CIUDAD DEL VATICANO, jueves 10 de marzo de 2011 (ZENIT.org) – Benedicto XVI al presentar una interpretación de la Sagrada Escritura que armoniza análisis histórico y fe su libro «Jesús de Nazaret. De la entrada en Jerusalén hasta la Resurrección» (Ediciones Encuentro), aclara cinco «cuestiones disputadas» sobre la vida de Cristo que todavía hoy provocan acalorados debates entre teólogos y en la misma opinión pública.
Así lo explicó en la tarde de este jueves el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos y relator del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios (2008), al presentar el texto en la tarde de este jueves en la Sala de Prensa de la Santa Sede.
El purpurado canadiense reconoció que al aclarar estas cuestiones disputadas, esta obra, que lleva la firma de Joseph Ratzinger – Benedicto XVI, «tendrá un efecto liberador para estimular el amor de la Sagrada Escritura».
Fundamento histórico del cristianismo
La primera cuestión que aclara el libro, según el cardenal Ouellet, es «el fundamento histórico del cristianismo». «Dado que el cristianismo es la religión del Verbo encarnado en la historia, para la Iglesia es indispensable atenerse a los hechos y a los acontecimientos reales, precisamente porque éstos contienen ‘misterios’ que la teología debe profundizar utilizando claves de interpretación que pertenecen al dominio de la fe».
«Desde esta perspectiva, se comprende el interés del Papa por la exégesis histórico-crítica, que conoce bien, y de la que saca lo mejor para profundizar en los acontecimientos de la Última Cena, el significado de la oración de Getsemaní, la cronología de la pasión y en particular las huellas históricas de la resurrección».
El pontífice arroja luz a los hechos del Nuevo Testamento con la ayuda del Antiguo Testamento y viceversa, constató el purpurado. «El lazo del cristianismo con el judaísmo queda reforzado por esta exégesis que se arraiga en la historia de Israel», indicó.
Como ejemplo concreto, citó la presentación que el Papa hace de la oración sacerdotal de Jesús, «que en él alcanza una dimensión totalmente nueva gracias a su interpretación iluminada de la tradición judía del Yom Kippur«.
Jesús, ¿un revolucionario?
La segunda cuestión disputada que aclara el Papa, según el cardenal Ouellet, afecta al mesianismo de Jesús. «Algunos exegetas modernos han hecho de Jesús un revolucionario, un maestro de moral, un profeta escatológico, un rabí idealista, un loco de Dios, un mesías en cierto sentido a imagen de su intérprete influenciado por las ideologías dominantes».
«La exposición de Benedicto XVI sobre este punto está difundida y bien arraigada en la tradición judía», aclaró. «Jesús declara ante el Sanedrín que es el Mesías, aclarando la naturaleza exclusivamente religiosa del propio mesianismo. Por este motivo, es condenado por blasfemo, pues se ha identificado con ‘el Hijo del Hombre que viene sobre las nubes del cielo».
El Papa subraya que el objetivo del mesianismo de Jesús es «instaurar el nuevo culto, la adoración en Espíritu y Verdad, que involucra a toda la existencia personal y comunitaria, como una entrega de amor por la glorificación de Dios en la carne», indicó el prefecto de la Congregación vaticana para los Obispos.
La expiación de los pecados
El tercer debate aclarado por el sucesor del apóstol Pedro afecta a la «redención y al lugar que en ella debe ocupar la expiación de los pecados. El Papa afronta las objeciones modernas a esta doctrina tradicional. Un Dios que exige una expiación infinita, ¿no es acaso un Dios cruel, cuya imagen es incompatible con nuestra concepción de un Dios misericordioso?».
Para responder a esta pregunta Joseph Ratzinger-Benedicto XVI «muestra cómo la misericordia y la justicia se dan de la mano en el marco de la Alianza querida por Dios. Un Dios que perdonara todo sin preocuparse de la respuesta que tiene que dar su criatura, ¿se estaría tomando en serio la Alianza y sobre todo el horrible mal que envenena la historia del mundo?»
Estas preguntas invitan «a la reflexión y en primer lugar a la conversión», siguió diciendo el cardenal Ouellet. «No es posible tener una visión clara de estas cuestiones últimas permaneciendo neutrales o manteniéndose a distancia. Es necesario implicar la propia libertad para descubrir el sentido profundo de la Alianza, que justamente compromete a la libertad de cada persona».
La conclusión de Benedicto XVI es perentoria: «El misterio de la expiación no debe ser sacrificado por ningún racionalismo prepotente».
El sacerdocio de Cristo
Otra cuestión disputada afrontada por el Papa es la del sacerdocio de Cristo. «Según las categorías eclesiales de hoy, Jesús era un laico revestido de una vocación profética. No pertenecía a la aristocracia del Templo y vivía al margen de esta institución fundamental para el pueblo de Israel. Este hecho ha llevado a muchos a considerar la figura de Cristo como totalmente ajena y sin ninguna relación con el sacerdocio. Benedicto XVI corrige esta interpretación apoyándose firmemente en la Carta a los Hebreos, que habla ampliamente del sacerdocio de Cristo».
«El Papa responde a las objeciones históricas y críticas mostrando la coherencia del sacerdocio nuevo de Jesús con el culto nuevo que vino a establecer en la tierra, obedeciendo a la voluntad del Padre. El comentario de la oración sacerdotal de Jesús es de una gran profundidad y lleva al lector a praderas que nunca había podido imaginar. La institución de la Eucaristía aparece en este contexto con una belleza luminosa que se refleja en la vida de la Iglesia como su fundamento y manantial perenne de paz y alegría».
La resurrección
La última cuestión disputada mencionada por el cardenal Ouellet es la cuestión central del cristianismo, la resurrección. Benedicto XVI lo reconoce sin pelos en la lengua: «La fe cristiana tiene sentido o desfallece en virtud de la verdad del testimonio según el cual Cristo resucitó de entre los muertos».
«El Papa se alza contra las elucubraciones exegéticas que declaran como compatibles el anuncio de la resurrección de Cristo y la permanencia de su cadáver en el sepulcro –explica Ouellet–. Excluye estas absurdas teorías observando que el sepulcro vacío, si bien no es una prueba de la resurrección, de la que nadie ha sido testigo, queda como un signo, un presupuesto, una huella dejada en la historia por un acontecimiento trascendente».
La importancia histórica de la resurrección se manifiesta en el testimonio de las primeras comunidades que dieron vida a la tradición del domingo como signo de identificación y pertenencia con el Señor.
«Si se considera la importancia que tiene el sábado en la tradición veterotestamentaria, basada en el relato de la creación y en el Decálogo, resulta evidente que sólo un acontecimiento con una fuerza sobrecogedora podía provocar la renuncia al sábado y su sustitución por el primer día de la semana», escribe el Papa.
Por eso, hace esta confesión: «Para mí, la celebración del Día del Señor, que distingue a la comunidad cristiana desde el principio, es una de las pruebas más fuertes de que ha sucedido una cosa extraordinaria en ese día: el descubrimiento del sepulcro vacío y el encuentro con el Señor resucitado».
El cardenal Ouellet concluyó su intervención lanzando la propuesta que hace Benedicto XVI al diálogo a los exegetas y expertos de la Sagrada Escritura para que su lectura se convierta en un encuentro con Jesús.