CIUDAD DEL VATICANO, martes 3 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- La sentencia del Tribunal europeo de Derechos Humanos, que define la presencia del crucifijo en las escuelas como una violación de la libertad religiosa de los alumnos «ha sido acogida en el Vaticano con sorpresa y pesar».
Lo ha afirmado este martes el padre Federico Lombardi S.I., director de la Oficina de Información de la Santa Sede, en declaraciones a medios de comunicación con las que ha comentado la sentencia de condena europea al sistema vigente actualmente en Italia de exposición del símbolo religioso en las aulas.
«El crucifijo siempre ha sido un signo de ofrenda de amor de Dios y de unión y acogida para toda la humanidad –considera el portavoz vaticano–. Es una pena que sea considerado como un signo de división, de exclusión o de limitación de la libertad. No es esto, y no lo es para el sentimiento común de nuestra gente».
En particular, el padre Lombardi considera que «es grave marginar del mundo educativo un signo fundamental de la importancia de los valores religiosos en la historia y en al cultura italiana».
Según el portavoz, «la religión ofrece una contribución preciosa a la formación y crecimiento moral de las personas, y es un componente esencial de nuestra civilización». Por este motivo, «es equivocado y miope querer excluirla de la realidad educativa».
«Sorprende, además, que un Tribunal europeo intervenga con tanto peso en una materia tan profundamente ligada a la identidad histórica, cultural, espiritual del pueblo italiano», reconoce.
«Por este camino uno no se siente atraído a amar y compartir más profundamente esa idea europea, que como católicos italianos hemos apoyado fuertemente desde sus orígenes».
«Parece que no se quiere reconocer el papel del cristianismo en la formación de la identidad europea, que sin embargo ha sido y sigue siendo esencial», concluye el portavoz vaticano.
El caso sobre el que se ha pronunciado el Tribunal de Estrasburgo fue presentado por una ciudadana italiana de origen finlandés, que en año 2002 había pedido a la escuela estatal «Vittorino da Feltre» de Abano Terme (Padua), en la que estudiaban sus dos hijos, que quitara los crucifijos de las aulas. La dirección de la escuela se negó por considerar que el crucifijo forma parte del patrimonio cultural italiano, y posteriormente los tribunales italianos dieron razón a este argumento.