CIUDAD DEL VATICANO, viernes 19 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- Cristianos y musulmanes valoran mucho la dimensión espiritual de la persona humana, se preocupan por transmitir los valores humanos y morales a los jóvenes, y no pueden dejar de denunciar las discriminaciones que sufren los creyentes hoy.
Lo indica el Mensaje que el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso envió a los musulmanes con motivo del final del Ramadán, hecho público este viernes.
“No podemos más que denunciar todas las formas de fanatismo y de intimidación, los prejuicios y las polémicas, así como las discriminaciones de las que a veces son objeto los creyentes en la vida social y política y en los mass media”, señala el texto.
El Mensaje, titulado Cristianos y musulmanes: promover la dimensión espiritual del hombre, destaca que “la relación de todas las personas con la trascendencia no es un momento de la historia, pertenece a la naturaleza humana”.
“¡Nosotros no creemos en el azar, estamos convencidos –lo experimentamos- de que Dios hace nuestro camino!”, recuerdan los representantes vaticanos a los musulmanes de todo el mundo.
Firman el mensaje el presidente y el secretario del consejo vaticano, el cardenal Jean-Louis Tauran y el arzobispo Pier Luigi Celata respectivamente, quienes valoran los ayunos y sacrificios del Ramadán, expresando su deseo de que “los esfuerzos generosamente realizados durante este mes traigan todos los frutos espirituales esperados”.
La dimensión espiritual de la persona, recuerdan, es “una realidad que nuestras dos religiones consideran de primordial importancia, frente a los desafíos planteados por el materialismo y la secularización”.
“Cristianos y musulmanes, más allá de sus diferencias, reconocen la dignidad de la persona humana dotada de derechos y deberes”, constatan.
“Piensan que la inteligencia y la libertad son dones que deben incitar a los creyentes a reconocer estos valores que son compartidos porque están fundamentados en la misma naturaleza humana”, añaden.
De esa base compartida, indican, se deriva su preocupación común por “la transmisión de estos valores humanos y morales a las jóvenes generaciones”.
“Nos corresponde hacerles descubrir que existe el bien y el mal, que la conciencia es un santuario a respetar, que cultivar la dimensión espiritual hace más responsable, más solidario, más disponible para el bien común”, afirma el Mensaje.
Y concluye: “Cristianos y musulmanes son demasiado a menudo testimonios de la violación de lo sagrado, de la desconfianza de la que son objeto los que se dicen creyentes”.