MANILA, viernes, 27 noviembre 2009 (ZENIT.org).- Superiores de órdenes religiosas en Filipinas expresaron su satisfacción por los arrestos con motivo de la masacre que tuvo lugar en la provincia de Maguindanao, pero advirtieron al Gobierno que no vacile en la persecución de la justicia y lamentaron la “cultura de la impunidad” que fomenta estos hechos de violencia.

La superiora benedictina Mary John Mananzan hizo declaraciones después del arresto del primer sospechoso, Andal Ampatuan Jr. de Datu Unsay, y veinte de sus seguidores en varias ciudades de Maguindanao.

“En este momento, me congratulo (del arresto)”, pero esto debe proseguir hasta el final, dijo a Union for Catholic Asian News (UCAN), la hermana Mananzan.

La superiora benedictina hizo esta declaración cuando, junto a tres autobuses de estudiantes del Colegio Santa Escolástica que dirigen las benedictinas, acudió al Departamento de Justicia para entregar una declaración pidiendo justicia para las víctimas de la masacre.

La declaración ha sido hecha por la Asociación de Superiores Mayores Religiosos en Filipinas, de la que la hermana Mananzan es copresidenta. Posteriormente acudieron a entregar copias de la declaración a la oficina presidencial de Malacañang.

La hermana Mananzan declaró que la masacre significa más que la pérdida de vidas y la carnicería. “Este incidente tiene que ver con una cultura de la impunidad y deberíamos sentirnos inquietos por él”, dijo.

Al menos 57 personas fueron asesinadas por hombres presuntamente liderados por el candidato rival Ampatuan para impedir a los parientes de Ismael Mangudadatu de Buluan registrar oficialmente su candidatura al gobierno para las elecciones de mayo.

Entre los asesinados hay varias mujeres y más de veinte periodistas que les acompañaban. “Hacemos esto porque muchos periodistas fueron asesinados”, dijo la hermana Mananzan. Los estudiantes invitaron a colegas de los periodistas muertos, grupos de medios y Leila de Lima, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos del Gobierno a ir con ellos a entregar la declaración.

Leyendo la declaración de los superiores mayores, la hermana Mananzan dijo que el Gobierno es en parte culpable de la “tragedia” porque la Administración ha tolerado la violencia infligida contra el pueblo por sus “caudillos aliados” en Maguindanao.

Ampatuan pertenece a un clan que ayudó a Arroyo a ganar en Maguindanao, en las elecciones presidenciales de 2004.

La declaración también pide que el “Gobierno actúe decididamente” y envíe a los “agentes de la muerte” el mensaje de que “la vida es sagrada”.

Para la hermana Manazan, el arresto de Ampatuan es sólo el principio. “No podemos ser complacientes” y tenemos que estar seguros de que “no hay connivencia” entre el Gobierno y sus aliados en la administración, dijo.

Tras haber arrestado a los perpetradores, deberían ser investigados a conciencia e imparcialmente, acusados y, si son culpables, castigados. Todos los milicianos deberían ser desarmados, concluyó la religiosa.
[Traducido del inglés por Nieves San Martín]

Las Semanas Sociales de Francia reflexionan sobre la solidaridad

PARÍS, viernes 27 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).– La solidaridad es hoy una cuestión esencial porque la crisis económica actual acentúa la pobreza, afirmó Jérôme Vignon, presidente de las Semanas Sociales de Francia, que se celebraron del viernes al domingo pasados en París.

3.200 personas participaron en la 84 edición de las jornadas, que tenían como tema “nuevas solidaridades, nueva sociedad”.

Al concluir las sesiones, el presidente de las semanas quiso destacar el sentido mismo de la solidaridad según la doctrina social de la Iglesia.

Citó, como se hizo también de manera amplia durante las sesiones, la encíclica “Caritas in veritate” del Papa Benedicto XVI.

También recordó los fundamentos bíblico y cristiano de la solidaridad, citando al padre Etienne Grieu.

Este jesuita francés veía a través de la creatividad de los cristianos en el ámbito caritativo (la fundación de hospitales, de escuelas, de patronatos y más recientemente de centros de cuidados paliativos), “la llamada a ver en toda persona a un hermano, una hermana”, y el rechazo a “que algunos sean dejados de lado, despreciados o considerados como si no fueran nada”.

Como novedad para los asistentes habituales a las sesiones, destacó la participación de más de 200 “expertos”: personas en situación de pobreza.

No asistieron para dar testimonio, sino sobre todo para participar en los debates y recordar la realidad de los problemas a los que se enfrentan. E intervinieron principalmente en los talleres de la tarde del sábado.

“La economía solidaria”, “el derecho a un alojamiento para vivir juntos” y “las migraciones en debate” fueron algunos de los temas de debate que permitieron descubrir, durante esa tarde, los nuevos logros y las nuevas maneras de vivir la solidaridad.

Ya fuera entre generaciones, económica, local o internacional, pública, generada por el ámbito asociativo o individual, las diferentes maneras de vivir la fraternidad suscitaron un interés importante entre los participantes.

Las jornadas de estudio abordaron la cuestión de la definición de la pobreza y su aumento relativamente reciente tras un gran periodo de declive.

La solidaridad se presentó como una respuesta actual. El padre Etienne Grieu, jesuita, profesor de teología del Centro Sèvres de París, la presentó también en términos de alianza.

En referencia a los “intercambios calculados”, que son lo habitual actualmente en la sociedad, explicó que “en alianza, Dios sella un compromiso con un pueblo y su compromiso es sin condiciones previas”.

Este compromiso incluye un intercambio, a través de la Ley, pero su finalidad es ante todo “despertar una libertad”.

Actualizando este principio de alianza aplicado a la solidaridad, el padre Grieu explicó que en la relación con los más pobres es donde “hacemos una pequeña peregrinación a las fuentes de la verdadera vida, donde los creyentes pueden reconocer el don de Dios”.

Y por ello, esta relación se convierte, para los que la viven, en una verdadera experiencia espiritual.

Para concluir su presentación sobre el sentido que se le puede dar a la solidaridad, el jesuita evocó otro tema de la tradición cristiana: la diaconía.

Para él, se trata de un servicio verdadero, gratuito, sin buscar un provecho o un intercambio.

Y la imagen bíblica de la alianza pide otra. El presidente de las Semanas Sociales, Jérôme Vignon, utilizó, en efecto, en su discurso de clausura, la imagen de la levadura.

“La levadura en la masa es la imagen adecuada para expresar la presencia de los cristianos en el mundo”, dijo.

Y añadió que no se trata “de adoptar una postura moralista, sino una postura que nos haga entrar en la fuente generosa del don como fuente de liberación”.

Los diversos ejemplos prácticos que ilustraron las sesiones mostraron que, para los participantes, ésa es la manera de vivir la solidaridad, que es la fuente de su compromiso.

El año que viene, se abordará un tema relacionado con la solidaridad: la inmigración y la integración en una sociedad multicultural.

[Por Stéphane Lemessin, traducción del original francés por Patricia Navas]