RABAT, jueves 31 marzo de 2011 (ZENIT.org).- Los obispos católicos del norte de África (Marruecos, Algeria, Túnez, Libia), unen la llamada del Papa, realizada el pasado 27 de mazo, a una solución diplomática en Libia y destacan que tal intervención debe “tener en cuenta las aspiraciones a la libertad y a la ciudadanía responsable”.
Monseñor Vincent Landel, arzobispo de Rabat y presidente de la Conferencia episcopal de las Regiones del Norte de África (CERNA), explica, en esta entrevista a ZENIT, cómo nació la revolución en la tierra de Gheddafi y las aspiraciones de los jóvenes, verdaderos promotores del cambio. Una propuesta, finalmente, para frenar a los enormes flujos migratorios de los últimos meses, exacerbados por los acontecimientos del continente africano.
- Muchos observadores hablan de una primavera del mundo árabe que ha cogido por sorpresa a Occidente. ¿Usted que opina?
Monseñor Landel: Creo que se trata realmente de una “primavera” porque es algo que se ve que quiere nacer. Y como en todo nacimiento se dan unas fases que hay que atravesar y problemas que hay que superar, especialmente por parte de quienes están en dificultad ya que nunca han tenido la oportunidad de expresarse. En todo este tiempo, Occidente se ha entretenido en especulaciones sobre las sucesiones al poder en este o en este otro país, sin embargo, quizás sin comprender suficientemente lo que estaba sucediendo en esas tierras, donde comenzaban a surgir y organizarse, estos espíritus vivos y lúcidos.
Demasiado cerrado en el aspecto “político”, Occidente, con otras palabras, no ha sabido analizar todas las dificultades sociales que se iban imponiendo. Y aunque no se puede negar que esté en juego el elemento político, lo que ha hecho desbordar el vaso en todo esto ha sido el descontento social. Ha sorprendido que en esta fuerte expresión de voluntad popular, los manifestantes no se han dejado instrumentalizar por este o este otro partido, sea político o religioso. Han sabido estar vigilantes, pasando a través de una “purificación política y social”. No se han dejado seducir ni comprar.
- Detrás de estas insurrecciones está el pueblo, sino todo, al menos una categoría muy concreta de personas: los jóvenes, diplomados y en paro, frustrados, sin trabajo, sin una casa, sin perspectivas de futuro.
Monseñor Landel: Es verdad, no está todo el pueblo, porque en cada país hay personas que se aprovechan del régimen existente o que no están preparadas para el cambio. Sin embargo el motivo de estos cambios fue “la llamada a la libertad, a la dignidad, a la justicia” de personas que, obligadas a la sumisión, han decidido convertirse en ciudadanos responsables. No ha habido nunca un deseo de restricción religiosa. Son los jóvenes sin trabajo y diplomados, los representantes de todos los excluidos de la sociedad que no tienen trabajo, una vivienda digna y no tienen siempre una buena educación. Como también lo es la clase media, que aunque tiene una ocupación, no esta en el poder y ve cerrarse su futuro en el horizonte.
El reino de la corrupción y del clientelismo ha destruido mucha buena voluntad y por otra parte un poder ciego fue el origen del gesto del joven graduado que se prendió fuego en Túnez. Sin embargo, en general, se ha desarrollado de forma no violenta, (con excepción de Libia), también cuando algunas fuerzas del viejo régimen han intervenido a disciplinar el orden. En los demás países en los que hoy se está realizando la “revolución”, por desgracia parece que el ruido de las armas se ha hecho oír muy rápidamente. ¿Por qué? En Libia, la situación es ligeramente diversa porque somos una nación de “tribus”, por tanto la protesta social se ha mezclado con una lucha entre clanes, sobre todo entre aquellos que están en el poder y los demás, los que retienen la riqueza y los que por el contrario son pobres. Libia, con otras palabras, está delante de este movimiento, no ha tenido la fortuna de ser una nación unida, y esto por causa de las divisiones tribales.
Hay que decir, sin embargo, que han sido el medio de construcción de esta nueva mentalidad “democrática”. La gente observa lo que sucede en todas partes, ve que en otros países hay libertad de palabra y que la diferencia de opinión puede ser una riqueza. El pensamiento crítico ha comenzado por tanto, a funcionar y no se sabe aceptar un poder que se impone sin consenso, sin compartir y que se convierte en opresor. En Marruecos, el sistema de gobierno, a partir del discurso del Rey Mohammed VI del pasado 9 de marzo, ha tomado en consideración la idea de aplicar un paquete de reformas. Cierto, que como en muchos lugares el riesgo es querer todo ya, transformaciones políticas y desarrollo social. Es necesario, sin embargo, dar tiempo al tiempo.
- Las relaciones entre los cristianos y los musulmanes: según usted ¿están unidos en la lucha por la democracia y la recomposición de las injusticias sociales?
Monseñor Landel: Según lo poco que sé de Oriente Medio, estas “revoluciones” no han tocado nunca la esfera religiosa. También en Egipto hemos visto a jóvenes musulmanes y cristianos manifestarse en la misma plaza, orgullosos de su propia fe y de su ciudadanía. Son los egipcios por tanto, en su totalidad, los que han hecho caer el régimen. En muchos países occidentales se tiene miedo, sin embargo, que los partidos religiosos extremistas puedan tomar el poder. Yo, en realidad, pienso que los jóvenes no están dispuestos a dejarse robar su propia revolución. Quizás “extremistas” han sido, pero cuando había un régimen autoritario. En esta nueva realidad se están convirtiendo, sin embargo, en mucho más moderados.
En todas partes, en Oriente Medio, se es cristiano y ciudadano, con los mismos derechos y deberes que los musulmanes y otros de confesiones distintas. Sin embargo, en los países del Magreb (Libia, Túnez, Algeria, Marruecos), los cristianos son de hecho “extranjeros” y por tanto no pueden ser considerados propiamente ciudadanos. Además, los cristianos del Magreb son una pequeñísima minoría que llega a estas tierras sólo por un breve periodo de tiempo, por razones de trabajo o de estudio. Aquí los cristianos están implicados en el desarrollo del país, comprometidos con una mayor justicia social: aspiran a un derecho de ciudadanía democrática de la cual no pueden disfrutar.
Dicho esto, cada uno desde su sitio, hay un respeto recíproco. Y no serán estos sucesos los que destruirán los lazos tejidos a través de los años. Y también aunque esta palabra ha sido usada en ambas costas del Mediterráneo, no hablamos de “cruzada”. Es verdad que, para un árabe, el occidental es un cristiano. Y que para un occidental, el árabe es necesariamente musulmán, sin embargo son atajos falsos. No transformemos lo que está sucediendo en una “guerra de religiones”.
- Estos sucesos han provocado traslados de poblaciones: en efecto la crisis del mundo árabe ha acelerado el proceso de migración y más de 8.500 personas desembarcaron en Italia del pasado enero, mientras que otros se arriesgan a no ser bien acogidos. Usted ¿Qué políticas migratorias -extremadamente concretas y realizables- sugiere?
Monseñor Landel: Es verdad, sobre todo en el caso de Libia, que tenían una Embajada de referencia volvieron al propio país sin embargo “los más pobres entre los pobres”, entre los que los etíopes, los eritreos y los muchos sub-saharianos se encuentran en Libia no por trabajo sino por estar en tránsito hacia Europa. Y así ahora están dando vueltas por las calles, esperando encontrar un contrabandista que les permita atravesar el mar.
- Desde Egipto y desde Túnez, muchos trabajadores han conseguido alcanzar las costas italianas y tantísimos otros están llegando. ¿Podemos, sin embargo, culpar a las personas que no teniendo nada de lo que vivir, buscan un f uturo en Europa, poniendo su esperanza en poder sostener a las familias y la educación de sus propios hijos?
Monseñor Landel: Se trata de un drama que no terminará hasta que una cierta justicia internacional no se ejerza. Los que dejan África no cuentan con la generosidad de los europeos: hasta que el dinero no sea repartido equitativamente entre las naciones y las personas, continuaremos encontrando estas situaciones y por otra parte en el inicio del siglo pasado, los italianos llegaban a Francia por los mismo motivos, pero eran cristianos. Debe haber una justicia internacional que ayude a los países africanos a seguir hacia delante. Se necesita sólo un cambio de mentalidad.
Cuando enciendo la televisión para sintonizar los canales occidentales y veo manifestaciones y huelgas en acción para pedir aumentos salariales, un poder de adquisición sostenible, mejores escuelas y condiciones de trabajo y de salud más justas, entonces me digo a mí mismo que probablemente son razones válidas. Pero, no obstante, si estas personas pudiesen pasar un mes en África quizás su actitud cambiaría.
Es verdad, hay corrupción, clientelismo y muchas otras cosas, pero ¿no las hay también en Occidente? Hasta que no aceptemos compartir la riqueza del mundo, las migraciones continuarán. Y si somos cristianos, no hay razones mejores que esta: compartir todo, no sólo lo superfluo. Lo que caracteriza, sin embargo, a los emigrantes actuales es que la mayoría de estos es musulmana y en nuestra mente un musulmán es un extremista, un terrorista. ¡Cómo se puede acoger a nadie si se tiene miedo!. También en este caso es necesario vivir una gran conversión. Nosotros cristianos que tenemos la fortuna de vivir en un país musulmán podemos aseguraros que vivimos en paz y en serenidad los muchos encuentros que nos enriquecen.
- La intervención de los occidentales continúa dividiendo. Las divisiones en el interior de la comunidad internacional permanecen y, nos guste o no -como usted ha dicho en un comunicado- la guerra en Oriente Medio será percibida siempre como una “cruzada”. ¿Desde donde es necesario iniciar para dialogar y intentar encontrar una solución pacífica?
Monseñor Landel: Sí, hemos usado el término “cruzada”en la declaración de la Conferencia episcopal de la Región del Norte de África (CERNA), y lo hemos hecho porque ha sido usado en ambas costas del Mediterráneo, pero nuestro intento no es hacer una cuestión de guerra de religión. Se trata simplemente de una llamada urgente a una mayor libertad, dignidad y justicia y de un fuerte reclamo a convertirse en ciudadanos responsables y no dirigidos. Pero en nuestro caso, quiero afirmar, tras la estela de cuanto ha dicho el Santo Padre, que “la guerra no resuelve nada y cuando explota es incontrolable como una explosión de un reactor nuclear”. ¿Porque “sentarse en la misma mesa no es la única manera de conseguir juntos renovar los lazos que se rompieron y recomponer un tejido social que deje de lado la venganza y odio?”.
Por Mariaelena Finessi. Traducción del italiano por Carmen Álvarez