NUEVA YORK, viernes, 6 noviembre 2009 (ZENIT.org).- La cuestión relativa a la energía, renovable y no renovable, se ha convertido en “una cuestión clave para la comunidad internacional” y exige “identificar una estrategia energética duradera y global”, dijo el observador permanente de la Santa Sede ante la Asamblea General de Naciones Unidas.
 
El arzobispo Celestino Migliore tomó la palabra este martes en Nueva York durante la 64 sesión de la Asamblea General de la ONU sobre el punto “Promoción de fuentes de energía nuevas y renovables”.
 
La estrategia a la que se refire el prelado “debería poder hacer frente a las necesidades a breve y largo plazo, asegurando seguridad energética, defensa de la salud y del medio ambiente y la institución de compromisos concretos para afrontar los problemas del cambio climático”.
 
Del mismo modo, debería saber “lanzar una transición pacífica hacia una economía global más eficiente que trate de reducir el consumo energético y el uso de los combustibles fósiles”.
 
La promoción de fuentes de energía nuevas y renovables, añadió monseñor Migliore, además de ser fundamental para esta estrategia es importante para garantizar “un desarrollo global duradero, capaz de extenderse a las diversas áreas del planeta”.
 
El observador vaticano subrayó tres cuestiones importantes, empezando por reconocer que el progreso en el sector de las energías renovables es “muy importante para la erradicación de la pobreza”.
 
“Los muchos beneficios de la aplicación y de la difusión de fuentes de energía nuevas y renovables pueden ser utilizados para el desarrollo de objetivos conectados –señaló--. De manera similar, la cooperación energética debería ser orientada a aliviar la pobreza y ser conciliada con los instrumentos económicos y fiscales, así como con la cooperación regional e internacional, el compartir informaciones, la transferencia de tecnología y las mejores prácticas en este sector”.
 
Los países en vías de desarrollo, afirmó el arzobispo, tienen gran capacidad en materia de fuentes de energía renovable, “Pero a menudo las tecnologías con bajo uso de carbono, como las solares, incluídas las fotovoltaicas, implican gastos iniciales muy altos”.
 
Por esto, es necesario favorecer “el acceso de los más pobres a estas innovaciones”, fundamental para “permitir a los países en vías de desarrollo hacer frente a su creciente demanda de energía y promover un desarrollo sostenible”.
 
La disponibilidad y el acceso a la energía ejercen por otra parte “un profundo impacto positivo sobre la salud, la educación, la alimentación y las oportunidades de ingresos”, recordó el arzobispo, señalando que la mejora del acceso a las fuentes energéticas exige sin embargo “mejores infraestructuras, aseguradas por ‘marcos’ legales e institucionales adecuados”.
 
Esto, añadió, “exige inevitablemente la implicación de las instituciones locales, que pueden identificar más fácilmente el tipo de energía, incluídas las formas de financiación y de marketing más apropiadas para las realidades de la zona”.
 
Donde se niega este acceso a los pobres o se pospone por diversas razones, “se debería promover un uso más eficiente y sostenible de los recursos energéticos tradicionales, mejorar la eficiencia energética existente y animar a la conservación contando con una mezcla de las tecnologías disponibles”.
 
La segunda cuestión suscitada por monseñor Migliore se refiere a que “cada discusión sobre la identificación de fuentes energéticas fiables, accesibles, económicamente practicables, socialmente aceptables y justas a nivel ambiental, debería tener en cuenta los costes humanos y ambientales a largo plazo”.
 
“La explotación medioambiental, sin atención a las preocupaciones a largo plazo, puede proporcionar un crecimiento económico a breve plazo, pero este crecimiento se da a caro precio –declaró--. Los costes hoy son soportados sobre todo por los países en vías de desarrollo, los pobres y por cuantos no tienen la capacidad de defenserse de los desafíos del cambio climático”.
 
Las iniciativas comunes sobre la energía renovable deberían además basarse en la “justicia intergeneracional”, dado que la tendencia de consumo energético de hoy tendrá un impacto en las generaciones futuras.
 
“No deberíamos cargar a las generaciones futuras con nuestro consumo energético exagerado”, declaró el prelado, considerando en consecuencia “imperativo” un “cambio de estilo de vida”.
 
Para que los programas sobre la energía renovable tengan éxito, por último, es fundamental “una adecuada educación sobre la conciencia energética y una formación permanente” al respecto.
 
“En el desarrollo de estrategias y políticas para una energía nueva y renovable no hay una fórmula de ‘talla única’ –comentó--. Se necesita en cambio una cooperación pluridimensional, que ponga la gestión humana responsable de la tierra en el centro de los esfuerzos individuales, nacionales e internacionales, para afrontar las causas y las consecuencias del cambio climático”.
 
“Aunque la cuestión presenta una serie de desafíos científicos y económicos, a través de la firmeza de los objetivos y la compasión por nuestro prójimo, seremos capaces de promover un planeta en el que el deseo de cuidar la tierra no sea consecuencia del miedo sino signo de un desarrollo personal y económico a largo plazo”.
 
Por Roberta Sciamplicotti, traducido del italiano por Nieves San Martín