MADRID, jueves 18 octubre 2012 (ZENIT.org).- Este domingo 21 de octubre se celebra en la Iglesia el Domingo Mundial de las Misiones (DOMUND). Con este motivo, las Obras Misionales Pontificias (OMP) de España organizaron un encuentro con tres misioneros que representan a los catorce mil evangelizadores que han salido de España hacia otros países. Venidos de San Pedro Sula, la ciudad del mundo con mayor índice de criminalidad, en Honduras; Egipto, donde la situación de los cristianos empieza a estar comprometida, y Etiopía, con el aumento de grupos islamistas radicales y la lucha contra la desnutrición.

El padre Elías Royón SJ, presidente de la Confederación de Religiosos de España (CONFER), moderador del acto, subrayó que la historia de las misiones siempre ha coincidido con la historia de la vida consagrada, y que aún hoy las congregaciones siguen enviando a hombres y mujeres a los territorios de misión.

El obispo de San Pedro Sula Ángel Garachana, misionero claretiano, lidera una diócesis en la que seiscientas personas mueren asesinadas cada mes. Señaló a la pobreza como causa de la violencia, así como la desarticulación familiar, la corrupción policial, y el modelo cultural del dinero fácil. El obispo burgalés mostró la acción de la Iglesia, que parte siempre de lo bueno que hay y se acerca misericordiosamente a la gente que para anunciar el evangelio de la vida. Tanto es así, que ningún misionero de su diócesis quiere regresar a su tierra natal.

La hermana Expedita Pérez, misionera comboniana, buena conocedora del islam, que desempeña su misión en Egipto, describió la situación social del país después de la Revolución del 25 de enero del año pasado, la denominada “primavera árabe”. Ha aumentado la pobreza al bajar el turismo, y la intolerancia religiosa se ha extendido incluso a las ciudades. Los refugiados sudaneses, con los que trabaja, son muchas veces rechazados. Desde la Iglesia católica se está realizando una labor de diálogo con el islam y otras confesiones religiosas. En su opinión, con la revolución, los católicos egipcios van tomando más conciencia de su papel en política y en la sociedad civil.

Álvaro Palacio, misionero de La Consolata, ejerce su ministerio en uno de los países más sacudidos por el hambre: Etiopía. Afirmó que hay que huir de las explicaciones reduccionistas de la labor misionera. Respecto a cómo acercar a Cristo a la gente en medio de tanta adversidad, explicó que la atención que él da como misionero es una atención personal, y no sólo social. Según el padre Álvaro, muchos etíopes se preguntan por qué unos españoles están viviendo lejos de su casa y pasando necesidad, para estar cerca de ellos a través de la educación y del sacrificio. “La Iglesia católica tiene en Etiopía un prestigio superior al número de católicos”, concluyó.

El director Nacional de las Obras Misionales Pontificias Anastasio Gil García, clausuró el acto con el agradecimiento a la Universidad Pontificia Comillas por su colaboración. Recordó que “a los misioneros hay que admirarles, pero poco; lo que hay que hacer es ayudarles”, evocando palabras del papa Pio XII en Fidei Donum, 7.

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