Por José Antonio Varela Vidal
ROMA, domingo 29 abril 2012 (ZENIT.org).- La Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebra cada IV Domingo de Pascua, coincide con la celebración de Jesús, Buen Pastor. Cada año el papa envía un mensaje al mundo para reflexionar sobre el misterio de la vocación a la vida consagrada, sea como presbíteros, religiosos u otros estados de vida. En esta oportunidad, que el tema central ha sido la vocación como don de amor de Dios, ZENIT conversó con dos directivos de la Unión Apostólica del Clero (UAC), cuya sede en Roma coordina y acoge a miles de ministros ordenados que son miembros de esta institución, la cual cumplirá 150 años en agosto.
Tanto monseñor Julio Botía, presidente internacional, colombiano, y monseñor Juan de Dios Rojas, animador internacional, peruano, reflexionan sobre este don que también ellos han recibido, aunque para responder al mismo hayan tenido que hacer sus maletas a escondidas antes de ir al seminario, como le sucedió al padre Juan de Dios; o ver el sufrimiento de su familia, cuando el padre Julio supo que en la mesa de su casa seguían colocando un plato y dejando la silla vacía, a la espera de su regreso…
El mensaje del papa por las vocaciones de este año dice que la vocación es un “don de la caridad de Dios”, ¿qué significa esto?
–P. Botía: Entendemos que es Dios el que por amor llama a algunos para que colaboren con él en determinada misión y servicio. Lo hizo Jesús, y Marcos 3, 13-14 nos dice que subió a orar, y ‘por amor’, llamó a los que él quizo. Es un regalo de amor.
¿Y cómo debe corresponder a ese amor, un joven que se está formando?
–P. Rojas: Pensando primero que si el Señor lo llama a una vida de mayor compromiso, tiene un tesoro en la mano, y ese tesoro que es Cristo debe llevarlo primero en su vida y después llevarlo a los otros.
¿Cuáles son las condiciones para que afloren las vocaciones en una parroquia?
–P. Rojas: Cuando una parroquia se convierte en una casa y en un lugar de comunión, es cuando se suscitan las vocaciones, pero sobre todo cuando los pastores damos buenos testimonios de vida y de que realmente estamos enamorados de nuestra vocación.
¿Cómo surgió en ustedes esta llamada?
–P. Botía: A mi siempre me gustaba servir a los demás y tenía un ambiente en mi familia de mucha piedad y de amor de Dios. Hasta cuando me fui dando cuenta de que Dios me iba llamando a servirlo a tiempo completo y con corazón completo.
–P. Rojas: Yo recuerdo el ejemplo de un sacerdote anciano y su gran celo por los enfermos. Cuando lo acompañé a visitar a un enfermo me impresionó tanto, que yo quise ser como ese sacerdote.
El mensaje del papa dice que la familia debe hablarles a los hijos sobre de la vocación…
–P. Botía: Tenemos dificultades en las familias, por la debilidad en la fe, o el hecho de que son pocos hijos y no se acepta que uno pueda irse al seminario. Pero cuando la familia está bien unida y tiene mucho amor de Dios, acompaña, anima y ayuda al joven que se siente llamado por Dios. Y tener un hijo sacerdote o una hija consagrada es para la familia una bendición muy grande. Pero la familia es familia no solo cuando se está joven, sino hasta cuando se muere se necesita ese apoyo espiritual, afectivo, de compañía. Se necesitan familias que amen mucho a Dios y quieran mucho a los sacerdotes. Hay iniciativas de grupos de madres de sacerdotes que se unen para orar por sus hijos y por los sacerdotes del mundo, que se forman para ser mejores mamás, mamás santas. Las madres son importantísimas en el acompañamiento de la vida del sacerdote.
–P. Rojas: Pienso que las familias, que son una pequeña iglesia doméstica, no deben tener miedo cuando se suscite una vocación o si un hijo entra al seminario. Porque han ganado un hijo, no lo han perdido y es Cristo el que ha tomado su lugar en esas familias.
¿Tienen alguna anécdota en relación a sus familias?
–P. Botía: Como soy hijo mayor, sintieron mucho dolor y les hice mucha falta cuando me fui al seminario. Pero ayudó mucho a superar esa situación lo que decía san Francisco de Sales, de que si uno se ocupa de las cosas de Dios, él se ocupa de las cosas de uno. Por eso cuando mi familia se ha dedicado más a Dios, y cuando han vivido mejor la fe y han dado pasos de conversión, de esa manera me han ayudado más.
–P. Rojas: Recuerdo que mi padre no estaba muy de acuerdo y él quería que fuera un profesional como cualquier otro joven, pero tenía a la mamá de mi parte que había entendido realmente mi vocación. Y fue mi madre la que me ayudó a ir al seminario, y me preparó la maleta a escondidas de mi padre. Pero después de una semana que mi padre se enteró, estuvo contento y fue mi madre la que le explicó y “lo enamoró” para que me dejara estar en el seminario.
Hablemos de la Unión Apostólica del Clero, que cumple 150 años, ¿cuál ha sido el principal aporte que ha hecho al clero en el mundo?
–P. Botía:Los primeros once sacerdotes que se reunieron en París en 1862, se propusieron vivir la vida como Jesús, como los apostóles y servir a los demás hermanos. Y esto lo ha cumplido la UAC en estos 150 años de una manera silenciosa. El sacerdote que pertenece a esta asociación busca la forma de compartir su pan, sus bienes, de orar por sus hermanos, por el que está más cerca, por el amigo, por el que está necesitado. Seguramente en estos años se ha ayudado a superar muchas dificultades. La obra de Dios ha sido muy grande porque dentro de los sacerdotes que han sido miembos de la asociación, la mayoría hemos recibido una gran bendición del Señor para crecer espiritualmente, tan es así que entre los miembros han habido varios que son santos y beatos, y aunque otros no están canonizados, han sido notables por su virtud.
¿Cómo es la vida de la UAC a nivel local?
–P. Rojas: Una de las cosas que la UAC hace es recordar a los ministros cómo los apóstoles vivieron cerca de Jesús y compartir sus alegrías, sus tristezas, ayudándose a sí mismo y a los demás hermanos sacerdotes. En la UAC se pide que se viva en grupos o círculos de al menos 5 que puedan compartir juntos la oración, el estudio de vida espiritual, teológica y sobretodo saber compartir de lo mucho o de lo poco que uno tenga con los otros hermanos.
¿Por qué es importante que el sacerdote no esté solo?
–P. Botía: Por el ambiente. Hoy el sacerdote siente una indiferencia, hay resistencia al trabajo evangelizador, y también por necesidad personal, porque no tenemos todo, ni podemos ni lo sabemos todo, por eso debemos unirnos con los otros. Y es Jesús mismo es el que quiere que nos unamos para realizar una obra no solo como un individuo, que es el sacerdote, sino a través de una fraternidad, de una comunidad pequeña, un presbiterio que es la familia de los pastores. Por eso es muy importante compartir con el hermano sacerdote, que es doblemente hermano no solo por el bautismo, sino por el sacramento del orden; y somos triplemente hermanos si es de la misma diócesis. Eso quiere decir que debemos servirnos, ayudarnos y unirnos para servir a los demás, creciendo así todos.
–P. Rojas: Pienso que la UAC es un don de Dios para quienes en estos años hemos vivido y viviremos, y seamos cada vez más buenos y santos pastores.
¿Quiénes pueden pertenecer a la UAC?
–P. Rojas: Todos los ministros ordenados, sean diáconos o presbíteros diocesanos, así como los obispos; y sentir siempre que somos y tenemos que ser la familia de los pastores.
¿Para inscribirse cómo se debe hacer?
–P. Botía: La modalidad es la de unirse con otros tres o cuatro hermanos (diáconos o presbíteros) y
conocer bien la propuesta. Decirle al obispo que se quiere formar un grupo, quien estará muy contento y los apoyará y autorizará. Luego se empieza a vivir en esa comunidad de unión apostólica. Luego los que se unen, dan a conocer su nombre y su compromiso dirigiéndose al presidente nacional de la UAC o al presidente internacional, para que entren a esa cadena de solidaridad espiritual en la que nos estamos ayudando todos los días.
Para terminar, el papa dijo en Jueves Santo que la desobediencia no reforma la iglesia, ¿por qué surge en algunos sectores del presbiterio esta actitud contestataria hacia la jerarquía?
–P. Botía: En algunos sectores surge algo bueno y sano que es buscar una renovación de la iglesia, de la vida sacerdotal, hay diversas propuestas como el mismo santo padre les respondió a ellos. Solo que a veces los caminos o los medios no siempre son los auténticos o los mejores. Para nosotros el modelo siempre es Jesús que sabe ser fiel a Dios Padre, a las personas y a sí mismo. Y por eso nosotros buscamos seguir con fidelidad lo que él vivió y lo que nos pide, y lo que la iglesia en su nombre nos encomienda. Los hermanos sacerdotes también pueden en algún momento equivocarse en las propuestas que hagan, pero con la fraternidad sacerdotal nos ayudamos para que todos nos renovemos y sirvamos mejor al mundo que tanto nos necesita.
–P. Rojas: Jesús nos enseña a ser buenos pastores. Y lo seremos en la medida que escuchemos al maestro que siempre nos ha llamado y nos ha dicho vengan y reposen un poco. Osea, el sacerdote debe ser el hombre de la oración, y por allí se empieza a ser un buen sacerdote.
Para conocer más la Unión Apostólica del Clero en: www.unioapostolicacleri.org