Quien reza, “nunca reza solo”, asegura Benedicto XVI

Al meditar sobre el pasaje evangélico del Padrenuestro

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CASTEL GANDOLFO, domingo, 25 de julio de 2010 (ZENIT.org).- «Quien reza nunca reza solo», aseguró este domingo Benedicto XVI, aclarando que la oración de cada creyente se une a la oración de la Iglesia.

El pontífice meditó este domingo junto a los peregrinos congregados en la residencia pontificia de Castel Gandolfo en el pasaje evangélico de la liturgia de este día, solemnidad del apóstol Santiago, en el que el evangelista Lucas presenta cómo Jesús enseñó el Padrenuestro.

«Nos encontramos ante las primeras palabras de la Sagrada Escritura que aprendemos desde niños. Se imprimen en la memoria, plasmando nuestra vida, nos acompañan hasta la última respiración», constató el Papa.

«Cada vez que rezamos el Padrenuestro, nuestra voz se entrecruza con la de la Iglesia, pues quien reza nunca reza solo», aseguró el pontífice.

Por eso, dijo citando la Carta sobre algunos aspectos de la meditación cristiana  que publicó en 1989 la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuando el cardenal Joseph Ratzinger era su prefecto: «Todo fiel tendrá que buscar y podrá encontrar en la verdad y riqueza de la oración cristiana, enseñada por la Iglesia, su propio camino, su propia manera de oración… se dejará por tanto conducir… por el Espíritu Santo, que le guía, a través de Cristo al Padre».

El obispo de Roma también citó a santa Teresa de Ávila, cuando invitaba a sus hermanas a suplicar a Dios «que nos libere de todo peligro para siempre y que nos aleje de todo mal. Y por más imperfecto que sea nuestro deseo, esforcémonos por insistir en nuestra petición. ¿Qué nos cuesta pedir mucho, dado que nos dirigimos al Todopoderoso?».

El Santo Padre aclaró que cuando uno reza no está elevando una petición «para satisfacer los propios gustos, sino más bien para mantener la amistad con Dios, quien, como dice el Evangelio, ‘dará el Espíritu Santo a aquellos que se lo pidan'».

«Lo han experimentado los antiguos «padres del desierto» y los contemplativos de todos los tiempos, convertidos, por la oración, en amigos de Dios»

Al final del Ángelus, dirigiéndose a los fieles polacos, les recordó que en la oración «se manifiesta nuestra fe y nuestra confianza en la Divina Providencia. Acordémonos de la oración, ya sea durante el cansancio de nuestro trabajo cotidiano, ya sea en los momentos de descanso de nuestras vacaciones».

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ZENIT Staff

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