ROMA, jueves 25 de agosto de 2011 (ZENIT.org).- Poco después de un mes después del dramático llamamiento lanzado el domingo 17 de julio por Benedicto XVI con ocasión de la oración mariana del Ángelus, continua la catástrofe humanitaria en el Cuerno de África, en particular en la ya martirizada Somalia. Después del Bakool Meridional y la Baja Shabelle (especialmente los distritos de Balcad y Cadale), la de Benadir, que comprende el área de la capital Mogadiscio, y el llamado corredor de Afgoye.
Y todo indica que las cosas no cambiarán pronto. “No cometamos el error de creer que lo peor ha pasado”, advirtió en Ginebra el portavoz del Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR), Adrian Edwards (Agencia EFE, 12 de agosto). «La situación no mejorará al menos hasta enero”, confirmó a su vez la coordinadora de las intervenciones humanitarias de la Fundación Cooperación Internacional (COOPI) en Somalia, Gemma Sammartin (Repubblica.it, 4 de agosto).
La emergencia se extiende también al norte de Somalia, en particular al Puntland, es decir, la región semi autónoma que forma la punta extrema del África oriental. «Las poblaciones han perdido el 85% del ganado por la sequía, y el porcentaje de malnutrición aguda ha llegado al 25% en los campos de refugiados de Bosaso, y al 23,6% en la región del Karkaar», declaró Daniele Timarco, de Save the Children Italia.
Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, UNICEF, disponibles en su web (www.unicef.it, 17 de agosto), al menos 12,4 millones de personas afectadas por la sequía en los cuatro países tienen “necesidad inmediata, urgente de ayuda humanitaria”. Las estimaciones hablan de hecho de 4,8 millones de personas en el este de Etiopía, 3,7 millones en Somalia (de las cuales 2,8 millones en el sur del país), otros 3,7 millones en el nordeste de Kenia y, finalmente, 165.000 en el pequeño Yibuti.
Siempre según UNICEF, sólo en Somalia 1,85 millones de niños necesitan asistencia y más de 780.000 resultan desnutridos, de los cuales 640.000 en las zonas meridionales. De este último grupo, 310.000 niños – es decir, casi la mitad – sufren malnutrición aguda grave. En todo el Cuerno de África, 600.000 niños están en peligro inmediato de muerte, al estar afectados por malnutrición grave. «Se calcula – se lee en el Situation Report de Caritas Somalia, enviado a la agencia Fides (20 de agosto) – que cada once semanas muere el 10% de la población somalí por debajo de los 5 años».
Mientras tanto, prosigue el éxodo de los refugiados. Los datos del UNHCR, que la semana pasada había lanzado un nuevo portal web para la emergencia en el Cuerno de África [1], impresionan. Basta pensar en la situación de Dadaab, la polvorienta ciudad en el nordeste de Kenia, que acoge actualmente el más grande complejo de campos de refugiados. Según las estimaciones de la agencia de la ONU, los diversos campos de Dadaab – Ifo, Dagahaley y Hagadera, más la llamada «Extension Ifo», con los sectores Ifo 2 e Ifo 3 – acogen a casi 440.000 refugiados somalíes, una cifra que supera el número de habitantes de ciudades italianas como Bari (320.000). Huyendo de la carestía, la sequía y la violencia en su país, actualmente más de 140.000 somalíes han llegado este año a Kenia, de los cuales 70.000 en los meses de junio y julio (www.unhcr.it, 19 de agosto).
La constante afluencia de refugiados pone a las organizaciones humanitarias ante una tarea inmensa. La situación higiénica y sanitaria en los campos superpoblados está a menudo al límite, con todas las consecuencias, como lo demuestra la aparición de enfermedades como el cólera, el sarampión y la tos ferina. En el complejo de campos de Dollo Ado (Etiopía), por ejemplo, se han registrado, según el UNHCR, 166 casos sospechosos de sarampión, y 15 fallecimientos ligados a esta enfermedad.
Para afrontar esta enésima emergencia, las agencias internacionales han lanzado una serie de programas de vacunación masiva. Precisamente en el complejo de Dollo Ado, concluyó la semana pasada en el campo de Kobe una primera campaña de inmunización contra el sarampión en todos los niños de la franja de edad de los 6 meses a los 15 años, y se ha puesto en marcha una segunda en el sitio de Melkadida, que con sus 40.000 prófugos es el más grande de Etiopía.
Otro desafío para los agentes humanitarios es la continua violencia. El viernes 5 de agosto, un tiroteo sucedido durante la distribución de alimento en el mayor campo de refugiados de la capital somalí Mogadiscio, Badbado, provocó una decena de víctimas, Según algunos testigos, la violencia estalló cuando soldados gubernamentales o milicianos cercanos al débil gobierno de transición intentaron robar una parte de las casi 300 toneladas de ayuda del Programa Alimentario Mundial (WFP). El primer ministro somalí, Abdiweli Mohamed Ali, visitó el lugar y se declaró “profundamente disgustado» (guardian.co.uk, 5 de agosto).
Violencia y abusos afectan también a los prófugos somalíes, que tras haber caminado durante días y noches enteras, consiguen llegar a los campos de Kenia o Etiopía. Un nuevo informe de Human Rights Watch (HRW), publicado este mes bajo el título ‘You Don’t Know Who to Blame’. War Crimes in Somalia [2], denuncia abusos contra los derechos humanos cometidos incluso por parte de las tropas del AMISOM (la misión de la Unión Africana en Somalia) y de la policía keniata. No faltan noticias sobre mujeres somalíes violadas en Dadaab y alrededores por policías keniatas.
Un capítulo aparte son los combatientes del movimiento islámico extremista al-Shabab, que se han retirado de Mogadiscio, permitiendo a las tropas gubernamentales extender el control a toda la capital, la cual, según las estimaciones, acoge a cerca de 475.000 refugiados internos, de los que 100.000 han llegado en los últimos meses. “Me pregunto si la de Shabab no es una retirada estratégica para hacer confluir en Mogadiscio las ayudas humanitarias, para después volver de repente y tomar una parte, o más bien sus dirigentes han advertido la fortísima presión internacional (…) y han decidido dejar temporalmente la escena de la capital somalí», explicó a Fides (8 de agosto) monseñor Giorgio Bertin, obispo de Yibuti y administrador apostólico de Mogadiscio.
La ONG estadounidense International Christian Concern (ICC), que denuncia la persecución de los cristianos en el mundo, acusa por otro lado a los milicianos de al-Shabab de negar deliberadamente, a los cristianos que viven en los territorios controlados por ellos, el acceso a las ayudar o la posibilidad de huir a zonas bajo control gubernamental, un movimiento que forma parte de una estrategia para erradicar el cristianismo de Somalia. «Cualquier somalí sospechoso de ser cristiano o amigo de un cristiano, no recibe ayuda humanitaria alguna», afirmó el jefe de una iglesia clandestina (ICC, 15 de agosto). Según fuentes locales, al menos 18 cristianos han muerto de inanición en las ciudades de Afgoye, Baidawa y Kismayo, tras haber sido excluidos de las ayudas humanitarias.
Como es sabido, los al-Shabab, que el pasado verano vetaron a tres agencias humanitarias cristianas acusándolas de ser misioneras, se han mostrado siempre feroces ante los cristianos. Basta recordar las impactantes imágenes del degüello en 2008 de un convertido al cristianismo, el joven de 25 años Mansur Mohammed, por parte de los milicianos islámicos.
Mientras tanto, la comunidad cristiana internacional mantiene, junto a las demás agencias humanitarias, su compromiso en favor de las poblaciones afectadas. Mientras Cáritas Somalia está coordinando las ayudas procedentes de las demás Cáritas del mundo, la organización católica irlandesa Trócaire asiste a cerca de 220.000 personas
en el centro-sur de Somalia (Fides, 20 de agosto). Por su parte, los obispos católicos de Kenia lanzaron hace unas semanas un fondo de emergencia – el Catholic Charity Emergency Fund – y han dirigido un llamamiento para suscripciones a favor de esta iniciativa (Fides, 4 agosto).
En nombre del Papa Benedicto XVI, el Consejo Pontificio Cor Unum ha enviado una “sustanciosa ayuda” a 5 diócesis de Kenia y a 6 diócesis de Etiopía, que “están afrontando la emergencia humanitaria con los pocos medios que tienen a su disposición. Lo declaró el secretario del dicasterio, monseñor Giampietro Dal Toso, en una entrevista a Radio Vaticano (12 de agosto). «La presencia de la comunidad internacional está garantizada, pero lo repito, creo que la atención debe estar siempre dispuesta, porque actualmente es la crisis financiera la que ocupa la mayor parte de la información. Pero en estos países, y en muchos otros del mundo, hay gente que muere de hambre, y en el tercer milenio esto es inadmisible», afirmó el prelado.
[1] http://data.unhcr.org/horn-of-africa/ [2] http://www.hrw.org/sites/default/files/reports/somalia0811webwcover.pdf
Por Paul De Maeyer, traducción del italiano por Inma Álvarez