Pistas de reflexión sobre el mensaje del Papa para la Cuaresma 2011

Por el Consejo Pontificio “Cor Unum”

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CIUDAD DEL VATICANO, sábado, 5 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos la reflexión teológico-pastoral sobre el mensaje de Benedicto XVI con motivo de la Cuaresma de este año, «Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12), que ha compartido con ZENIT el Consejo Pontificio «Cor Unum».

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«Con Cristo sois sepultados en el Bautismo, con él también habéis resucitado» (cf. Col 2, 12). Estas palabras de san Pablo a la comunidad cristiana de Colosas hacen referencia al tema del Bautismo, que el Papa Benedicto XVI ha elegido para su Mensaje de Cuaresma de este año. El Santo Padre cita un pasaje del Apóstol de los Gentiles como síntesis de la finalidad de este sacramento: «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos hasta hacerme semejante a él en su muerte» (Flp 3, 10-11).

El Consejo Pontificio Cor Unum es el dicasterio de la Santa Sede encargado de la presentación del Mensaje de Cuaresma. La principal tarea de Cor Unum es difundir la catequesis de la Iglesia sobre la caridad y las iniciativas caritativas concretas de nuestro Santo Padre. Para ayudar a dar a conocer este Mensaje cuaresmal anual en vuestras Iglesias, comunidades y organizaciones locales Cor Unum ofrece las siguientes claves de comprensión de este vínculo evidente entre Bautismo y caridad que el Papa Benedicto XVI desea subrayar:

1. Frente al auténtico sufrimiento que encontramos a nivel global – desastres naturales, enfermedad, hambruna, guerra – estamos obligados a dar respuesta a las necesidades inmediatas y a buscar soluciones concretas para aliviar la miseria (cf. Deus Caritas est, 31a). Pero, aunque es importante proveer a las necesidades materiales, de por sí esto nunca puede garantizar la felicidad y la paz duraderas. Cristo fundó la Iglesia para dar mucho más. El sufrimiento, tanto global como personal – enfermedad, soledad, penurias financieras, problemas familiares y, en última instancia, el mayor enemigo de todos, la muerte – requiere una respuesta que sólo el hecho de poseer la vida eterna puede dar: conocer a Cristo, «conocerle a él, el poder de su resurrección y la comunión en sus padecimientos, hasta hacerme semejante a él en su muerte, tratando de llegar a la resurrección de entre los muertos«.

2. Este don se nos promete en nuestro Bautismo. En efecto, en el diálogo que forma parte del Rito, las preguntas y respuestas hacen hincapié en el don de la «fe» y en la promesa de la «vida eterna». El sacramento del Bautismo tiene este significado y realiza este don: «Esta misma vida ya se nos transmitió el día del Bautismo, «al participar de la muerte y resurrección de Cristo»», escribe el Papa en su Mensaje de Cuaresma. La palabra griega «bautizar» (báptizein) significa inmersión o sumergir en las aguas bautismales lo que el Apóstol Pablo llama el «hombre viejo» o el hombre que vive según la carne (cf. Col 3, 9). Se trata del hombre que vive sólo para sí mismo, separándose arrogantemente de su Creador y cerrando egoístamente los ojos ante las necesidades de su prójimo. No se trata de una simple descripción teológica: todos entendemos perfectamente lo que es el «hombre viejo» porque hacemos experiencia de los efectos directos de esta índole dentro de nosotros, sintetizados en los siete pecados capitales: ira, avaricia, pereza, soberbia, lujuria, envidia y gula.

3. El Bautismo es el «encuentro con Cristo», escribe el Papa Benedicto XVI en su Mensaje. Nos lava del pecado original que heredamos de nuestros primeros padres y del resultado de todos sus pecados, e imparte una naturaleza nueva, permitiéndonos entrar en «la mentalidad de Jesucristo». Este «hombre nuevo» vive según los sentimientos de Jesús por la «vida eterna» que recibe ya ahora del Espíritu Santo. San Pablo enumera los frutos del espíritu de Dios que habita en nosotros: amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio de sí (Ga 5, 22). En lo hondo del corazón de la persona – bautizada y no bautizada – yace el deseo de recibir y vivir estos frutos. Sólo el hecho de poseer esta vida es un remedio duradero para todo sufrimiento, tanto personal como universal.

4. La nueva naturaleza que recibimos en el Bautismo es la fuente para las obras de caridad específicas por amor de Dios y del prójimo, el primer y mayor mandamiento de la nueva Ley y compendio de todo el Evangelio (cf. Mt 22, 34-40). El ayuno, la limosna y la oración son una ayuda para que muera nuestra vieja naturaleza y abramos nuestro corazón al Señor y a nuestros hermanos y hermanas necesitados.

La fe, junto con la promesa de «vida eterna» que se nos hace en el Bautismo, debe crecer, ser constantemente alimentada (cf. Catecismo de la Iglesia Católica, 1254). Esta Cuaresma el Papa Benedicto XVI propone un itinerario o «hoja de ruta» para ayudarnos en esta tarea. Tres elementos pueden ser especialmente útiles para proponer a las comunidades parroquiales, a las instituciones (como las escuelas católicas y las universidades) y a los fieles:

–Primero, el Santo padre fija para nosotros citas concretas con personas y acontecimientos específicos en los cinco domingos de Cuaresma. Nos pone ante la Palabra de Dios que se proclama en esos domingos. De este modo desea que hagamos la experiencia de un encuentro personal con Cristo, la respuesta a los anhelos más profundos de la persona humana y del mundo. Este encuentro se puede concretar en el tiempo que dedicamos personalmente o con otros a la lectura de estos pasajes de la Escritura y que durante estos cuarenta días nos permiten escuchar, contemplar y poner en práctica la Palabra de Dios.

–Segundo, el encuentro con Cristo a través de su Palabra y los sacramentos se manifiesta en obras concretas de misericordia. También aquí, en nuestras parroquias, comunidades, instituciones educativas o de otro tipo, al igual que cada uno de nosotros personalmente, tenemos la oportunidad en este tiempo favorable, con la ayuda de la gracia de Dios, de dejar de vivir para nosotros mismos y de orientar nuestros corazones al amor a Dios y a nuestros hermanos necesitados. Este es también el ímpetu de las campañas cuaresmales que organizan las Conferencias Episcopales y otras entidades.

–Tercero, el Papa nos presenta el tiempo de Cuaresma como un «camino» o «itinerario», un arco de tiempo para que dé fruto la semilla plantada en el Bautismo. Este, nos indica el Papa, refleja la entera existencia de cada persona, vivida entre la resurrección de Cristo y la nuestra; este definitivo ofrecimiento de comunión con Dios para la eternidad conforma desde dentro nuestra vida actual, tanto en el ámbito social como individual. Este tercer elemento subraya la necesidad de alentar a vivir este itinerario con la ayuda de la gracia, particularmente mediante los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.

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ZENIT Staff

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