensamiento está también con los fieles reunidos en Padermo Dugnano, cerca de Milán, para la conclusión de la peregrinación de la estatua de la Virgen de Fátima, en el 50º de la consagración de Italia al Corazón Inmaculado de María. A todos auguro un buen domingo, en la alegría de formar parte de la gran familia de los Santos.
[Traducción del original en varias lenguas por Patricia Navas
©Libreria Editrice Vaticana]