BEIRUT, viernes 1 de julio de 2010 (ZENIT.org).- Monseñor Ángelo Amato, prefecto para la Congregación de la Causa de los Santos, calificó a Estephan Nehemé como “un ángel con rostro humano”. Así lo dijo en la homilía de la misa de su beatificación que se realizó en Líbano el pasado domingo. “Trabajaba mucho y oraba también mucho. Meditaba durante horas”, recordó el prefecto.

En la beatificación participaron cerca de 50 mil personas. La ceremonia se realizó en el monasterio de Kfifan en Líbano, donde yace su cuerpo incorrupto.

Desde la plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI recordó también durante el rezo del Angelus, la figura de este nuevo monje de la iglesia Maronita elevado a los altares: “Me alegro de corazón con mis hermanos y hermanas libaneses y les encomiando, con gran afecto, a la protección del nuevo beato”, dijo.

La ceremonia fue presidida por el cardenal, Nasrallah Sfeir, patriarca de Antioquia de los Maronitas. Monseñor Amato, en representación del Papa Benedicto XVI proclamó la fórmula de su beatificación. También participaron en esta ceremonia el presidente de Libano Michel  Suleiman, así como su primer ministro Saad Hariri. 

La Iglesia católica Maronita, de rito oriental, debe su nombre a San Marón, un monje que vivió entre los años 350 y 410 en cercanías a Antioquia. Sus principales comunidades están en Siria y Líbano. Debido a las migraciones también están presentes en Australia, Brasil, México y Argentina.

Las reliquias del monje fueron llevadas en una procesión seguida por una multitudinaria feligresía que condujo hasta el lugar de su beatificación. Una imagen enorme del beato fue colgada en la fachada del monasterio donde fue elevado a los altares.

Su vida

Su nombre de pila era Yusef, nació en 1889 en Lehfed, y murió en 1938. Cuando era joven, le gustaba alejarse de la casa entre los prados y campos de Líbano, para rezar de manera que pudiera evitar todo lo que turbase sus oraciones y sus meditaciones.

Su postulador, el padre Paolo Azzi, una entrevista con L’ Osservatore Romano publicada el pasado domingo, lo califica como alguien “humilde, reservado, atento a cumplir la voluntad de Dios a través de la observancia de la regla, lleno de espíritu de abnegación”.

Su padre había muerto hace 2 años cuando Estephan pidió entrar a los monasterios de santos Cipriano y Justina en Kfifan de la orden Libanesa – Maronita, con 16 años. Dos años después (1907) profesó sus votos monásticos y en 1924 profesó sus votos solemnes en el monasterio de San Antonio en Houb.

Constantemente era trasladado a diferentes conventos de la misma orden: “dejando donde fuese, un testimonio de fidelidad al llamado de Dios, de compromiso ascético y de oración continua”, dice el padre Azzi.

Por su parte, monseñor Amato destacó en su homilía “La fama de su laboriosidad y de su virtud”, las cuales llegaban a tal punto “que los superiores de los conventos le pedían siempre tener al hermano Estephan en su comunidad por su buen ejemplo en la oración, en el trabajo y en la concordia”.

Caridad con las víctimas

Durante la Primera Guerra Mundial, cuando la mayor parte de las familias pasaba por un momento de gran carestía, Estephan no paraba de distribuir comida a los más necesitados. Según el testimonio del monje Jirjis Nehme de Lehfed, durante la guerra, el nuevo beato vio a un niño que había quedado huérfano en brazos de su madre muerta: “La escena le afectó: llevó con ternura al niño entre sus brazos al cobertizo del campo y se puso a cuidarle muy bien”, dijo el monje.

“Le dio leche directamente de la tetilla de la vaca lechera e hizo lo mismo con un grupo de sus pobres compañeros. Quedó cuidando de ellos hasta que escaparon sanos y salvos de la guerra”, aseguró Fray Jirjis en un testimonio que puede encontrarse en la página oficial de su beatificación www.estephanneheme.org.

Un hombre que supo vivir su vida espiritual como lo exigía su vocación: “Cuando la hora de la oración llegaba mientras que estaba en el campo, se apartaba para hacer sus devociones”, dijo fray Jirjis.

A Esthepan le gustaba trabajar los jardines y las huertas. Según un escrito sobre su muerte, esta fue causada por “una pequeña indisposición, seguida por fiebre y luego embolia que marcó el fin de su vida”, luego de una intensa jornada de trabajo en el campo. Su cuerpo fue encontrado incorrupto en 1951 y permanece así en el monasterio donde fue beatificado ayer domingo.

Así, los pilares de su vida fueron la “pureza de corazón”, junto con la “oración ininterrumpida”, gracias a la continua oración del santo rosario. “Su vida terrena”, dijo monseñor Amato, “se abría continuamente a la eternidad de Dios con acentos de contemplación beata de la Jerusalén celeste”.

Por Carmen Elena Villa