Por H. Sergio Mora
CIUDAD DEL VATICANO jueves 11 de octubre de 2012 (ZENIT.org).- El arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, primado de la Iglesia de Inglaterra y líder espiritual de la Comunión Anglicana se dirigió a los participantes del sínodo para la nueva evangelización y la trasmisión de la fe, por invitación de Benedicto XVI.
«Vivir la contemplación como un medio para encontrar el verdadero rostro de Cristo» fue el punto central de su invitación, pues «cuanto más separados estemos como cristianos de distintas confesiones, menos convincente será ese rostro», con el riesgo de que las Iglesias sean vistas como «instituciones puramente humanas, ansiosas, ocupadas, competitivas y controladoras».
El arzobispo de Canterbury, hablando ante los 262 obispos católicos presentes en el sínodo, inició citando al Concilio Vaticano II que calificó como un redescubrimiento del mensaje del evangelio que produjo una renovación dentro de la Iglesia católica y un aumento de su credibilidad ante el mundo.
Y añadió que el Concilio demostró «que la Iglesia era suficientemente fuerte para plantearse cuestiones difíciles en cuanto a su cultura y sus estructuras y si éstas eran las adecuadas para la tarea de compartir el Evangelio con la compleja, a menudo rebelde y siempre inquieta mente del mundo moderno».
El arzobispo británico citó en particular los documentos conciliares Lumen Gentium y Gaudium et Spes los cuales, consideró, ofrecieron una visión de como «Cristo vivo en su Cuerpo en la tierra, a través del don del Espíritu Santo, puede hablar con palabras nuevas a la sociedad de nuestro tiempo, e incluso a quienes pertenecen a otros credos», y calificó al Sínodo para la nueva evangelización como parte de esa exploración continua de la herencia del Concilio.
El líder anglicano valorizó también la renovación de la antropología cristiana que produjo el concilio, pues «amplió los importantes elementos de una teología que volvía a fuentes más tempranas y ricas».
Rowan Williams tras citar a la filósofa alemana conversa Edith Stein –de origen judío y hoy santa Teresa Benedicta de la Cruz–, reivindicó que la contemplación «es la única y última respuesta al mundo irreal e insano que nuestros sistemas financieros, nuestra cultura de la publicidad y nuestras emociones caóticas e irreflexivas nos empujan a habitar. Aprender la práctica contemplativa es aprender lo que necesitamos para vivir de una manera verdadera, honesta y amorosa».
Contrariamente, advirtió el primado anglicano: «tenemos que tener cuidado que nuestra evangelización no sirva sencillamente como elementode persuasión para que la gente le pida a Dios y a la vida del espíritu por los hechos dramáticos, excitantes o de autoadulación que tan a menudo satisfacen nuestra vida diaria».
Y el líder espiritual de la Comunión Anglicana indicó que «cuanto más separados estemos como cristianos de distintas confesiones, menos convincente será ese rostro».
Y subrayó las dos llamadas inseparables: «La llamada a la ‘oración y la recta acción’, como dijo el mártir protestante Dietrich Bonhoeffer, escribiendo desde su celda en la cárcel en 1944. La verdadera oración purifica el motivo, la verdadera justicia es el trabajo necesario para compartir y liberar en otros la humanidad que hemos descubierto en nuestro encuentro contemplativo».
Consideró central y vital «el testimonio de lugares como Taizé o Bose, pero también el de otras comunidades más tradicionales» y «las grandes redes de espiritualidad, como San Egidio, los Focolares, Comunión y Liberación» las cuales, «crean espacios para una visión humana más profunda porque todos ellos, de varias maneras, ofrecen una disciplina de vida personal y comunitaria que hace que la realidad de Jesús entre viva en nosotros». Recordó también a Clara Lubich y el modo sorprendente con el que Taizé ha desarrollado una ‘cultura’ litúrgica internacional accesible a una gran variedad de personas.
«A menos que nuestra evangelización abra la puerta a todo esto –prosiguió el primado de la Iglesia de Inglaterra- corremos el riesgo de intentar sostener la fe basándonos en una serie inmutable de hábitos humanos, con el consiguiente resultado demasiado familiar de la Iglesia vista como una más de las instituciones puramente humanas, ansiosas, ocupadas, competitivas y controladoras».
Se preguntó: «¿Qué buscamos? ¿Miramos con ansiedad los problemas actuales, la variedad de infidelidades o la amenaza a la fe y la moralidad, la debilidad de la institución? ¿O buscamos a Jesús, el rostro revelado de la imagen de Dios, a la luz del cual vemos la imagen de nuevo reflejada en nosotros y en nuestro vecinos?
Y concluyó sus palabras deseándole al sínodo «no sólo claridad o eficacia en la planificación, sino gozo en la promesa de la visión del rostro de Cristo y en el anuncio de esa plenitud en la alegría de la comunión uno con el otro, aquí y ahora».
Se puede leer el texto completo de la intervención del primado anglicano en: http://www.zenit.org/article-43340?l=spanish.