CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 18 abril 2012 (ZENIT.org).- La Audiencia General de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 de la mañana, en una soleada plaza de San Pedro, donde el santo padre Benedicto XVI se encontró con varios miles de peregrinos y fieles llegados de Italia y de otros lugares. En su discurso, el papa ha reanudado su catequesis sobre la oración en los Hechos de los Apóstoles.
El papa afirmó que «una atmósfera de oración acompaña los primeros pasos de la Iglesia». «Pentecostés no es un episodio aislado, ya que la presencia y la acción del Espíritu Santo guían y animan de manera constante el camino de la comunidad cristiana».
Benedicto XVI se centró hoy en lo que se ha llamado el «pequeño Pentecostés», que tuvo lugar en la culminación de una etapa difícil en la vida de la Iglesia naciente.
Tras la curación de un paralítico a la entrada del Templo de Jerusalén, Pedro y Juan fueron arrestados porque anunciaban la resurrección de Jesús a todo el pueblo. Tras un juicio sumario, fueron puestos en libertad. Regresaron con sus hermanos y les contaron cuanto habían sufrido debido al testimonio de Jesús resucitado. En ese pasaje dice san Lucas que «todos unánimemente elevaron su voz a Dios».
El papa subrayó que en la Iglesia naciente, «se observa una actitud subyacente importante: ante el peligro, la dificultad, la amenaza, la primera comunidad cristiana no trata de hacer un análisis sobre cómo reaccionar, encontrar estrategias de cómo defenderse a sí mismos, o qué medidas tomar, sino que ante la prueba empiezan a rezar, se ponen en contacto con Dios».
La característica de esta oración es que es «una oración unánime y que coincide con toda la comunidad, que se enfrenta a una situación de persecución por causa de Jesús».
«Frente a las persecuciones sufridas por causa de Jesús –afirmó el papa–, la comunidad no sólo no tiene miedo y no se divide, sino que está profundamente unida en la oración, como una sola persona, para invocar al Señor».
Dando un paso más, el papa se preguntó: «¿Qué es lo que pide la comunidad cristiana a Dios en este momento de prueba?». Y respondió: «No pide la seguridad por vida frente a la persecución, ni que el Señor castigue a los que han encarcelado a Pedro y a Juan; piden solamente que se les conceda ‘proclamar con toda libertad’ la Palabra de Dios».
«También nosotros, queridos hermanos y hermanas –exhortó el papa–, debemos saber presentar los acontecimientos de nuestra vida cotidiana en nuestra oración, para buscar su significado profundo». «Guiados por el Espíritu de Jesucristo, seremos capaces de vivir con serenidad, valentía y alegría en cada situación de la vida y, con san Pablo gloriarnos ‘de las mismas tribulaciones, porque sabemos que la tribulación produce la constancia; la constancia, la virtud probada; la virtud probada, la esperanza. Y la esperanza no quedará defraudada, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido dado'», concluyó.
Se puede leer el discurso completo en: http://www.zenit.org/article-41989?l=spanish.
Al terminar la catequesis en italiano, el papa se dirigió a los distintos grupos ligüísticos a los que hizo un resumen de sus palabras en su lengua.
A los hispanohablantes les dijo: «Hoy retomamos el tema de la oración en nuestras catequesis con un texto de los Hechos de los Apóstoles. Pedro y Juan acaban de salir de la cárcel, después de haber sido apresados por predicar el evangelio, y se encuentran con la comunidad reunida. Ésta, al escuchar lo ocurrido, no busca cómo reaccionar o defenderse, ni qué medidas adoptar, simplemente reza. Su plegaria es unánime y concorde, ya que lo que vive un hermano atañe a todos. No se atemoriza, ni se disgrega, sino que se afianza su unión, porque está sostenida por la oración. Como el Señor en Getsemaní, se confía en la presencia, la ayuda y la fuerza de Dios. Al rezar, lee la Escritura a la luz del Resucitado y comprende su propia historia dentro del proyecto divino; no pide salir indemne del peligro, ni el castigo de los culpables, solamente ‘valentía para anunciar’ la palabra de Dios y que Él acompañe este anuncio con su mano poderosa».
Y saludó a los grupos de habla hispana: «Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes en el Curso de actualización sacerdotal que se celebra en el Pontificio Colegio Español de San José, al Capítulo General de las Religiosas de María Inmaculada y a los demás grupos provenientes de España, México, Perú, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a pedir a Dios, que también hoy su Espíritu ilumine nuestra lectura de la Sagrada Escritura y sostenga el anuncio libre y valiente de su Palabra hasta los confines de la tierra».