CIUDAD DEL VATICANO, jueves 22 diciembre 2011 (ZENIT.org).- A las 11 de esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, Benedicto XVI recibe en audiencia a los cardenales, los miembros de la Curia Romana y de la Casa de Gobierno de la Ciudad del Vaticano para la presentación de los augurios natalicios. En el encuentro, tras las palabras de saludo al santo padre del cardenal Angelo Sodano, decano del Colegio Cardenalicio, el papa dirigió a los presentes un discurso en el que hizo balance del año eclesial. Se detuvo especialmente en la Jornada Mundial de la Juventud en Madrid este verano.
“Vivimos hoy en un momento especialmente intenso. La santa Navidad está ya muy cerca y lleva a la gran familia de la Curia romana a reunirse para este hermoso intercambio de felicitaciones, que conllevan el deseo recíproco de vivir con alegría y auténtico fruto espiritual la fiesta de Dios que se hizo carne y puso su morada entre nosotros”, inició su discurso el papa.
Tras agradecer a los presentes su dedicación a la Iglesia, afrontó la crisis económica y financiera que vive especialmente Europa. Una crisis, dijo, que, en última instancia, “se funda sobre la crisis ética que amenaza al Viejo Continente”.
“Aunque no están en discusión algunos valores como la solidaridad –añadió–, el compromiso por los demás, la responsabilidad por los pobres y los que sufren, falta con frecuencia, sin embargo, la fuerza que los motive, capaz de inducir a las personas y a los grupos sociales a renuncias y sacrificios”.
De esta crisis, dijo, “surgen preguntas muy fundamentales: ¿Dónde está la luz que pueda iluminar nuestro conocimiento, no sólo con ideas generales, sino con imperativos concretos? ¿Dónde está la fuerza que lleva hacia lo alto nuestra voluntad? Estas son preguntas a las que debe responder nuestro anuncio del Evangelio, la nueva evangelización, para que el mensaje llegue a ser acontecimiento, el anuncio se convierta en vida”.
Para el papa, el gran tema de este año, como también de los siguientes, es “cómo anunciar el Evangelio”.
“¿De qué manera la fe, en cuanto fuerza viva y vital, puede llegar a ser hoy realidad?, se preguntó, afirmando que “todos los acontecimientos eclesiales del año que está por concluir han estado relacionados en definitiva con este tema”.
Recordó los viajes a Croacia, a España, a Alemania, y a Benín. Califcó también de “inolvidables” los viajes a Venecia, San Marino, Ancona y Calabria. Sin olvidar el encuentro entre las religiones y entre las personas en búsqueda de verdad y de paz en Asís: “Una jornada concebida como un nuevo impulso en la peregrinación hacia la verdad y la paz”.
La institución del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, dijo, “nos remite anticipadamente al Sínodo que sobre el mismo tema tendrá lugar en el próximo año”. “También tiene que ver con ello el Año de la Fe, en recuerdo del comienzo del Concilio, hace cincuenta años”, añadió.
Tuvo palabras llenas de afecto para los africanos: “…el encuentro en África con la gozosa pasión por la fe ha sido de gran aliento. Allí no se percibía ninguna señal del cansancio de la fe, tan difundido entre nosotros, ningún tedio de ser cristianos, como se percibe cada vez más en nosotros. Con tantos problemas, sufrimientos y penas como hay ciertamente en África, siempre se experimentaba sin embargo la alegría de ser cristianos, de estar sostenidos por la felicidad interior de conocer a Cristo y de pertenecer a su Iglesia. De esta alegría nacen también las energías para servir a Cristo en las situaciones agobiantes de sufrimiento humano, para ponerse a su disposición, sin replegarse en el propio bienestar. Encontrar esta fe dispuesta al sacrificio, y precisamente alegre en ello, es una gran medicina contra el cansancio de ser cristianos que experimentamos en Europa”.
Y calificó de “magnífica experiencia” la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, otra “medicina contra el cansancio de creer”. “Ha sido una nueva evangelización vivida”, afirmó.
“Cada vez con más claridad se perfila en las Jornadas Mundiales de la Juventud un modo nuevo, rejuvenecido, de ser cristiano”, un modo de ser que sintetizó en cinco puntos.
Primero, “hay una nueva experiencia de la catolicidad, la universalidad de la Iglesia. Esto es lo que ha impresionado de inmediato a los jóvenes y a todos los presentes: venimos de todos los continentes y, aunque nunca nos hemos visto antes, nos conocemos”.
Segundo: “De aquí nace después un modo nuevo de vivir el ser hombres, el ser cristianos. Una de las experiencias más importantes de aquellos días ha sido para mí el encuentro con los voluntarios de la Jornada Mundial de la Juventud”, “Al final, estos jóvenes estaban visible y ‘tangiblemente’ llenos de una gran sensación de felicidad”, “Estos jóvenes han hecho el bien –aun cuando ese hacer haya sido costoso, aunque haya supuesto sacrificios– simplemente porque hacer el bien es algo hermoso, es hermoso ser para los demás”.
Tercero: La adoración. Recordó momento de adoración en sus viajes Hyde Park, Zagreb y Madrid, “tras el temporal que amenazaba con estropear todo el encuentro nocturno, al no funcionar los micrófonos”.
“Dios es omnipresente, sí. Pero la presencia corpórea de Cristo resucitado es otra cosa, algo nuevo. El Resucitado viene en medio de nosotros. Y entonces no podemos sino decir con el apóstol Tomás: ‘Señor mío y Dios mío’. La adoración es ante todo un acto de fe: el acto de fe como tal. Dios no es una hipótesis cualquiera, posible o imposible, sobre el origen del universo. Él está allí. Y si él está presente, yo me inclino ante él. Entonces, razón, voluntad y corazón se abren hacia él, a partir de él”.
Cuarto: la presencia del Sacramento de la Penitencia que, de modo cada vez más natural, forma parte del conjunto. “Con eso reconocemos que tenemos continuamente necesidad de perdón y que perdón significa responsabilidad”.
Quinto: la alegría. “¿De dónde viene? ¿Cómo se explica?”, se preguntó. Y respondió: “Seguramente hay muchos factores que intervienen a la vez. Pero, según mi parecer, lo decisivo es la certeza que proviene de la fe: yo soy amado. Tengo un cometido en la historia. Soy aceptado, soy querido”. “La fe alegra desde dentro. Ésta es una de las experiencias maravillosas de las Jornadas Mundiales de la Juventud”.
Sin tiempo para detenerse en el encuentro de Asís “como merecería la importancia del acontecimiento”, invitó a agradecer “sencillamente a Dios porque nosotros –representantes de las religiones del mundo y también representantes del pensamiento en búsqueda de la verdad– pudimos encontrarnos aquel día en un clima de amistad y de respeto recíproco, en el amor por la verdad y en la responsabilidad común por la paz”.
“Podemos esperar que de este encuentro haya nacido una nueva disponibilidad para servir la paz, la reconciliación y la justicia”, señaló.
Y concluyó agradeciendo “de corazón a todos vosotros por el apoyo para llevar adelante la misión que el Señor nos ha confiado como testigos de su verdad, y os deseo a todos la alegría que Dios, en la encarnación de su Hijo, nos ha querido dar. Feliz Navidad a todos vosotros”.