SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 24 de julio de 2010 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título "Jóvenes desvencijados".
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VER
Un adolescente de trece años se quitó la vida en nuestra ciudad. Durante las visitas pastorales que estamos haciendo a las parroquias, los jóvenes nos comparten que se sienten desajustados, descontrolados, incomprendidos, sin opciones claras, expuestos a que cualquiera los lleve de una parte a otra y los convenza para involucrarse en actividades ilícitas.
Les afecta el alcoholismo de sus padres, la falta de diálogo familiar, la violencia dentro del hogar, la carencia de oportunidades para estudiar y trabajar, el descontrol sexual y la prostitución, la tentación de la droga. Algunos políticos oportunistas los compran para sus campañas. Las distancias generacionales son abismales; no se entienden con sus padres, menos con sus abuelos. Las prácticas religiosas les son poco atractivas. Los antitestimonios clericales les alejan de la Iglesia. La migración, por estudios o por trabajo, los transforma; cuando regresan a su lugar de origen, ya no son los mismos y se sienten fuera de lugar.
JUZGAR
Dijo el Papa Benedicto XVI a quienes preparan la Jornada Mundial de la Juventud, para agosto de 2011: "Que los jóvenes se dejen conquistar por el amor de Cristo Jesús, el Hijo de Dios y de María, el amigo fiel, el vencedor del pecado y de la muerte. Quien confía en El, jamás quedará defraudado, sino que halla la fuerza necesaria para elegir el camino justo en la vida" (2-VII-2010).
En efecto, cuando los jóvenes descubren a Cristo, se vida se ilumina y encuentra sentido. Lo perciben cercano, humano, comprensivo, y al mismo tiempo divino, sabio, poderoso y capaz de orientar su existencia. Son capaces de apasionarse por El y consagrarle su vida. El reto, por tanto, es iniciarles y acompañarles en el encuentro con Cristo vivo: en su Palabra, en los sacramentos, sobre todo en la Eucaristía, e inequívocamente en los pobres.
Hace años, en una visita pastoral, me expresaron los jóvenes: "Dígales a los sacerdotes y a las religiosas que ya nos pongan tantas dinámicas para entretenernos; que nos hablen más de Jesucristo". He ahí la clave. Es necesario el análisis de la realidad; son buenas las dinámicas para profundizar en su interior y socializar más; pero ellos tienen hambre de Alguien que les llene el vacío interior, que les dé esperanza ante tantos problemas, que les señale el camino cierto y duradero; y eso sólo se los puede dar Jesús.
Precisamente por eso, insistimos en Aparecida: "Proponer a los jóvenes el encuentro con Jesucristo vivo y su seguimiento en la Iglesia, a la luz del Plan de Dios, que les garantiza la realización plena de su dignidad de ser humano, les impulsa a formar su personalidad y les propone una opción vocacional específica: el sacerdocio, la vida consagrada o el matrimonio. Durante el proceso de acompañamiento vocacional se irá introduciendo gradualmente a los jóvenes en la oración personal y la lectio divina, la frecuencia de los sacramentos de la Eucaristía y la Reconciliación, la dirección espiritual y el apostolado" (446).
ACTUAR
También en Aparecida, invitamos a "renovar, en estrecha unión con la familia, de manera eficaz y realista, la opción preferencial por los jóvenes, en continuidad con las Conferencias Generales anteriores, dando nuevo impulso a la Pastoral de Juventud en las comunidades eclesiales (diócesis, parroquias, movimientos, etc.) (446). Podría ser un tema de próximas asambleas.
Hay que pasar de lamentos y críticas a los jóvenes, a dedicarles tiempo y ofrecerles alternativas: grupos, coros, estudio de la Biblia, tiempos de oración, campos misioneros, acciones sociales como recoger basura, sembrar árboles, visitar ancianos, etc. Acompañar a los padres de familia con pláticas sobre cómo comprender a sus hijos, cómo relacionarse con ellos, cómo orientarles para una libertad responsable. La Misión Jesuita de Bachajón invitó a los jóvenes a ser proclamadores en tseltal de las lecturas bíblicas dominicales en sus poblaciones, y son cientos los que cada ocho días dan este servicio, que les alimenta con la Palabra de Dios, la oración y la celebración inculturada. Es un buen camino a imitar.