Por Luca Marcolivio
CUDAD DEL VATICANO, viernes 5 octubre 2012 (ZENIT.org).- La XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos está ya a punto de iniciarse. El tema, sobre La nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana, tiene relación directa con la exhortación de Jesús Resucitado: «Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura» (Mc16,15).
Lo explicó esta mañana, durante un encuentro con los periodistas acreditados en la Sala de Prensa de la Santa Sede, monseñor Nikola Eterovic, secretario general del Sínodo de los Obispos. El prelado comentó el programa del Sínodo (7-28 octubre 2012), especificando que el mandato a evangelizar «sigue siendo el mismo» en toda época, cualesquiera que sean los destinatarios, las condiciones sociales, culturales, políticas y religiosas.
Monseñor Eterovic expresó su agradecimiento por las oraciones que están llegando de parte de las comunidades eclesiales de todo el mundo por el inminente Sínodo. Tal apoyo espiritual, comentó el prelado, «reforzará los lazos de comunión no sólo entre los obispos reunidos con el santo padre en la Asamblea sinodal, sino con todos los miembros del Pueblo de Dios que siguen los trabajos sinodales».
En diálogo con los periodistas, el secretario general del Sínodo puso de relieve algunos puntos fuertes de la Nueva Evangelización. Entre ellos, la «caridad», «lenguaje universal que todos comprenden» y que es «un discurso más convincente que muchas, aunque necesarias, reflexiones teológicas».
Precisamente a través de la caridad una gran cristiana contemporánea, la beata madre Teresa de Calcuta, supo responder concretamente a la llamada a la Nueva Evamgelización.
La santidad es por tanto un extraordinario vehículo para cristianizar la sociedad. «Si tuviéramos más santos, la Iglesia sería más atrayente», observó Eterovic, puntualizando sin embargo que esto no debe inducir al pesimismo porque los santos están realmente presentes en nuestra vida cotidiana. Lo demuestran las siempre numerosas canonizaciones y también las muchas personas que, con gran discreción, llevan a Cristo a la sociedad, si bien quizá «nunca sean canonizadas».
Tanto en las tierras de primera evangelización como en las de evangelización más reciente, la Iglesia debe reencontrar un «nuevo dinamismo», añadió monseñor Eterovic, dotándose de «nuevos métodos» y «nuevas expresiones» para anunciar la «perenne novedad de Jesucristo». En la búsqueda de estas nuevas modalidades, «debemos ser muy humildes y muy realistas», precisó.
Cambiar el paso en los métodos misioneros y de evangelización, añadió el prelado, es necesario en todas partes, tanto en la vieja y secularizada Europa como en continentes donde la secularización está menos marcada.
En Asia y en África, por ejemplo, a menudo muchos bautizados «no están adecuadamente educados en la fe y se alejan de la vida sacramental». También sucede en las áreas geográficas de reciente evangelización, por tanto «la transmisión de la fe no es algo ya que se da por descontado, se detecta un cierto cansancio y hay que encontrar el dinamismo de los primeros tiempos» para un «arraigo» del Evangelio y la «inculturación» de la fe cristiana.
En cuanto a las personalidades presentes en el Sínodo, monseñor Eterovic explicó que la ausencia de intelectuales declaradamente agnósticos se debe ensecialmente a la organización de las sesiones sinodales que, por su naturaleza, privilegian una interlocución interna de la Iglesia católica (con un alargamiento no desdeñable al diálogo ecuménico con los acatólicos), mientras que las relaciones con los no creyentes tienen como lugar privilegiado el Atrio de los Gentiles, promovido por el Consejo Pontificio para la Cultura.
Respondiendo a una pregunta de ZENIT, sobre el papel de los laicos y los movimientos eclesiales y carismáticos, el secretario general del Sínodo de los Obispos definió su presencia en el Sínodo especialmente «interesante», porque los laicos «aportarán una viva experiencia de fe vivida», haciendo una «gran aportación tanto a la evangelización de todos los días como a la nueva evangelización».
Monseñor Eterovic subrayó la «dificultad» para elegir a los representantes de los movimientos a convocar, visto el enorme número de carismas en la Iglesia. El dato interesante es sin embargo su constante alusión al Espíritu Santo, imprescindible en la práctica evangelizadora: sin El «no podría haber cristianos, ni mucho menos los movimientos».
Interpelado por ZENIT sobre las motivaciones profundas de la secularización, sobre todo en el mundo occidental, el secretario general del Sínodo de los Obispos señaló como causa principal el eclipse de la fe, y el secularismo entendido en su versión más agresiva e ideológica, que «pretende educar a los hombres como si Dios no existiera».
El revés de la medalla es, en positivo, un «deseo de sagrado» y una «búsqueda de trascendencia» que no parecen declinar y a los que la Nueva Evangelización debe dar una respuesta.
El Año de la Fe, convocado por Benedicto XVI a partir del 11 de octubre, se propone ser una respuesta tanto a la secularización como al poco evidente pero siempre vivo deseo de Dios, subrayó monseñor Eterovic.
Es un «momento de gracia en el que todos los cristianos están invitados a reflexionar sobre el gran don de la fe que viene de Dios», añadió el prelado. «Fue Dios, en efecto, quien dio el primer paso creándonos a su imagen y semejanza. En todo hombre, incluso en el alejado de la fe, existe esta luz de Dios, aunque a menudo esté orcurecida por el interés hacia las cosas terrenas. Corresponde al hombre dar el segundo paso, respondiendo a la llamada de Dios».</p>
El Año de la Fe es por tanto «un momento propicio para renovar la fe y reforzarla, para estar más diligentes en el anuncio del evangelio». Para hacerlo no es necesario «hacer grandes cosas sino sencillamente ser buenos cristianos, tanto personalmente como en familia».
La familia misma, subrayó Eterovic, desempeña un papel muy importante en la evangelización, especialmente en una cultura como la nuestra, donde ha sido puesta en crisis por los diversos proyectos de «sucedáneos de familia».
«Una familia cristiana anuncia el Evangelio ya con su misma presencia, alegre, a pesar de las dificultades que cada una vive –añadió el prelado–. Así auguramos que también nuestras comunidades, reforzadas en la fe, puedan ser una respuesta auténtica al gran deseo y sed de Dios que se encuentra también en el hombre contemporáneo.
Traducido del italiano por N.S.M.