El encuentro promovido por los obispos amigos del Movimiento de los Focolares tuvo lugar en Roma del 29 al 31 de enero. Esta reunión habitual entre obispos cercanos a este movimiento, fundado por Chiara Lubich, este año se celebrará en diversas regiones del mundo como Líbano, Corea del Sur, Madagascar, Estados Unidos, Brasil o Alemania. Un momento de encuentro abierto a obispo de las naciones cercanas para responder a las exigencias de las iglesias locales.
El celebrado en Roma es el primero de este año y contó con la presencia de obispos de diferentes diócesis italianas, de otros países de Europa, Líbano, Corea del Sur y Ciudad del Vaticano.
Durante estos tres días, además de participar en la Audiencia General con Benedicto XVI, tuvieron espacios de reflexión y debate sobre temas como la nueva evangelización y la espiritualidad de comunión, en el hoy de la Iglesia y del mundo, el desafío de la sinodalidad eclesial, Iglesia y Europa, y la historia de los focolares en relación al Concilio Vaticano II.
Monseñor Anton Cosa, obispo de Chisinau, República de Moldavia, ha comentado el encuentro para ZENIT.
¿Cómo ha sido su experiencia del encuentro?
–Mons. Cosa: Los obispos son siempre maestros de sus diócesis, deben guiar a la Iglesia y casi nunca tienen tiempo para sí mismos. En esto yo me he dado cuenta de que tengo que hacer más también por mi, por mi alma. Por eso, me he propuesto participar cada año en este encuentro, promovido por el movimiento de los focolares. Estando todavía en el seminario en Rumanía, durante el comunismo, había ya oído hablar de este movimiento y esta experiencia me ha asombrado para toda mi vida.
Hoy como obispo vengo muy contento a encontrar a amigos, ya que muchos de nosotros nos conocemos de hace tiempo para reforzar la espiritualidad de unidad y comunión, y hacer crecer en mí la disponibilidad de servir a la Iglesia como María, comenzando por mi diócesis, pero no quedándose dentro, sino saliendo fuera.
Este año hemos tenido de nuevo posibilidad de encontrar al santo padre y reforzar nuestra comunión afectiva con él y de rezar juntos y entrar en el corazón de la Iglesia. Tomar en nosotros los desafíos de este tiempo, que son tantos, ponernos como cuerpo junto él, para reforzar el testimonio. Por que el mundo necesita no solo maestros, sino testigos. Y esta experiencia nos ayuda a ser testimonio, comunión e Iglesia viva de Cristo.
¿Cómo fue ayer el encuentro con el santo padre?
–Mons. Cosa: Puedo decir que cada encuentro con el papa se convierte en un evento importante, para mí que estoy lejos, en una Iglesia nueva y pequeña con tantas dificultades; ver a Benedicto XVI es como lo que decía Jesús a Pedro, supone ser reforzado en mi fe y en el continuar en mi ministerio apostólico para que al volver a mi diócesis, ayudar y reforzar la fe de mis fieles.
¿Cómo es la realidad de su diócesis, de su país?
–Mons. Cosa: Moldavia es una pequeña realidad, un país que ha salido, del como dicen muchos, la oscuridad del comunismo soviético. En el año 1991 se convierte en independiente heredando todos los problemas de aquel momento. Asumiendo nuevos desafíos y problemas de identidad sobre todo, ¿quién somos nosotros los moldavos? Casi nadie habla moldavo, se habla ruso. Además los católicos somos de varios grupos étnicos.
Moldavia es hoy un país que sufre todavía muchas necesidades, se siente una pobreza todavía a muchos niveles. Es otra pobreza, diferente a la de África, pero nosotros más que una pobreza natural sufrimos un empobrecimiento al que hemos llegado, principalmente, por la centralización de la Unión Soviética. Después de tanta corrupción y engaños que se hicieron al distribuir los bienes y las deudas del Unión Soviética. Como a veces digo bromeando, nuestra política es como un baile, un paso adelante y dos atrás.
También porque estamos en un área geopolítica bastante difícil, estamos ahí en el límite del mundo latino con Ucrania, Rusia y el mundo eslavo. Nosotros estamos en un estado todavía difícil de describir, porque cada uno ve y escribe la parte que le interesa. Yo como pastor de esta Iglesia siento responsabilidad no solo de mis católicos, que son poquísimos, sino de todo el país, los que no ven una esperanza, no ven como podemos progresar e ir adelante.
¿Qué proyecto tienen para este Año de la Fe?
–Mons. Cosa: Este año nos ayudará a reforzar nuestra fe. Pero nosotros tenemos mucho que hacer todavía en el primer grado de la primera evangelización, no la nueva, sino la normal. Ten en cuenta que en Moldavia, hasta hace poco tiempo estaba prohibido creer en Dios, hablar de Dios. Y nosotros colaboramos hoy con esta gente que siempre ha oído hablar mal de Dios, como si no estuviese, como si fuese un idea inventada por los sacerdotes.
La gente no encuentra fácilmente la vía, decía que no es sólo hacer una catequesis, es importante sí, pero no es todo. Nosotros tenemos parroquias pequeñas, cuando estamos juntos somos bastantes pero cuando bajamos a la masa, no nos vemos. Por eso pedimos a nuestra gente unirse y venir a nuestras iniciativas, no sólo catequesis, sino también los proyectos que tenemos de formación como en el Instituto Catequístico para Laicos. La gente va contenta allí donde tiene un interés. La religión es una puerta que te ayuda a entrar a un nuevo mundo y un mundo que te pone en contacto con gente de Europa.
Nosotros hemos querido volver al inicio. Nuestro programa pastoral parte del Credo, como ha indicado el papa. Hemos querido recordar la base de nuestra fe, el núcleo principal. Por otra parte hemos querido dar a nuestra gente la posibilidad de testimoniar su fe, en los momentos de encuentros y también fuera de nuestro ámbito, allí donde trabajan, donde llegan, en encuentros ecuménicos. Algunas iniciativas pastorales van más allá, por ejemplo, en la región de Transnistria, es casi como otro país, pero no reconocido y allí trabajan los padres dehonianos, de Polonia, ayudados con un Movimiento que se llama «Un mundo mejor”. Están trabajando para una renovación total de las parroquias y comunidades con gran éxito.
Hay muchos otros proyectos de formación, para sacerdotes y formadores y ejercicios espirituales a los que vendrá el obispo de Moscú, para compartir las experiencias de otras Iglesias que viven realidades similares a la nuestra.