Por Antonio Gaspari
ROMA, viernes 16 marzo 2012 (ZENIT.org).- Trinidad es amor y sin Trinidad el cristianismo no tendrá fundamento.
Esto es lo que ha explicado hoy 16 de marzo el padre Raniero Cantalamessa, en su segunda prédica de Cuaresma.
El predicador de la Casa Pontificia hizo referencia a san Gregorio Nacianceno (329 – 390 ca.), obispo de Constantinopla, doctor y padre de la Iglesia, mejor conocido como el «cantor de la Trinidad».
Como ha escrito Juan en el Evangelio «Dios es amor» (I Jn 4,10) y san Agustín añadió «¡por esto, el es Trinidad!» porque «el amor supone uno que ama, lo que es amado y el amor mismo».
El padre Cantalamessa sostuvo que «el Padre es, en la Trinidad, el que ama, la fuente y el principio de todo; el Hijo es el que es amado; el Espíritu Santo es el amor con el que se aman».
Los pensadores griegos y, en general, las filosofías religiosas de todos los tiempos conciben a Dios sobre todo como «pensamiento», es decir Dios que se pensaba a sí mismo «puro pensamiento», «pensamiento de pensamiento».
«Pero esto –añadió el predicador- no es ya posible, en el momento en el que se dice que Dios es sobre todo amor, porque el ‘puro amor de sí mismo’ sería puro egoísmo, que no es la exaltación máxuma del amor, sino su total negación».
Así como –precisó el padre Cantalamessa- «un Dios que fuera puro Conocimiento o pura Ley, o puro Poder no tendría ciertamente necesidad de ser trino; pero un Dios que es sobre todo Amor sí, porque «menos que entre dos, no puede hacer amor».
«Es necesario –escribió el cardenal francés Henri Marie de Lubac- que el mundo lo sepa: la revelación del Dios Amor revoluciona todo lo que este había concebido de la divinidad».
Según el predicador de la casa pontificia «la Trinidad ha improntado de sí talmente la teología, liturgia, espiritualidad y la entera vida cristiana que renunciar a ella significaría iniciar otra religión, completamente diversa».
Por este motivo haría falta «llevar este misterio de los libros de teología a la vida, de modo que la Trinidad no sea sólo un misterio estudiado y rectamente formulado, sino vivido, adorado, gozado».
La vida cristiana en efecto se desarrolla, desde el inicio al fin, en el signo y en presencia de la Trinidad.
Al alba de la vida, hemos sido bautizados «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo», y al final de nuestra vida de cristianos se recitan las palabras: «Parte, alma cristiana, de este mundo: en el nombre del Padre que te ha creado, del Hijo que te ha redimido y del Espíritu Santo que te ha santificado».
«En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo los esposos son unidos en matrimonio y se intercambian el anillo, y los sacerdotes y los obispos son consagrados», en el nombre de la Trinidad iniciaban en tiempos los contratos, las sentencias y cada acto importante de la vida civil y religiosa.
El padre Cantalamessa concluyó recordando que la doxología que concluye el cánon de la Misa es la más breve y la más densa oración trinitaria de la Iglesia: «Por Cristo, con Cristo, en Cristo, a tí, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén».
Se puede leer el texto de la prédica completo en: http://www.zenit.org/article-41741?l=spanish.