Por José Antonio Varela Vidal
ROMA, viernes 5 octubre 2012 (ZENIT.org).- Durante el último año se viene hablando con insistencia sobre la nueva evangelización, y acerca de lo que la Iglesia debe hacer para volver a “cristianizar” algunos continentes. Y es lógico que así sea, porque casi un año atrás el papa Benedicto XVI anunció la realización de un Sínodo de Obispos centrado en este tema, que será inaugurado por él mismo este domingo 7.
Ante una convocatoria de tal magnitud, muchos empezaron a tomar en serio el asunto, a leer más al respecto, otros a escribir y algunos a criticar… Pero hubo un amplio sector que sintió más bien la confirmación a sus esfuerzos evangelizadores, que brotaron como respuesta a aquel llamado profético del beato Juan Pablo II en 1979 y en 1983, para iniciar una “Nueva Evangelización”, nueva en sus métodos, en su ardor y en su expresión.
En estos días previos al Sínodo, donde seguramente se analizarán varias experiencias-modelo, ZENIT conversó con el laico maltés Mario Capello, presidente del Instituto Internacional Católico para la Evangelización (ICPE), quien hace más de 25 años –al escuchar el llamado del papa–, empezó con su esposa y un grupo de personas a vivir su condición católica de evangelizador.
El Instituto que usted preside ha celebrado diez años de su reconocimento pontificio… ¿Cuál era la idea original cuando lo fundó casi tres décadas atrás?
–Mario Capello: Cuando fundamos la Misión ICPE, nuestro deseo fue el ayudar a católicos a cruzar el puente que existe entre el saber de Jesús, hasta el conocerlo personal e íntimamente. Y luego ayudarlos en su formación como auténticos discípulos, creíbles testigos de la Buena Nueva en el mundo. En otras palabras, nuestra visión fue “entrenar” católicos para convertirlos en evangelizadores eficaces. Y aunque esta siempre ha sido la meta y enseñanza de la Iglesia, recuerdo que cuando empezamos a contarle a otros lo que Dios había puesto en nuestros corazones, no siempre encontrábamos una calurosa acogida…
¿Antes no se hablaba de “reevangelizar” las ciudades, no?
–Mario Capello: En los años ochenta, el solo mencionar la palabra «evangelización» causaba que algunas personas alzaran la ceja y preguntaran «¿es esto católico?». Aquello comenzó a cambiar cuando el beato Juan Pablo II llamó a la Iglesia hacia una Nueva Evangelización, y de este modo, encargó a católicos «normales» como nosotros que fueran a la vanguardia en la misión de la Iglesia.
¿Recuerda los primeros pasos?
–Mario Capello: Empezamos en 1985 con una simple escuela de capacitación en evangelización que duró cuatro meses y reunió a 20 participantes de 14 países diferentes, que se realizó en la isla de Malta. Desde esos humildes comienzos, Dios nos ha traído hasta aquí por su gracia, mucho más allá de lo que jamás hubiéramos podido imaginar. Pero recuerdo un momento crucial en la vida de la Misión ICPE y fue cuando mi esposa Anna y yo fuimos invitados a una cena privada con el papa Juan Pablo II en Castel Gandolfo en septiembre de 1988. Allí el papa nos «envió» desde el corazón de la Iglesia hacia más allá de lo que era fácil o cómodo, de lo que ya conocíamos y que era seguro para nosotros… Anna y yo nunca volveríamos a ser los mismos después de esa cena.
Fue como empezar con la bendición papal en directo…
–Mario Capello: Sí, el papa Juan Pablo avivó la llama que el Señor había puesto en nuestros corazones, para conocer a Cristo y darlo a conocer. Porque este es el corazón de la Misión ICPE, esto es por lo que muchos hoy y por muchos años han dado su vida y por lo que viven como misioneros laicos. Nos consideramos bendecidos por vivir en una época en la que el papa actual, Benedicto XVI, ha establecido un dicasterio específicamente para la Nueva Evangelización. Muchas cosas han cambiado en tan solo unos pocos años…
¿Cuál es su misión principal y dónde trabajan?
–Mario Capello: Nuestro objetivo como Instituto, es el de capacitar a los católicos a ser sal y fermento en la sociedad, al mismo tiempo que sirviendo a la Iglesia donde se nos necesite. El núcleo del apostolado de la Mision ICPE es por lo tanto un compromiso hacia la formación de los laicos en su llamado a la santidad y a la misión. Esto se logra a través de una variedad de iniciativas, desde cursos de formación en Alemania, a la distribución de canastas con alimentos a los pobres en Filipinas, en una experiencia corta de misión, en un «ad gentes«, ya sea un congreso misionero en África, o el ministerio “Mujer a Mujer” en Singapur, sólo para mencionar algunas.
¿Y qué hacen por los jóvenes?
–Mario Capello: Teniendo en cuenta que los jóvenes son la esperanza del futuro, una prioridad muy alta para nosotros es la de capacitarlos a fin de que esta generación llegue a tener cristianos dinámicos y eficaces, así como líderes en diferentes ámbitos en la sociedad. Un buen número de misioneros del ICPE estan dedicados a trabajar en la pastoral universitaria, en diversas iniciativas juveniles y en el desarrollo de líderes. En años recientes, el entendimiento de que la doctrina social de la Iglesia es parte integral de la misión evangelizadora de la Iglesia se ha vuelto más generalizada; por eso el amor cristiano debe llevar a un compromiso con los proyectos sociales y culturales que tienen al bien de la humanidad en el fondo.
¿En qué países están presentes?
–Mario Capello: Por ejemplo en Ghana, a través de la construcción de un centro de salud, así reunimos ayuda profesional para satisfacer algunas de las necesidades físicas y espirituales en la región. Actualmente la Misión ICPE coordina su actividad en el mundo a través de la Oficina Internacional en Roma y en los Centros de Misión presentes en todos los continentes, es decir, Alemania, Malta, Ghana, India, Singapur, Polonia, Filipinas, Corea del Sur, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Colombia.
Para eso se necesita mucha gente, ¿Quiénes conforman la institución?
–Mario Capello: La Misión ICPE hoy está constituida por comunidades internacionales de tiempo completo que viven en el mismo lugar, integradas por familias, solteros, personas consagradas y sacerdotes. Vinculados a las comunidades están los Compañeros de la Misión ICPE, quienes conservan sus empleos seculares mientras que viven el espíritu y el llamado de la comunidad misionera de todo el mundo. Y están también los Amigos de la Misión ICPE, que son miembros de corazón vinculados de manera informal a nosotros.
¿Es difícil hablar hoy a la gente en las ciudades…?
–Mario Capello: La verdad, no es tan difícil como muchos piensan que es. Yo he vivido en Roma por casi 15 años y parte de mi trabajo tanto a nivel local como internacional, implica el reunirme con altos ejecutivos de negocios, profesionales y políticos. La barrera más grande que uno necesita superar es el miedo de acercarse a un extraño e iniciar una conversación. Muchas veces si mostráramos un poco de atención a alguien, usted se sorprendería de lo fácil que es que esa persona abra su corazón y comparta las necesidades más profundas que habitan en ese corazón.
¿Y cómo hacerlo?
–Mario Capello: Muchas personas buscan un encuentro real con otra persona, por una conversación que vaya más allá de lo superficial. Vivimos en una cultura que ha sido descrita como pobre en esperanza; sin embargo, las personas que yo conozco son a menudo personas hambrientas de sentido. Hoy, todos se están volviendo más activos a través de las formas de comunicaci
ón electrónicas, aunque las personas están cada vez mas aisladas. Es en este ambiente donde creo que una conversación honesta y sincera con un extraño, o tal vez con una persona que ya conocemos, puede hacer una gran diferencia.
¿Cómo se prepara a los misioneros para salir a anunciar el Evangelio?
–Mario Capello: Nuestra principal herramienta para capacitar católicos en la evangelización es la «Escuela de Misión», SOM del inglés School of Mission. Este curso de formación local, de tiempo completo, se divide en dos fases: la fase de enseñanza y la fase de misión. En la primera parte de la escuela, muchas vidas se ven significativamente tocadas por Dios, con un cambio profundo en la vida de una persona. Y esto es así porque no es la enseñanza en evangelización lo que hace a un evangelizador, sino el permitir a la gracia de Dios transformarnos, en otras palabras, el ser evangelizado; esta escuela dura algunas semanas, de hecho son cuatro meses.
Es un proceso largo, ¿no?
–Mario Capello: Durante la primera fase de la SOM, utilizamos una combinación de cursos, intercambio en pequeños grupos y cuidado pastoral de persona a persona para ayudar a nuestros participantes a aprender acerca de la fe católica, a entenderse a ellos mismos más plenamente, y a desarrollar una relación profunda y vibrante con Dios. Entonces y solo entonces se les pueden enseñar métodos y herramientas de evangelización. Nosotros creemos que si ayudamos a nuestros participantes a enamorarse profundamente de Jesús, entonces crece un fuerte y claro deseo en el discípulo, de forma casi natural, de compartirlo con otros y de evangelizar.
Habló de una segunda fase…
–Mario Capello: El último mes de la escuela consiste en una experiencia de equipo misionero. Toda la escuela se desplaza a un lugar distinto y durante ese tiempo proclama el evangelio en diversas formas y situaciones diferentes, desde reuniones en parroquias o en clubes nocturnos. Y después de completar una SOM, los participantes pueden unirse a una de nuestras comunidades por un año si así lo desean, para poner a prueba su llamado a ser misioneros laicos católicos a tiempo completo.
Pero nunca habrá un “ya está”, ¿verdad?
–Mario Capello: No. Después de un año en la comunidad, nuevos miembros pasan por dos años más de formación de personal, en el que se completan módulos periódicos de capacitación intercalados con experiencias de evangelización prácticas. Esto completaría la formación básica de nuestros misioneros. Algunos de nuestros miembros van a escuelas de postgrado para la formación continua en teología o en dirección espiritual. Aquellos jóvenes que se sientan llamados al sacerdocio comienzan sus estudios de filosofía y teología en un seminario, y a todos los miembros de las comunidades se les proporciona formación permanente allí donde estén.
¿Qué puede hacer la Iglesia con las personas que están abandonando la fe? ¿O ante los templos vacíos, especialmente en Europa y en EE.UU.?
–Mario Capello: Es un hecho que los números están disminuyendo y esto puede causar ansiedad. Sin embargo, las analogías de la Iglesia que encontramos en el Evangelio son siempre una forma de minoría; tomemos la sal y la levadura como ejemplo. Sin sal la comida se vuelve insípida y ¿qué es el pan sin levadura? Así que tal vez nuestra ansiedad deba llevarnos, en el actual estado de cómo están las cosas, a concentrar nuestras energías en la calidad de nuestra salinidad como Pueblo de Dios. Vivimos en una época en la que muchas personas rechazan la religión formal y la Iglesia, pero todavía encontramos que mucha gente tiene hambre de experiencia espiritual. Es por eso que vemos un aumento en el interés por la filosofía de la Nueva Era y por lo esotérico.
Una interesante dicotomía…
–Mario Capello: Vemos por un lado, muchos católicos ya mayores que todavía están tratando de dar sentido a todo lo que cambió en la Iglesia después del Concilio Vaticano II; por otro lado, estamos viendo un cambio interesante en los miembros más jóvenes de nuestra Iglesia quienes, a medida que experimentan una renovación en su fe, están encontrando un nuevo amor por las tradiciones de la Iglesia, especialmente en la Eucaristía, la Adoración eucarística y la Liturgia de las Horas.
¿Y qué dice la juventud católica, bautizada…?
–Mario Capello: Una de las cosas que escuchamos de muchos jóvenes en Europa y en Estados Unidos, es que parece que la Iglesia no tiene vida. Van a misa domingo a domingo y luchan con la apatía que experimentan. La Iglesia será tan viva como lo sean espiritualmente los miembros de cada comunidad. Por lo tanto, la Nueva Evangelización es tanto para aquellos que van a la Iglesia cada semana, como para aquellos que aún no forman parte de nuestras comunidades parroquiales.
¿Qué decirle a los jóvenes?
–Mario Capello: Estamos llamados a comunicar el mensaje de la esperanza, un mensaje que trae luz y vida, pero en palabras y formas que conectan con las necesidades humanas, que son relevantes a los hombres y mujeres de nuestro tiempo. El diálogo presupone el acercarnos a otros. No podemos esperar a que la gente venga a nosotros o a nuestras iglesias, independientemente de lo bellas y edificantes que estas sean. Necesitamos ir y estar donde hoy está la gente y llevarle el gozo de conocer a Cristo y la transformación y el poder liberador del Evangelio, a pesar del reto y la dificultad de la situación.
Otros se quejan del testimonio de vida…
–Mario Capello: La gente solo va a escuchar la proclamación del mensaje del Evangelio si está respaldado por un testimonio creíble en la vida del mensajero. Creo que la falta de un testimonio auténtico del Evangelio en las vidas de aquellos que dicen ser cristianos, está proporcionalmente ligada al nivel de alejamiento de la Iglesia, y tristemente como consecuencia, de su alejamiento de Dios.
En pocos días comienza el Sínodo de Obispos para la Nueva Evangelización… ¿Qué le gustaría leer en el documento final?
–Mario Capello: Un Sínodo es siempre un momento especial de gracia para la Iglesia y para el mundo, un Kairós donde Dios nos habla a través de ella. Mi esperanza y oración es que el documento final será una fuente de inspiración y aliento para toda la Iglesia: tanto para los ordenados, como para los religiosos y los laicos. Porque hoy nos enfrentamos a los desafíos contemporáneos de llevar el Evangelio eterno de nuestro Señor Jesucristo al mundo a través de formas nuevas y eficaces. Espero que nos indicará maneras de cómo dar una respuesta unificada a lo que estamos llamados a hacer, para evitar el peligro de una dispersión de energía o de esfuerzos fragmentados.
Un mensaje final a los “evangelizadores de la Nueva Evangelización”…
–Mario Capello: Nosotros servimos a un Dios que hace nuevas todas las cosas, todo el tiempo. Que tengamos el valor, como Iglesia, de aventurarnos en el camino inexplorado de la Nueva Evangelización con esperanza, con expectativa y con la emoción de ser testigos auténticos y proclamadores de este Evangelio. Y que siempre recordemos que no podemos hacer esto sin la ayuda y guía del Espíritu Santo. Mi oración diaria durante este Sínodo será: «¡Ven Espíritu Santo, ven y haz nuevas todas las cosas!».
Para conocer más: www.icpe.org