MADRID, miércoles 14 marzo 2012 (ZENIT.org).- Mientras sigue la preparación del viaje de Benedicto XVI a América Latina, ofrecemos un artículo del periodista católico cubano Félix Sautié Mederos sobre la Cuba que espera la llegada del papa.
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Félix Sautié Mederos
En medio de las contingencias, polarizaciones y angustias tan acuciantes para el pueblo cubano asentado dentro y fuera de nuestras fronteras, de nuevo me ha sorprendido, por así decirlo, la vertiginosa sucesión del 2012 que recientemente iniciamos. Parece ser que mientras más años me pasan por encima, presiento que el tiempo corre con mayor prisa, como si mi ser interior estuviera apurado por llegar al momento del tránsito definitivo; no obstante, me esfuerzo insistentemente por coadyuvar en la medida de mis posibilidades a la reconciliación y el diálogo entre cubanos, sin dejarme amedrentar además por las advertencias, insultos y veladas amenazas que algunos pierden el tiempo en hacerme llegar.
Esas fueron mis sensaciones existenciales durante la celebración litúrgica del miércoles de cenizas de 2012 en la catedral de La Habana, provocadas por el recuerdo sacramental de ser polvo y que al polvo regresaremos. En tanto que las cenizas bendecidas por el arzobispo de La Habana, cardenal Jaime Ortega, con el agua viva de la creación y la naturaleza que nos lavará, dieron inicio al período penitencial de la Cuaresma preparatoria para la Semana Santa y la Pascua de Resurrección, etapas de hondo misticismo en el calendario cristiano en cuyos días previos visitará Cuba el papa Benedicto XVI.
Me refiero a dos hechos de honda trascendencia espiritual que se manifestarán muy a pesar de quienes no pueden ocultar sus odios hacia la Iglesia, así como de otros detractores monotemáticos que solo aceptan las cosas en una única dirección convergente con sus ideas. Voces que por demás escamotean al pueblo cubano, el derecho a solazarse espiritualmente en sus devociones y actividades de espiritualidad. Por otra parte, considero imprescindible tener muy en cuenta que las festividades y conmemoraciones religiosas, constituyen derechos inalienables de las personas que por voluntad propia opten por participar. Así pues, el hecho histórico de la visita a Cuba que habrá de realizar el papa Benedicto XVI en peregrinación por motivo del 400 aniversario del hallazgo en 1612 de la imagen de la Virgen de la Caridad, Patrona y Reina de Cuba, es su derecho como sucesor de san Pedro, así como del pueblo cubano creyente o no, recibirlo con regocijo, respeto y dignidad.
En medio de tanto más de lo mismo, tantos desengaños y desesperanzas, un acontecimiento de esta índole en mi opinión constituye un cambio del ritmo existencial y un estímulo cargado de esperanzas que se transformarán en un motor para la lucha por la vida. En estas circunstancias y coyunturas considero que la visita papal tendrá importantes repercusiones positivas para la autoestima del pueblo cubano que vive adentro e incluso afuera de nuestras fronteras, porque nunca deberíamos olvidar a la diáspora que ha salido de nuestras entrañas. Y, por encima de todo, será de especial significación su mensaje de amor intrínseco propio de la devoción a la Virgen de la Caridad, así como propiciador de paz, diálogo, reencuentro, reconciliación más allá de cualquier consideración política.
Además, un 400 aniversario se celebra solo una vez; y, si es estrictamente religioso, entonces supera las contingencias económicas, políticas o históricas del momento. En esta ocasión, los creyentes cubanos muy especialmente los católicos de todas las ideas políticas y sociales, de adentro y de afuera de nuestras fronteras, tenemos el derecho inalienable de recibir al papa que es el pastor universal de nuestra Iglesia, y hacerlo con satisfacción máxima y sin ningún tipo de limitaciones, ni condicionantes, que algunos poniendo la carreta delante de los bueyes, están planteando con juicios y criterios incluso insultantes y/o despreciativos para quien piense distinto a ellos, así como para la Iglesia católica cubana, los creyentes, el pueblo cubano y muy en especial para quien es el pastor de la Iglesia católica universal.
Lo que SS Benedicto XVI vaya a plantear o exponer en Cuba, tanto a las autoridades gubernamentales, como a los católicos y al pueblo en general, es una responsabilidad exclusivamente suya, emanada de su conciencia y de su alta investidura religiosa e incluso estatal. Pienso que solo después de su visita podrían evaluarse las repercusiones esenciales para Cuba que, en lo concerniente a la población católica, así como a los devotos de la Virgen de la Caridad, de por sí mismas, serán enriquecedoras y de júbilo espiritual, por cuanto constituye un viaje pastoral plenamente justificado con motivo de un aniversario trascendente para nuestra identidad nacional, porque la Virgen de la Caridad es un símbolo indiscutible de nuestra nacionalidad.
No obstante, en mi opinión personal, es también de correcta lógica existencial e histórica identificar, reconocer y manifestar públicamente las complejas circunstancias del momento de inflexión en que nos encontramos inmersos los cubanos, así como las angustias que estamos atravesando adentro y afuera del país y que en consecuencia proclamemos nuestros reclamos y problemas en esta dirección; pero las imposiciones conceptuales, las condicionantes y los insultos están fuera de lugar; y dañan sensiblemente las necesidades de reencuentro, diálogo y reconciliación tan urgentes para la nación cubana hoy.
Los insultos y las condicionantes extemporáneas que se están manifestando coinciden con las acciones amenazadoras y de advertencias así como con el uso de la fuerza y la represión contra el pensamiento diferente. Estos hechos controvertidos propician el enrarecimiento del ambiente y la creación de situaciones complicadas e insostenibles.
Considero que en la Cuaresma 2012 y en el Año Jubilar del 400 aniversario del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad, recibir la visita pastoral de SS Benedicto XVI es nuestro derecho que coincide con nuestras urgencias actuales. Así lo pienso, así lo afirmo y así lo defiendo. ¡Bienvenido sea el Papa!