ROMA, miércoles 21 marzo 2011 (ZENIT.org).- Con la voladura, a pesar de la oposición de la población, del litoral de la isla meridional de Jeju, con el fin de construir una base naval controvertida después del arresto seguido del encarcelamiento de sacerdotes y responsables religiosos, la Iglesia ha decidido afirmar más que nunca su apoyo a los contestatarios.
El domingo 11 de marzo, tres responsables religiosos fueron arrestados por haber penetrado ilegalmente en la obra cuando estaban en un movimiento de protesta. El padre Joseph Kim Jeong-uk, jesuita, y dos pastores protestantes, los reverendos Lee Jeong-hun y Kim Hong-sul son acusados de haber conseguido introducirse a través de una brecha de la tapia de la cantera de la futura base naval el pasado 9 de marzo, con una treintena de manifestantes.
El lunes 12 de marzo, el reverendo Kim que fue liberado –pero reconoció no saber por qué–, declaró a la agencia Ucanews estar inquieto por sus correligionarios que «van a ser trasladados a prisión en los días siguientes». Según él, es la primera vez que este tipo de situaciones se produce en Corea del Sur desde 1989. Cerca de 60 manifestantes (sacerdotes, militantes, laicos y religiosos) fueron arrestados desde las manifestaciones del 9 de marzo, pero todos fueron liberados poco después.
Desde el arresto de los responsables religiosos y la amenaza de su próximo encarcelamiento, una gran muchedumbre de manifestantes se reúnen delante de la cantera de construcción, mientras que las fuerzas policiales se despliegan en el lugar.
Si el movimiento que se opone a la construcción de la base naval en Jeju se remonta al 2007, año de su presentación a sus habitantes, estos últimos meses han sido marcados por un fortalecimiento importante de la movilización de los opositores y el endurecimiento de la política de Seúl.
El controvertido proyecto pretende instalar en el pueblo costero de Ganjeong, una base militar de 40 hectáreas que permitirán el fondeado de más de 20 barcos de guerra surcoreanos, entre los que estarían submarinos y destructores de clase Aegis. A pesar del fuerte movimiento de oposiciones en la obra, el gobierno surcoreano ha mantenido el proyecto y anunció que la base se cabará antes de 2015, argumentado la absoluta necesidad de «asegurar la seguridad en el mar del Sur» (nombre dado por Corea al mar de la China Oriental).
La isla de Jeju (Cheju), dirigida por un gobierno provincial, goza de una fama de paraíso natural preservado, que la hace un destino turístico apreciado. Además de sus paisajes inscritos en el patrimonio mundial de la UNESCO, Jeju también pasa como un lugar de gran resistencia a la opresión. En 1948, mientras que Estados Unidos intentaba imponer al dictador Singman Lee (Rhee), los habitantes se rebelaron y la feroz represión dió lugar a 80.000 muertos. Alrededor del 70% de los pueblos de la isla fueron arrasados y durante 50 años, todos aquellos que conmemoraban las masacres de la resistencia fueron arrestados y torturados. De este pasado reciente y doloroso, Jeju ha heredado la denominación de «isla de la paz» un término que sus habitantes apoyados por la Iglesia repiten hoy para denunciar la incongrugencia de una instalación militar en su suelo. Con monseñor Peter Kang U-il, obispo de Cheju, la totalidad de las Comisiones Justicia y Paz de las 16 diócesis católicas de Corea del Sur han dado a conocer su oposición al proyecto.
Para los numerosos militantes, asociaciones y movimientos de defensa de los derechos humanos que se oponen al proyecto naval en Gangjeong, no hay ninguna duda de que la instalación de una base militar en esta isla, además estratégica, será sentida como una provocación por sus vecinos norcoreanos y chinos, mientras que la tensión permanece fuerte entre los diferentes estados de la península.
Pero además de la reactivación de la carrera de armamentos, los opositores también denuncian los graves e irreversibles atentados al ambiente que desencadenaría el establecimiento de una base militar en el litoral protegido albergando un ecosistema marino rico y diversificado. Además el dinamitar la barrera de rocas volcánicas conocida como Gureombi, que provocó el 7 de marzo último la cólera de la población, la cuál había relajado su vigilancia, pensando haber ganado el pleito después de varias semanas de manifestaciones y sentadas ininterrumpidas.
Cercados por centenares de policías llegados del continente, los equipos de excavación empezaron el miércoles 7 de marzo la fase clave de la cantera haciendo saltar con dinamita las rocas de Gureombi a Gangjeong. A pesar de la resistencia de centenares de militantes y de habitantes que intentaron hacer una barrera –algunos intentaron acercarse a la cantera en Kayak antes de ser detenidos por la policia marítima- los explosivos y las excavadoras comenzaron su trabajo de excavación con el fin de instalar el arcón principal y las bases de construcción de los muelles.
Al día siguiente, jueves 8 de marzo, más de 500 opositores se manifestaban delante de la cantera mientras que el gobernador de la isla, Woo Keun-min, lo mismo que el consejo municipal de Gangjeong llamaban a Seúl para parar los trabajos y pedir que se consulte con la población sobre el proyecto.
Por su parte, la Iglesia ha condenado enérgicamente el «abuso de autoridad» de Seúl haciendo caso omiso a la oposición de las autoridades locales y de la población. «El gobierno actúa como si no entendiera nada y persigue lo que se llama un proyecto nacional», aunque el hecho de que este proyecto sea justificado solo por la voluntad del Estado depende más bien de lo que se esperaría de un régimen totalitario», declaró el 9 de marzo monseñor Peter Kang U-il, obispo de Jeju y presidente de la Conferencia Episcopal de Corea del sur. «¿Estamos todavía en democracia?. En una democracia, siempre es posible dejar o volver sobre un proyecto si encuentra la oposición de los ciudadanos o demasiadas críticas», continuó el prelado, añadiendo que «es primordial que el proyecto de la base naval sea abandonado, por el bien de los habitantes de Jeju como el de toda la población surcoreana».
Monseñor Matthew Lee Yong-hun, obispo de Suwon y presidente de la comisión Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal, calificó las explosiones de las rocas de Gangjeong de «grave error» del gobierno que, golpeando las rocas, ha golpeado también a los habitantes» y «ha alterado la confianza de la población».
Pero una consecuencia inesperada de estas explosiones del litoral ha sido el grado de indignación que ha llenado a la comunidad internacional por mediación de las ONG y las organizaciones de derechos humanos. Desde el 7 de marzo, los sitios de internet, páginas de Facebook y peticiones de apoyo florecen para sostener a los opositores surcoreanos y a los militantes pacifistas de diferentes países occidentales que han acudido a echar una mano a los insurrectos de Gangjeong. Algunos de ellos, entre los cuales se encuentra la activista británica Angie Zelter, han sido arrestados, junto a los contestatarios y los sacerdotes católicos que franquearon la cerca de la cantera el 9 de marzo. Según la célebre pacifista todos han sido conducidos al puesto donde el obispo de Jeju en persona fue a visitarles y a darles su apoyo.
El 13 de marzo, las ONG y los medios de comunicación locales informaban de que a pesar de que prosiguen los arrestos, los manifestantes no han disminuido sus movilizaciones e intentan siempre ocupar el lugar, o por lo menos ralentizar los trabajos.
Traducido del francés por Raquel Anillo