El relato del Génesis presenta una secuencia lógica compatible con la evolución

Intervención de Werner Arber, el primer protestante en presidir la Academia Pontificia de las Ciencias

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Por Nieves San Martín

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 14 octubre 2012 (ZENIT.org).- Este viernes 12 de octubre de 2012, ante la presencia de Benedicto XVI, en la Octava Congregación General del Sínodo, se dio la palabra al invitado especial Werner Arber, profesor de Microbiología en el Biozentrum de la Universidad de Basilea; presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias de Suiza, quien hizo una “Reflexión sobre las relaciones entre las ciencias y la fe religiosa”.

El invitado fue presentado por el presidente delegado de turno, el cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara, México. Werner Arber es microbiólogo y genetista suizo. En 1978, junto a los científicos Hamilton Smith y Daniel Nathans, compartió el premio Nobel de Fisiología o Medicina por el descubrimiento de las endonucleasas de restricción. En enero de 2011, Benedicto XVI, le nombró presidente de la Pontificia Academia de las Ciencias, siendo el primer protestante en ejercer este cargo.

En su introducción, Werner Arber afirmó que «la curiosidad es una característica fundamental de la mente humana». En este contexto, se plantea la cuestión sobre las mutuas relaciones y compatibilidades entre el conocimiento científico y los contenidos basilares de la fe.

El profesor Arber explicó su concepto de «saber orientativo», que «se construye y se actualiza en la mente humana durante el trascurso de toda nuestra vida. Contiene elementos ya adquiridos durante el desarrollo embrionario y la primera infancia. Se enriquece luego con la educación y la búsqueda personal de la verdad. El conocimiento científico adquirido se sitúa, así, junto a las varias clases de creencias, incluyendo aquella de la fe religiosa. Entre paréntesis, podemos considerar que aún los agnósticos son personas con un credo específico, es decir, el del no conocimiento de Dios».

Según el profesor invitado, la evolución cósmica y la evolución biológica son factores que evidencian leyes importantes de la naturaleza. Constató que, hasta ahora, la ciencia no tiene nociones precisas sobre las raíces de la evolución cósmica aunque «los continuos procesos evolutivos del universo y de la vida son ahora hechos científicos sólidamente establecidos que constituyen los elementos esenciales de la creación permanente».

«Hoy día imaginamos que la vida puede también existir en algunos planetas extraterrestres, pero aún estamos esperando las evidencias científicas de tal hipótesis. Por otro lado, las ciencias de la vida han adquirido un amplio y sólido conocimiento sobre la complejidad de los procesos vitales, tanto en lo que respecta a la actividad de los organismos individuales como a la evolución biológica en curso a nivel de las poblaciones», afirmó.

En otras palabras, «la evolución biológica es un proceso natural continuo y constante de creatividad permanente y gradual».

El invitado por Benedicto XVI para hablar en la Octava Congregación General del Sínodo se detuvo en señalar los valores culturales del conocimiento científico.

«Las visiones científicas de las leyes y constantes de la naturaleza son valores culturales desde los dos siguientes puntos de vista –dijo–. Por un lado, el conocimiento científico adquirido enriquece nuestra visión del mundo y, por tanto, contribuye a nuestro saber orientativo. Por otro lado, el conocimiento científico puede abrir nuevos caminos a las aplicaciones e innovaciones tecnológicas que benefician tanto nuestras vidas como el medio ambiente. Visto que dichas innovaciones contribuyen las más veces a configurar el futuro, deberíamos idealmente postular que cualquier decisión al respecto dependiera de una evaluación tecnológica diligentemente ejecutada y, por otro lado, que la sociedad civil y la Iglesia estén preparadas a asumirse la corresponsabilidad con los científicos y la economía, para así llevar a cabo un nuevo modelo de futuro que comporte beneficios para la humanidad y su ambiente. Tales medidas podrían contribuir a la sostenibilidad del proceso y, por lo tanto, al desarrollo a largo plazo de nuestro planeta».

Subrayó también «el papel de las reglas de conducta para la humanidad». La sociedad actual garantiza reglas de conducta que deben ser respetadas. «La aceptación de dichas reglas puede facilitarse si sus principios están enraizados en la fe religiosa», dijo.

«En la sociedad cristiana, algunas importantes reglas de conducta fueron promulgadas por Jesucristo durante su vida, y desde entonces han sido ampliamente seguidas por los cristianos. Sin embargo, es una importante tarea de las sociedades hodiernas actualizar las reglas establecidas, prestando una especial atención al conocimiento científico adquirido», subrayó.

«En este contexto, presumo que si Jesucristo viviera hoy entre nosotros, él estaría a favor de la aplicación de un conocimiento científico sólido para el beneficio a largo plazo de la humanidad y de su ambiente natural, al menos en la medida en que esas aplicaciones configuraran el futuro asegurando el pleno respeto a las leyes naturales relevantes», dijo el profesor Arber.

Ilustró su postulado con un ejemplo concreto. «Gracias a los recientes avances de la genómica, la proteómica y la metabolómica, se ha podido orientar la evolución biológica en vistas de satisfacer mejor nuestras necesidades de una alimentación más saludable como contribución a unas importantes mejoras en el campo médico».

Tras un estudio de la Pontificia Academia de las Ciencias, en 2009, sobre las plantas transgénicas, la Academia concluyó que «los métodos establecidos recientemente en la preparación de organismos transgénicos siguen las leyes naturales de la evolución biológica y no conllevan riesgos vinculados a la metodología de la ingeniería genética».

Por último, se ocupo del aspecto de «la compatibilidad entre conocimiento científico y fe religiosa». En este sentido, dijo que «durante largos periodos de tiempo, seres humanos curiosos adquirieron el conocimiento científico principalmente mediante la observación por medio de sus sentidos, ayudados por la reflexión mental y el razonamiento lógico».

Sobre el libro del Génesis, dijo, «propone una secuencia lógica de acontecimientos en la cual la creación de nuestro planeta Tierra podría ser seguida por la creación de las condiciones para la vida. Las plantas fueron introducidas y éstas fueron, en un momento dado, el alimento de los animales antes de la introducción final del ser humano. Dejando de lado la cuestión de la Revelación, esto es claramente una narración lógica del posible origen evolutivo de las cosas según unos acontecimientos imaginados orientando la naturaleza, que observaban las antiguas poblaciones. Por la genealogía descrita en el Antiguo Testamento, puedo también concluir que sus autores eran conscientes de las variantes fenotípicas (o sea, genéticas). Las personas descritas tienen sus propias características personales y, por tanto, no son clones genéticamente idénticos de Adán y Eva. En estas narraciones podemos identificar una gran coherencia entre la fe religiosa disponible entonces y el conocimiento científico sobre el desarrollo evolutivo. Es nuestro deber hoy en día mantener (y donde sea necesario, restablecer) dicha coherencia basándonos en nuestro mayor conocimiento científico. Es mi convicción que el conocimiento científico y la fe son, y deben seguir siendo, elementos complementarios de nuestro saber orientativo».

En resumen, el profesor Werner Arber, subrayando «la importancia de la evolución de la vida y su hábitat ambiental», expuso «cómo puede influir el conocimiento científico, junto a otros elementos de nuestro saber orientativo, en las actividades humanas, incluida la aplicación del conocimiento científico para el beneficio de la humanidad y de un ambiente inalterado idóneo para el desarrollo sostenible a largo plazo de nuestro planeta Tierra y sus
habitantes». Los ejemplos dados «pueden aplicarse a otras actividades viables basadas en el conocimiento científico disponible que puede servirnos para un desarrollo cultural sostenible». A este propósito, la Pontificia Academia de las Ciencias intenta «llevar a cabo su tarea de seguimiento crítico de los avances en las investigaciones científicas y los proyectos de aplicación de los conocimientos adquiridos».

Periódicamente publica, tanto en papel como en formato electrónico (en su página web www.pas.va), sus libros para información del mundo científico, la jerarquía de la Iglesia, todos los cristianos y la gente de buena voluntad, ofreciendo también importantes sugerencias en favor de un desarrollo seguro, responsable y sostenible.

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ZENIT Staff

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