Por el padre José Antonio Pérez SSP*
ROMA, lunes 22 octubre 2012 (ZENIT.org).-La sociedad necesita propuestas de vida cristiana fuertes, puntos de referencia válidos, capaces de dar sentido profundo a la existencia. En resumen: necesita santos. En palabras del beato Santiago Alberione: “Se necesitan santos que nos precedan en estas rutas aún no batidas y en parte ni siquiera indicadas”. Por la gracia de Dios el beato Timoteo Giaccardo ya ha realizado, el primero entre los paulinos, este deseo del Fundador ynos ha precedido en los difíciles caminos del apostolado moderno, mostrando cómo se puede conciliar la más alta contemplación con la más intensa vida apostólica.
Algunos rasgos biográficos
José Timoteo Giaccardo nació en Narzole (Cuneo, Italia) el 13 de junio de 1896. Aún adolescente, se encontró con el padre Santiago Alberione, quien lo encaminó al seminario de Alba. Sensible a las nuevas necesidades de la época y abierto a las nuevas formas de evangelización, con el consentimiento del obispo, pasó a la naciente Sociedad de San Pablo, como maestro de los primeros jóvenes. Primer presbítero de la Congregación, amado, escuchado venerado dentro y fuera de la Familia Paulina, ayudó a los primeros grupos de paulinos y paulinas a definir su propia fisonomía.
En enero de 1926, por su gran amor al papa, fue enviado a Roma para abrir e iniciar la primera casa filial, cerca de la Basílica de San Pablo. Por su experiencia y sus capacidades humanas, en 1936 volvió a Alba como superior de la Casa Madre, tornando de nuevo a Roma como Vicario general en 1946.
El beato Timoteo Giaccardo fue el guardián atento del patrimonio espiritual de la nueva institución, el portavoz de la mente del Fundador. Colaborador suyo fidelísimo, se prodigó sin descanso en favor de las Congregaciones paulinas, a las que guió a una profunda vida interior y a los respectivos apostolados. Ofreció su vida para que se reconociera en la Iglesia la congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro. El Señor aceptó la oferta y murió el 24 de enero de 1948.
Protagonista de la nueva evangelización
Del beato Timoteo Giaccardo se conocen la bondad, la humildad, el espíritu de fe y de oración, la devoción a la Virgen, las dotes como maestro… No se conoce tanto, en cambio, su dimensión apostólica, a pesar de que fue un gran apóstol, dedicado a difundir el Evangelio a través de los medios de comunicación social, inscrito, entre otras cosas, en el colegio de periodistas profesionales.
No le resultó fácil el paso del ideal de la pastoral tradicional directa, a la mística paulina, según la cual “las máquinas son nuestros púlpitos; la tipografía es como nuestra iglesia; en el altar se multiplica Jesús eucarístico, en la tipografía se multiplica Cristo verdad”, en palabras del padre Alberione. Pero fue un paso heroico que él llevó hasta la identificación plena con el ideal del Fundador: “La impresión va concretándose –escribió–; la prensa católica es la idea reina de mi vida, la señora de mi mente, de mi voluntad, de mi corazón”.
Que su dedicación al apostolado paulino fue realmente admirable lo demuestran los hechos: poco después de llegar a Roma en 1929, de la imprenta paulina salían ya varios boletines diocesanos. En Alba, a sus funciones de dirección, formación y orientación espiritual de una casa con más de 300 personas, se añadían las preocupaciones externas: seguir los trabajos, tratar con los proveedores, las relaciones con las autoridades religiosas y civiles…
Y sin embargo, la actividad del padre Giaccardo en el campo del apostolado específico paulino fue increíblemente dinámica y fecunda. Él estimuló y fomentó la“redacción”, invitando a los hermanos a escribir para que se comunicase “la palabra que Dios ha pronunciado y nos ha confiado a nosotros”. Promovió la técnica, porque “hay que dar al apostolado lo mejor” y poco a poco renovó todos los departamentos de composición, impresión, encuadernación y expedición, con medios cada vez más modernos. Al mismo tiempo cuidaba la propaganda, para que la Palabra nose quedara prisionera en el almacén o en las librerías.
Hombre de Dios
En su homilía de apertura del Sínodo, Benedicto XVI dijo: “Los santos son los verdaderos protagonistas de la evangelización en todas sus formas. Especialmente ellos son también los pioneros y los que arrastran en la nueva evangelización”. Casi en paralelo con estas palabras del papa, el beato Santiago Alberione afirmaba del beato Timoteo Giaccardo que “era un suscitador de energías, un apoyo para los débiles, luz y sal en sentido evangélico”.
“Las obras de Dios se realizan con hombres de Dios”, decía el Fundador. Y afirmaba del beato Timoteo:“Él fue el Maestro que a todos precedía con el ejemplo, que todo lo enseñaba, que a todos aconsejaba, que todo lo construía con su iluminada y cálida oración… Siempre todo para todos; el primero, considerándose el último; sensibilísimo, docilísimo, delicadísimo… Formador de muchas almas, modelo de toda virtud, fiel colaborador en el crecimiento de la Familia Paulina, piadoso, humilde, amado por todos, vivió de intimidad con el Divino Maestro camino, verdad y vida… En la Familia Paulina fue como el corazón y el alma”.
Por su riqueza en valores humanos, por su completa personalidad de hombre interior y hombre de acción, por su fidelidad hasta el sacrificio de sí mismo en la configuración con Cristo, en definitiva, por su gigantesca dimensión humana, espiritual y apostólica, el beato Timoteo Giaccardose presenta no solo como modelo para sacerdotes y religiosos, sino para todos los fieles, en consonancia con las directrices del papa para el Año de la fe y para el Sínodo de los Obispos, que invitan arecuperar la alegría de la fe y comunicarla de forma renovada.
De ese modo nos descubre el verdadero secreto de la plenitud y la santidad: la capacidad de vivir en unidad las diversas dimensiones de la vida, que se armonizan y se revelan a través de esa unidad personal que se consigue solo en el Maestro Jesús. Que es también el secreto del progreso, de la eficacia apostólica y de la alegría de ser cristianos.
*Postulador general de la Familia Paulina