CIUDAD DEL VATICANO, domingo 15 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado por el Papa hoy durante el rezo del Ángelus, con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
* * *
¡Queridos hermanos y hermanas!
Hemos llegado a las dos últimas semanas del año litúrgico. ¡Agradecemos al Señor que nos haya concedido cumplir, una vez más, este camino de fe -antiguo y siempre nuevo- en la gran familia espiritual de la Iglesia! Es un don inestimable, que nos permite vivir en la historia el misterio de Cristo, acogiendo en los surcos de nuestra existencia personal y comunitaria la semilla de la Palabra de Dios, semilla de eternidad que transforma desde dentro este mundo y lo abre al Reino de los Cielos. En el itinerario de las Lecturas bíblicas dominicales nos ha acompañado el Evangelio de san Marcos, que hoy presenta una parte del discurso de Jesús sobre el fin de los tiempos. En este discurso, hay una frase que llama la atención por su claridad sintética: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mc 13,31). Detengámonos un momento a reflexionar sobre esta profecía de Cristo.
La expresión “el cielo y la tierra” es frecuente en la Biblia para indicar todo el universo, el cosmos entero. Jesús declara que todo eso está destinado a “pasar”. No sólo la tierra, sino también el cielo, que aquí se entiende precisamente en sentido cósmico, no como sinónimo de Dios. La Sagrada Escritura no conoce ambigüedad: todo lo creado está marcado por la finitud, incluso los elementos divinizados de las antiguas mitologías: no hay ninguna confusión entre lo creado y el Creados, sino una diferencia clara. Con esa clara distinción, Jesús afirma que sus palabras “no pasarán”, es decir, están en la parte de Dios y por lo tanto son eternas. Aunque pronunciadas en lo concreto de su existencia terrena, son palabras proféticas por excelencia, como afirma en otro lugar Jesús dirigiéndose al Padre del cielo: “Las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti y han creído que tú me has enviado” (Jn 17, 8). En una célebre parábola, Cristo se compara con el sembrador y explica que la semilla es la Palabra (cf. Mc 4,14): aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto (cf. Mc 4,20) forman parte del Reino de Dios, es decir viven bajo su señorío; permanecen en el mundo, pero ya no son del mundo; llevan en sí una semilla de eternidad, un principio de transformación que se manifiesta ya ahora en una vida buena, animada por la caridad, y al final producirá la resurrección de la carne. Ése es el poder de la Palabra de Cristo.
Queridos amigos, la Virgen María es el signo vivo de esta verdad. Su corazón ha sido “tierra buena” que ha acogido con plena disponibilidad la Palabra de Dios, de manera que toda su existencia, transformada según la imagen del Hijo, ha sido introducida en la eternidad, alma y cuerpo, anticipando la vocación eterna de todo ser humano. Ahora, en la oración, hagamos nuestra su respuesta al Ángel: “Hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38), para que, siguiendo a Cristo sobre el camino de la cruz, podamos llegar también nosotros a la gloria de la resurrección.
[Después del Ángelus, dijo:]
Dirijo en primer lugar un cordial saludo a los participantes de la Asamblea Plenaria de la Comisión Episcopal Europea para los Medios de Comunicación, cuyos trabajos se han desarrollado estos días en el Vaticano. Queridísimos, habéis debatido sobre la cultura de internet y la comunicación en la Iglesia. Os agradezco vuestra cualificada contribución sobre este tema de gran actualidad.
Deseo también recordar que hoy tiene lugar en Ivrea, en Piamonte, la celebración nacional de la Giornata del Ringraziamento [Día de Acción de gracias]. Con gusto me uno espiritualmente a los que están agradecidos al Señor por los frutos de la tierra y del trabajo del hombre, renovando la invitación apremiante al respeto del entorno natural, recurso precioso confiado a nuestra responsabilidad.
[En francés, dijo:]
Os acojo con alegría, para la oración del Ángelus, queridos peregrinos francófonos. En este fin de Año litúrgico que se aproxima, estamos invitados a recordar el tiempo que pasa no para lamentarnos sino para apreciar todas las novedades. En el Evangelio de hoy, Jesús nos dice que es inútil interrogarse sobre el fin de los tiempos. Vivimos cada instante de nuestra vida bajo la mirada de Cristo. Al hacernos el don de su vida, ha cumplido todo. ¡Él es nuestra esperanza, porque cada día él introduce nuestra historia en la eternidad! ¡Que Dios os bendiga con todos aquellos que amáis! ¡Feliz domingo!
[En inglés, dijo:]
Saludo cordialmente a los visitantes de habla inglesa que están hoy aquí. Durante este mes de noviembre, recordamos especialmente las Almas del Purgatorio. Recientemente rezamos por los que perdieron sus vidas en la guerra, y en esta Jornada Mundial de Recuerdo por las Víctimas de los Accidentes de Tráfico, rezamos por todos los que han muerto o han quedado heridos en accidentes en la carretera. Así como encomendamos sus almas a la gracia amorosa del Dios Todopoderoso, invocamos también el consuelo para sus familias y seres queridos. Por aquellos de vosotros que habéis viajado largas distancias para estar hoy aquí, rezo para que podáis tener un viaje de regreso seguro. Que Dios os bendiga a todos, y a vuestras familias y amigos.
[En alemán, dijo:]
Dirijo un alegre saludo a los hermanos y hermanas de lengua alemana. En Dios encontramos la verdadera libertad y la alegría duradera. Vivir según la voluntad de Dios libera, y permite servir fielmente en la perfecta alegría (véase Oración del día). Esto es lo que queremos renovar en el corazón mientras miramos a Cristo. Él nos enseña cómo debemos amar a Dios y al prójimo. Jesucristo es el camino a la verdadera, la venturosa vida. Os deseo a todos un bendecido domingo.
[En español, dijo:]
Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana, en particular a los fieles provenientes de Colombia, y a quienes se unen a ella a través de la radio y la televisión. Que la contemplación del misterio de Cristo y la meditación asidua de la Palabra de Dios acreciente en nosotros el deseo de servirle para que, a ejemplo de la Virgen María, fundemos nuestra vida sobre la roca firme de la fe y aceptemos con prontitud la voluntad amorosa de Dios. Muchas gracias y feliz domingo !
[En húngaro, dijo:]
Saludo con afecto al grupo de fieles de la Parroquia de San László, de Budapest. Queridísimos, renacidos en el bautismo sed capaces de vivir la buena nueva del Evangelio en una sociedad secularizada.
[En polaco, dijo:]
Saludo cordialmente a los polacos. Hoy se conmemora la Jornada Mundial de Recuerdo por las Víctimas de los Accidentes de Tráfico. Confío a la misericordia de Dios a los difuntos. Animo a todos los que recorren las carreteras del mundo a la prudencia, en el espíritu de responsabilidad por el don de la salud y de la vida propia y de los demás. El Señor proteja a los que viajan y bendiga a todos.
[En italiano, dijo:]
Hoy están presentes aquí en la Plaza también el cardenal Adrianus Simonis con algunos prelados, autoridades civiles y fieles de Holanda, que, celebrando en este día al Santo Patrón Willibrordo, recuerda su presencia aquí en Roma en la Iglesia nacional de los Santos Miguel y Magno de los Frisones. Exhorto a todos a ser siempre piedras vivas de la Iglesia de Cristo y a intensificar los vínculos de comunión con la Sede del Apóstol Pedro.
Por último saludo con afecto a los peregrinos de len
gua italiana, en particular a los fieles procedentes de Trieste, Cingoli y Pizzo de Calabria. Pueda, queridos hermanos, la parada ante la tumba de san Pedro reforzar en cada uno la fe y el testimonio evangélico. A todos auguro un buen domingo.
[Traducción del original plurilingüe por Patricia Navas
©Libreria Editrice Vaticana]