CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 22 de agosto de 2010 (ZENIT.org) – «Aprender a rezar es aprender a desear y, de este modo, aprender a vivir». Este es el consejo que deja el mensaje que ha enviado Benedicto XVI, a través de su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, al «Meeting por la amistad entre los pueblos», inaugurado este domingo en la ciudad italiana de Rímini.
La misiva al multitudinario encuentro que convoca el movimiento Comunión y Liberación, que reúne durante la semana a más de medio millón de personas, comenta el tema elegido para esta trigésimo primera «Esa naturaleza que nos empuja a desear cosas grandes es el corazón».
«Nos recuerda que en el fondo de la naturaleza de todo hombre –reconoce el mensaje pontificio que fue leído este domingo en la misa inaugural– se encuentra la irreprimible inquietud que le empuja a buscar algo que pueda satisfacer su anhelo».
«Todo hombre intuye que precisamente en la realización de los deseos más profundos de su corazón puede encontrar la posibilidad de realizarse, de encontrar su cumplimiento, de convertirse verdaderamente en sí mismo», añade el texto.
«El hombre sabe que no puede responder por sí solo a sus propias necesidades. Por más que crea que es autosuficiente, experimenta que no es suficiente para él mismo. Tiene necesidad de abrirse al otro, a algo o a alguien, que pueda darle lo que le falta. Por decirlo de algún modo, debe salir de sí mismo hacia aquello que pueda colmar la amplitud de su deseo», añade.
Ahora bien, afirma el mensaje, «el hombre se ve tentado con frecuencia por las cosas pequeñas, que ofrecen una satisfacción y un placer ‘baratos’, que satisfacen un momento, tan fáciles de alcanzar como ilusorias en último término»
Sin embargo, «sólo Dios basta. Sólo Él sacia el hambre profunda del hombre. Quien ha encontrado a Dios, ha encontrado todo. Las cosas finitas pueden dar destellos de satisfacción o de alegría, pero sólo lo Infinito puede llenar el corazón del hombre», afirma citando a san Agustín de Hipona: «nuestro corazón está inquieto hasta que no descanse en ti».
«En el fondo –subraya–, el hombre sólo necesita una cosa que todo lo abarca, pero antes debe aprender a reconocer, incluso a través de sus deseos y anhelos superficiales, lo que necesita verdaderamente, es decir, lo que realmente quiere, lo que es capaz de satisfacer la capacidad de su corazón».
El deseo de «cosas grandes» debe transformarse en oración, asegura el pontífice, «expresión del deseo» de Dios ante la que «Dios responde ensanchando nuestro corazón hacia Él». «Tenemos que purificar nuestros deseos y esperanzas para poder acoger la dulzura de Dios».
«Rezar ante Dios es un camino, una escalera: es un proceso de purificación de nuestros pensamientos, de nuestros deseos. Podemos pedirle todo a Dios. Todo lo que es bueno. La bondad y la potencia de Dios no tienen un límite entre cosas grandes y pequeñas, materiales y espirituales, terrenales y celestiales».
«En el dialogo con Él, poniendo nuestra vida ante sus ojos, aprendemos a desear las cosas buenas, en definitiva, a Dios mismo», asegura.
El mensaje concluye recordando que hace cinco años falleció el sacerdote italiano monseñor Luigi Giussani (1922 – 2005), fundador de Comunión y Liberación y amigo personal de Joseph Ratzinger, a quien presenta como maestro de jóvenes a la hora de despertar en ellos el amor a Cristo.