ROCCA DI PAPA, domingo 1 abril 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto de la homilía del cardenal Stanisław Ryłko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, en la celebración de la Eucaristía, en el Encuentro Internacional JMJ Madrid 2011 - JMJ Río 2013, el 31 de marzo de 2012.
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Saludo e introducción
Queridos amigos, un cordial saludo a todos vosotros participantes en este Encuentro, que constituye una suerte de puente entre la JMJ de Madrid, 2011 y la de Río de Janeiro, 2013. En esta Eucaristía queremos confiarle al Señor nuestra última jornada de trabajo, dedicada al gran desafío educativo que hoy también la Iglesia está llamada a enfrentar. Y ciertamente la Jornada Mundial de la Juventud se presenta como un significativo e importante laboratorio educativo que nos puede enseñar muchas cosas. Y más aún, la Jornada es también un signo de esperanza que nos colma de renovado ardor y celo pastoral ante las jóvenes generaciones.
Nos preparamos así al encuentro con Cristo, que en cada Eucaristía viene para nutrirnos con su Palabra y con su Cuerpo, y – conscientes de nuestros pecados – invocamos con confianza la divina misericordia. Decimos juntos: Confesso a Dio onnipotente…
JMJ: una Iglesia joven congregada por Cristo...
1. La liturgia de la Palabra de la hodierna Eucaristía nos introduce directamente en el clima espiritual de la Semana Santa que inicia mañana, Domingo de Ramos. El pasaje del Evangelio cuenta que los jefes del pueblo judío, reunidos, toman la decisión – que será la de mayores consecuencias en la historia de la humanidad – es decir, la decisión de matar a Jesús, el Hijo de Dios, hecho hombre por nuestra salvación. El drama de la libertad humana llega a su culmen… El sumo sacerdote Caifás explica las razones de esta condena: “Conviene que muera uno solo por el pueblo …” (Jn 11,50). Esta expresión constituye una verdadera profecía: verdaderamente Jesús debía morir por el pueblo, “para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Ibidem). De este modo se realiza también la profecía de Ezequiel, que pudimos escuchar en la primera lectura: “Seré su Dios y ellos serán mi pueblo…” (Ez 37,27). El profeta habla de un Dios que reúne a su pueblo, Israel, desde todos los rincones de la tierra. Del misterio pascual de Cristo, nace, entonces, un nuevo pueblo, nace la Iglesia, “asamblea santa” …
2. Esta imagen de Dios que reúne a su pueblo es muy sugestiva y nos ayuda a entender qué son en realidad estas grandes reuniones de jóvenes del mundo en torno al Sucesor de Pedro, en ocasión de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Pensemos, por ejemplo, en la reunión de Tor Vergata en Roma, en la explanada de Marienfeld en Alemania, en Cuatro Vientos en Madrid… Estos jóvenes, aún siendo muy numerosos, no son una multitud, no son una masa amorfa. Son un pueblo reunido por Cristo, son la imagen de una Iglesia joven llamada por Cristo desde los rincones más remotos del planeta y reunida en torno a Pedro – principio de unidad. Son ícono de la Iglesia universal dotada de una belleza fascinante… Una lección práctica de eclesiología para todos: para los jóvenes, pero también para los sacerdotes, para los Obispos…
Justamente esta fue una de las grandes apuestas del beato Juan Pablo II, cuando instituyó las Jornadas Mundiales de la Juventud. En esa época, no pocos miraban los grandes eventos religiosos con fuertes dudas, calificándolos de manifestaciones de triunfalismo eclesial. ¡Pero el papa Wojtyła sabía que no era así! Sabía que hoy muchos jóvenes viven su fe en diáspora, en soledad, en una sociedad que restringe la religión al ámbito estrictamente privado. Sabía que la fe – sobre todo la de los jóvenes – necesita de experiencias concretas de comunidad y de comunión, ¡es decir de Iglesia! ¡Necesita darse cuenta que no estamos solos en el creer! Justamente éste es el inmenso don de las Jornadas Mundiales de la Juventud: ¡tener experiencia de Iglesia, experiencia de una fe compartida por tantos!… Después de las JMJ, los jóvenes regresan a sus propios ambientes de vida –a las familias, las escuelas, las universidades, los lugares de trabajo – más fuertes; regresan con una idea de Iglesia diversa: no ya como una institución fría y lejana, sino una compañía de gente amiga…
3. Pero hay más… En el pasaje del Evangelio que hemos escuchado, Juan hace notar que muchos peregrinos reunidos en Jerusalén para la Pascua “buscaban a Jesús” (Jn 11,56). Este detalle del relato evangélico nos hace pensar una vez más en las JMJ: ¿por qué estos jóvenes responden a la invitación del Papa? ¿Por qué vienen tantos? ¿Qué los atrae? He aquí la respuesta: ¡buscan a Cristo! En realidad, es a Cristo a quien quieren encontrar en la persona del Papa; en los tantos testigos de fe como los Obispos catequistas; en la reconciliación sacramental; en la celebración eucarística y en la adoración: es a Cristo a quien quieren encontrar en esa compañía de amigos venidos desde cada rincón de la tierra…
Hace algunas semanas tuve la alegría de presidir la Eucaristía en el Santuario del Corcovado, a los pies de la enorme estatua de Cristo Redentor que domina no solo la ciudad de Río de Janeiro, sino todo el Brasil. El Cristo del Corcovado, con sus brazos abiertos, expresa la naturaleza más profunda de las JMJ, es decir, la centralidad de Cristo. Sus brazos abiertos, acogedores, son una invitación incondicional para todos los jóvenes del mundo: ¡Venid!… ¡No tengáis miedo!... ¡Os espero!... ¡Cuento con vosotros!… Pero el Cristo Redentor carioca tiene también algo que decirnos a nosotros, operadores de pastoral juvenil venidos desde diversos países y continentes. Nos recuerda que todos nosotros, en nuestra solicitud pastoral cotidiana por los jóvenes, estamos llamados a ser – justamente – sus brazos que saben acoger, que saben sostener, que saben ayudar a los jóvenes a ponerse de pie tras los tropiezos y a retomar el camino siguiendo las huellas de Cristo…
Convertirnos en los brazos del Redentor del Corcovado es, por ello, el gran desafío que se plantea para nosotros durante cada JMJ, y – diría – en particular durante la de Río… Éste es el camino seguro para salir de la emergencia educativa que estamos viviendo también en la Iglesia…