SANTIAGO DE CHILE, miércoles 28 de julio de 2010 (ZENIT.org).- En Santiago de Chile se realiza, del 26 al 30 de julio, el seminario: “La pastoral del Mundo del Trabajo en una economía globalizada”, con el objetivo de apoyar a las conferencias episcopales en la organización y o fortalecimiento de la pastoral del mundo del trabajo, incluyendo los trabajadores informales y desempleados.
En esta iniciativa, promovida por el Departamento de Justicia y Solidaridad del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), participan 35 personas venidas de 14 países de América Latina y el Caribe, informa a ZENIT Enrique Quiroga, del Departamento de Justicia y Solidaridad del CELAM.
Los contenidos del seminario se orientan a hacer un análisis de la situación en la que se encuentra la Pastoral del Trabajo en cada una de las conferencias episcopales; iluminar con la Palabra de Dios y la Doctrina social de la Iglesia, con énfasis en Aparecida, para elaborar líneas comunes de la Pastoral del trabajo en clave del discipulado misionero, estableciendo bases y criterios comunes para la elaboración de una guía de la Pastoral del trabajo.
El acto inaugural del Seminario estuvo marcado por el calor de la acogida de la iglesia chilena. Monseñor Pablo Lizama, arzobispo de Antofagasta, en su calidad de presidente de la Pastoral del Trabajo de la Conferencia Episcopal Chilena, dió la bienvenida a todos los participantes, expresando la alegría de tener a todos con este objetivo, agradeciendo haber escogido a esta Iglesia como sede del seminario.
Monseñor José Luis Azuaje, obispo de El Vigía-San Carlos del Zulia en Venezuela, como responsable de la Sección “Laicos Constructores de la Sociedad” del Departamento de Justicia y solidaridad del CELAM, inauguró el seminario en un ambiente de fraternidad sentida.
“Hemos venido de diversos países de América Latina y del Caribe con la inquietud de compartir experiencias y aprendizajes de lo que se está haciendo en la dimensión de la pastoral del mundo del trabajo y desglosar reflexiones que nos ayuden a ubicarnos en la realidad en la cual nos encontramos en esta dimensión, y juntos vislumbrar perspectivas para un mejor servicio desde nuestra dimensión pastoral”, dijo.
Explicó que el Departamento está organizado en tres secciones: Pastoral Social, Movilidad Humana y Laicos Constructores de la Sociedad. “A través de los programas que desarrollan cada una de estas secciones, se responde a los permanentes desafíos de la sociedad y permite aproximarnos a las diversas dimensiones sociales con la misión hacer presente la Buena Noticia de Jesucristo en todos los ámbitos de la sociedad. Con esta sentida preocupación, como Iglesia Latinoamericana y caribeña, buscamos aproximarnos al complejo y rico mundo del trabajo”, señaló.
Subrayó que “el mundo del Trabajo es muy complejo, tiene que ver con la economía, la política, la empresa y la cultura, pero principalmente tiene que ver con la familia en su desarrollo y perspectiva de futuro. Todas estas dimensiones que conforman la sociedad tienen un fuerte impacto en la organización y fortalecimiento en el mundo del trabajo en nuestro continente. Pretendemos reflexionar para aproximarnos a la realidad del Mundo del Trabajo, y con creatividad encontrar nuevos caminos de compromiso evangelizador en esta dimensión”.
El punto focal que marca el inicio de este seminario, subrayó, “está impulsado por el aterrizaje necesario del proceso evangelizador de la Iglesia, en la vida concreta de los trabajadores y trabajadoras a partir de la comprensión del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios en nuestra historia y culturas concretas”.
“Necesitamos, por tanto –añadió–, promover y formar Discípulos Misioneros en el Mundo del Trabajo, cuya exigencia es ponernos a la escucha de lo que el Espíritu Santo va diciendo a la Iglesia de cara a esta dimensión”.
Explicó que la realización del trabajo tiene una doble vertiente: la participación en la obra creadora de Dios y en el servicio a los hermanos y hermanas.
Citó el Documento de Aparecida: “Jesús, el carpintero (cf. Mc 6, 3), dignificó el trabajo y al trabajador y recuerda que el trabajo no es un mero apéndice de la vida, sino que ‘constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre en la tierra’, por la cual el hombre y la mujer se realizan a sí mismos como seres humanos. El trabajo garantiza la dignidad y la libertad del hombre, es probablemente la clave esencial de toda ‘la cuestión social’” (DA 120).
“Esto nos invita –dijo- a entrar en la íntima comunión con Dios y la recreación de lo que Él mismo quiere de cara a la dignificación de las personas. El trabajo es esencial en la vida personal y de servicio a los hermanos, es garantía de realización personal y comunitaria”.
“La opción preferencial por los pobres y la situación de injusticia y pobreza que viven nuestros pueblos expresada en los rostros sufrientes (cf DA 402) –recordó–, nos deben interpelar en la búsqueda de nuevas propuestas pastorales en los distintos países, así como en el ejercicio de la dimensión profética de la Iglesia, para compartir y acompañar a los que más sufren las injusticias del desempleo, del trabajo infantil y forzado, mujeres maltratadas y explotadas, como también la de aquellos hermanos y hermanas que no tienen seguridad social o se ven amenazados por cuestiones políticas o ideológicas. Son muchas las realidades de dolor que esta dimensión expresa, pero muchas también son las oportunidades de servicio para la Iglesia”.
Y concluyó invitando “a realizar las reflexiones con plena libertad desde las experiencias personales y comunitarias, con una mirada atenta a lo que va aconteciendo en la cultura de nuestro tiempo, teniendo presente el objetivo de prestar una eficaz ayuda a las Conferencias Episcopales de nuestro continente. Necesitamos escucharnos desde las distintas perspectivas de nuestros países. Hay mucha riqueza conceptual como también buenas prácticas pastorales en esta dimensión de la vida de las personas”.