SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 22 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos la colaboración habitual del obispo de San Cristóbal de las Casas, México, monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, en que expone la esperanza de la Iglesia en la familia.
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+ Felipe Arizmendi Esquivel
HECHOS
Estamos reunidos los obispos en asamblea plenaria. Ante la problemática nacional, nos preguntamos qué debemos hacer, desde nuestra identidad y competencia. No podemos evadirnos, ni sumarnos acríticamente a quienes sobredimensionan los datos duros, culpan a otros sin asumir su propia responsabilidad, publicitan que todo está mal, que nada se ha hecho para resolver los problemas. Estos son inocultables, pero es injusto no reconocer los avances logrados. Llevo 21 años en Chiapas y soy testigo de que ya no hay la misma pobreza de hace unos años.
La mayoría de nuestro pueblo vive en paz y quiere la paz; es un pueblo noble, trabajador, generoso, solidario. ¿Por qué? Porque todavía hay familias bien construidas, que educan en valores trascendentes, viven su fe, aman el bien y rechazan el mal. Con buenas familias, hay esperanza para el país. Sin familia, no hay cimientos ni futuro. Por eso, el tema central de nuestra asamblea es la familia, con sus retos, cambios culturales, tentaciones y peligros.
Nos visitan los candidatos presidenciales de los diferentes partidos, para exponernos su visión del país y sus propuestas, para escucharnos y dialogar, no para hacer alianzas. Nuestros cuestionamientos no versan sólo sobre economía y política, sino también sobre su actitud ante la vida, la familia, la fe, la libertad religiosa. Lo más importante no es su discurso, sino su testimonio personal.
CRITERIOS
El papa Benedicto XVI, en su pasada visita, dijo: “Tantas familias se encuentran divididas o forzadas a la migración, muchas padecen a causa de la pobreza, la corrupción, la violencia doméstica, el narcotráfico, la crisis de valores o la criminalidad”. Y a los niños: «Su familia, la Iglesia, la escuela y quienes tienen responsabilidad en la sociedad han de trabajar unidos para que ustedes puedan recibir como herencia un mundo mejor, sin envidias ni divisiones”.
A unos obispos norteamericanos expresó: “El futuro de la humanidad se fragua en la familia. De hecho, el bien que la Iglesia y toda la sociedad esperan del matrimonio y de la familia fundada en él es demasiado grande como para no ocuparse a fondo de este ámbito pastoral específico. Matrimonio y familia son instituciones que deben ser promovidas y protegidas de cualquier equívoco posible sobre su auténtica verdad, porque el daño que se les hace provoca de hecho una herida a la convivencia humana como tal. Hay poderosas corrientes políticas y culturales que tratan de alterar la definición legal del matrimonio. Resulta cada vez más evidente que un menor aprecio de la indisolubilidad del pacto matrimonial y el rechazo generalizado de una ética sexual responsable y madura, fundada en la práctica de la castidad, han llevado a graves problemas sociales que conllevan un costo humano y económico inmenso… No podemos ignorar el grave problema pastoral constituido por la generalizada práctica de la cohabitación, a menudo por parte de parejas que parecen inconscientes de que es un pecado grave, por no decir que representa un daño para la estabilidad de la sociedad”. Aludió a “la disminución del número de jóvenes que se acercan al sacramento del matrimonio”.
PROPUESTAS
El mismo papa pidió “restituir su lugar en la predicación y en la enseñanza catequística a la doctrina católica sobre el matrimonio como institución natural elevada por Cristo a la dignidad de sacramento, la vocación de los esposos cristianos en la sociedad y en la Iglesia, y la práctica de la castidad conyugal. Los jóvenes necesitan conocer la doctrina de la Iglesia en su integridad, aunque pueda resultar ardua y vaya a contracorriente de la cultura. Es urgentemente necesario que toda la comunidad cristiana vuelva a apreciar la virtud de la castidad”.
En cuanto a la actitud de los candidatos presidenciales ante la vida y la familia, los ciudadanos conscientes de su fe deben analizar si su vida familiar, su ejercicio de gobierno, sus propuestas, corresponden al Evangelio, y apoyarles o no con el voto según la propia conciencia. Lo definitivo del país no es sólo la economía y la política, sino sobre todo la familia.