ROMA, domingo 20 de marzo de 2011 (ZENIT.org).- Los emigrantes católicos pueden ser auténticos “portadores de esperanza” en el mundo de hoy y por este motivo las asociaciones eclesiales deben ponerse totalmente a su servicio para ayudarlos a enfrentarse a los retos que, inevitablemente, deben afrontar.
Este es el mensaje que el Presidente del Consejo Pontificio de la Pastoral para los Emigrantes y los Itinerantes, el arzobispo Antonio María Vegliò, lanzó el pasado viernes en Amman (Jordania) durante el encuentro con las Organizaciones Católicas.
La visita pastoral del prelado a Jordania está dedicada a los problemas de la emigración, y prevé encuentros con representantes de las autoridades civiles y religiosas, embajadores y algunas Organizaciones No Gubernamentales dedicadas a la asistencia a los emigrantes y refugiados como el Jesuit Refugee Service (JRS) y Caritas.
“Acompañar a los trabajadores emigrantes y a las personas que se ven obligadas a moverse y a no vivir en su propia patria es muy difícil”, reconoció monseñor Vegliò. “Exige ser sensibles y estar atentos a su situación, y entender como sus necesidad cambian con el transcurso del tiempo”.
En este panorama, las asociaciones católicas “pueden ser un instrumento precioso para dar a los emigrantes no sólo el apoyo material y espiritual para hacer frente a sus necesidades, sino también supone la oportunidad de compartir y de dar”, prosiguió.
“Parte de la misión de las asociaciones católicas entre los emigrantes católicos es caminar con ellos para que puedan sentirse parte de la Iglesia y convertirse en miembro maduros. La Palabra de Dios y los sacramentos ayudarán a coger fuerzas para vivir plenamente su vocación cristiana”.
Recurso precioso
“Si están preparados y acompañados adecuadamente, los emigrantes católicos pueden ser una luz en la oscuridad, portadores de esperanza en el mundo, un testimonio viviente y fiel en lugares en que el cristianismo es desconocido para muchos”, subrayó monseñor Vegliò.
“Pueden ser verdaderos y eficaces agentes de evangelización, más con una auténtica vida cristiana que con palabras”.
Las asociaciones católicas, por su parte, “pueden ser instrumentos apropiados para ayudar a los emigrantes para acceder a los servicios que podrían ayudarles a defender sus propios derechos”, ayudándoles a prepararse “al diálogo, sobre todo ‘al diálogo de la vida’”.
“La presencia pastoral significa bienvenida, respeto, protección, promoción y amor auténtico a toda persona en sus expresiones religiosas y culturales. Es un don y un reto. La dedicación a esta vocación, el compromiso con los que son obligados a trasladarse, puede contribuir a un mundo mejor y más humano”.
Jordania
El prelado se ha referido después a la situación específica de Jordania, observando que aunque el país se ha adherido a varias convenciones internacionales sobre lo derechos humanos aplicables también a los emigrantes internacionales, a menudo los trabajadores inmigrantes “no conocen sus derechos básicos, ni los relativos a las leyes nacionales y a las normas internacionales”.
En el país, continuó, hay cerca de 500.000 refugiados provenientes de Iraq, “considerados visitantes temporales, que no tienen un estatus legal claro” y que afrontan a menudo dificultades para renovar su visado.
Esto les lleva a vivir con bastante frecuencia “en situaciones económicas precarias”, que aumentan los riesgos del trabajo infantil o la prostitución y la “perspectiva a ser obligados por las circunstancias a emprender un retorno ‘voluntario’ a Iraq”.
“Los hombres adultos que no pueden trabajar y proveer a sus familias, sufren depresiones, ansia y enfermedades crónicas”, indicó subrayando que “sería una mejora si se pudiese establecer un marco legal temporal para la defensa de los refugiados de manera que estos pudiesen trabajar sin miedo a ser arrestados o repatriados a la fuerza”.
“Es relativamente fácil analizar la situación desde el exterior”, reconoció monseñor Vegliò, pero “es totalmente distinto cuando se debe responder a las personas que se te sientan delante, mirándolas a los ojos y dándoles negativas o comunicándoles que hay pocas posibilidades de soluciones a sus problemas”.
Y es algo completamente distinto “cuando comparten con vosotros como sus hijos sufren todavía los hechos violentos y viven en el miedo despertándose cada noche, cómo se siente viviendo durante años sin esperanza de una vida digna, qué se siente ser deshumanizado y cuánto daño hace no ser considerado un ser humano”, dijo a los miembros de las organizaciones católicas.
Acción eclesial
En esta situación, la Iglesia y sus organizaciones deben “colaborar y desarrollar estrategias y acciones combinadas”.
A menudo, reconoció el prelado, las organizaciones caritativas católicas “se convierten dependientes de recursos no católicos para su propia financiación”.
A veces también existe competencia entre ellas para encontrar fondos”, indicó, subrayando la existencia del “peligro de que una organización se dé cuenta de donde vienen sus fondos y escuche sólo estas voces, de manera que los donantes establezcan sus políticas”.
En este caso, destacó que, existe el riesgo de que una organización sea “dirigida por el donante” en vez de ser “dirigida por la misión”, “poniendo en duda su propia identidad”.
La cuestión primaria, concluyó monseñor Vegliò, “es como se expresa la solidaridad, la hospitalidad y el compromiso pastoral de la Iglesia”, con respecto a los trabajadores inmigrantes.
“Es necesario por tanto, dar los pasos para que la Iglesia local pueda afrontar este reto de amor”.
Por Roberta Sciamplicotti. Traducción del italiano por Carmen Álvarez