Un Vía Crucis de belleza muy española

Para ponerse al servicio del necesitado

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MADRID, sábado 20 de agosto de 2011 (ZENIT.org).– Un Vía Crucis de una belleza muy española –por las escenas de la Pasión y el acompañamiento musical – fue propuesta al Papa y a los jóvenes del mundo este viernes por la tarde, en recuerdo del Viernes Santo, explicó Benedicto XVI a su llegada a la Plaza de Cibeles de Madrid en este encuentro clave de la XXVI JMJ.

Cada una de las estaciones del vía crucis, desde el arresto de Jesús hasta su colocación en el sepulcro, estaba representada por grandes estatuas vestidas de tejidos preciosos, según las tradiciones de la Semana Santa en España. Algunas databan del siglo XVII y del XVIII y eran obras de escultores de renombre.

Un Vía Crucis diferente a los demás

Estas catorce escenas diferían ligeramente de las escenas habituales meditadas en el Vía Crucis, como la “soledad de la Virgen María” de la catorceava estación.

Comenzaron por la Última Cena ante la imagen de la institución de la eucaristía llegada de Murcia (1763).

Siguieron “el beso de Judas” (Málaga, 1963), la negación de Pedro (1958, Orihuela), la condena de Jesús a muerte (1625, Madrid), Jesús con la cruz a cuestas (1942, Madrid), la caída de Jesús bajo el peso de la cruz (1942, Úbeda) y Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz (1630, León).

Verónica limpia el rostro de Jesús (1957, Jerez de la Frontera), Jesús es despojado de sus vestimentas (1986, Granada), Jesús clavado en la cruz (1885, Zamora), Jesús muerto en la cruz (el Cristo llamado “de la buena muerte”, 1942, Málaga) y el descendimiento de la cruz del cuerpo de Jesús (1945, Cuenca) fueron las imágenes sucesivas.

Y finalmente, Jesús en brazos de su Madre (1625, Valladolid), la colocación de Jesús en el sepulcro (Segovia, 1625) y la soledad de la Virgen María (1674, Sevilla): la estatua conocida como la “Sevillana”).

Esta celebración puede revivirse a través de los videos del Vaticano disponibles en la web de la JMJ de Madrid.

Para marcar este tiempo de meditación en la Pasión de Cristo, el Papa iba revestido con el color rojo, como en Viernes Santo.

La cumbre de la JMJ está configurada, de hecho, como el triduo de Pascua: una Pascua en pleno mes de agosto, con el dolor de la Pasión de Cristo, el viernes, y el “preludio de la resurrección”, destacó el Papa, hasta el domingo, día de la fiesta de la resurrección, cada semana, para los cristianos.

Este Vía Crucis empezó en la Plaza de Colón y terminó en la Plaza de Cibeles donde se encuentra el podio del Papa para estos días.

Jóvenes de distintos países que sufren especialmente llevaron durante toda la meditación la Cruz de las JMJ, regalada por Juan Pablo II a los jóvenes.

Los sufrimientos de los jóvenes

Entre las intenciones de oración de este Vía Crucis gigante, en la novena estación, que representaba a Jesús despojado de sus vestiduras, se oró por las víctimas de abusos sexuales.

Por los altavoces, se escuchó que Jesús se compadece del sufrimiento de las víctimas de los genocidios humanos en los que el hombre se muestra en su violencia brutal, se compadece con las violaciones y los abusos sexuales y los crímenes contra los niños y los adultos.

El Vía Crucis también recordó a los jóvenes que sufren por la guerra, por conflictos fratricidas, persecuciones por su fe, marginación o dependencia de la droga; a las víctimas del aborto, del terrorismo, de catástrofes naturales, del paro y de la crisis económica.

“Fiesta del perdón”

Fue también una preparación a la “fiesta del perdón” de este sábado: el perdón de los pecados fue otorgado hoy por el mismo Papa a algunos jóvenes en el sacramento de la penitencia y de la reconciliación.

Los sacerdotes han recibido para la ocasión el poder de perdonar pecados como el aborto. Centenares de confesonarios en forma de vela de barco blanca se han instalado para los sacerdotes que estarán a disposición de los jóvenes.

Al final del vía crucis, el Papa pronunció una breve homilía en la que se refirió a los comentarios realizados por las Hermanitas de la Cruz, que sirven a los más pobres y necesitados.

Estos comentarios permitieron ayer entrar en el misterio de la cruz gloriosa de Cristo, que encierra la verdadera sabiduría de Dios, la que juzga al mundo, a los que se creen sabios.

La belleza al servicio de la fe

“También nos ha ayudado en este itinerario hacia el Calvario la contemplación de estas extraordinarias imágenes del patrimonio religioso de las diócesis españolas”, destacó Benedicto XVI en su discurso.

“Son imágenes donde la fe y el arte se armonizan para llegar al corazón del hombre e invitarle a la conversión”, indicó.

Y explicó que “cuando la mirada de la fe es limpia y auténtica, la belleza se pone a su servicio y es capaz de representar los misterios de nuestra salvación hasta conmovernos profundamente y transformar nuestro corazón, como sucedió a Santa Teresa de Jesús al contemplar una imagen de Cristo muy llagado”.

Después interrogó a los jóvenes sobre su respuesta al amor de Cristo que da su vida por ellos: “Ante un amor tan desinteresado, llenos de estupor y gratitud, nos preguntamos ahora: ¿Qué haremos nosotros por él? ¿Qué respuesta le daremos?”.

Y respondió citando a san Juan: “La pasión de Cristo nos impulsa a cargar sobre nuestros hombros el sufrimiento del mundo, con la certeza de que Dios no es alguien distante o lejano del hombre y sus vicisitudes”.

Estar cerca del necesitado

“Queridos jóvenes, que el amor de Cristo por nosotros aumente vuestra alegría y os aliente a estar cerca de los menos favorecidos”, exhortó.

Y añadió: “Vosotros, que sois muy sensibles a la idea de compartir la vida con los demás, no paséis de largo ante el sufrimiento humano, donde Dios os espera para que entreguéis lo mejor de vosotros mismos: vuestra capacidad de amar y de compadecer”.

Para Benedicto XVI, “la cruz no fue el desenlace de un fracaso, sino el modo de expresar la entrega amorosa que llega hasta la donación más inmensa de la propia vida”.

El Pontífice invitó también a los jóvenes a confiarse a la oración de la Virgen María, “en particular cuando pasemos por la noche del dolor, para que alcancemos a mantenernos como Ella firmes al pie de la cruz”.

A estas reflexiones siguieron manifestaciones de entusiasmo; algunos jóvenes habían llegado el viernes y veían al Papa por primera vez.

Parecía que no querían dejarle marchar. El Obispo de Roma les miró sonriendo y les dirigió signos amistosos desde su blanco coche panorámico.

Los jóvenes continuaron ovacionándole y coreando y cantando, algunos hasta perder la voz: “Esta es la juventud del Papa”, “Benedicto” o “Viva el Papa”, se escuchaba, junto a aplausos, por kilómetros jalonados de banderas y alegres pancartas, así como cantos ante la nunciatura a su llegada, escoltado por las cámaras, mientras la noche, vibrante, caía sobre Madrid iluminado.

[Por Anita S. Bourdin]

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ZENIT Staff

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