«Nube negra que trae lluvia», este es el significado del nombre árabe Wadima. La trágica historia de Wadima, niña emiratense de ocho años, y de su hermana Mira, de seis años, quizá traiga un rayo de sol para las nuevas generaciones del Emirato.
Todo comenzó en noviembre de 2011 cuando, tras el divorcio de los padres, Wadima y Mira fueron confiadas, como está previsto por los dictámenes del derecho islámico, a la familia paterna en la persona de la abuela que a continuación entrega las niñas al padre. El pasado junio el cuerpo sin vida de Wadima fue encontrado en el desierto tras las informaciones dadas por la hermana hospitalizada por ser golpeada. Mira, en estado de shock, cuenta a los médicos que el padre les había rapado la cabeza y después les echó agua hirviendo y como si eso no fuera suficiente les había golpeado violentamente.
La muerte de Wadima ha afectado no sólo a la opinión pública del emirato, sino también al mismo emir que decide actuar y legislar para evitar casos parecidos. Ya en 2010 Humaid al-Muhairi, otro funcionario del Ministerio de Justicia de los Emiratos Árabes, declaraba que «la violencia en el seno del contexto familiar es siempre un hecho despreciable». Al-Muhairi se refería a un caso de violencia de un ciudadano emiratense con la mujer y la hija, y recordaba que este tipo de violencia está prohibida por la sharia.
El caso trágico de Wadima ha puesto en primer plano el tema de la violencia familiar. En seguida se ha comenzado a hablar de una ley para la protección de los niños. En el mes de noviembre de 2012 durante el congreso, en el cintexto de la campaña «Juntos para proteger a nuestros hijos», el shaykh Mohammed ben Rashid al-Maktum, primer ministro de los Emiratos, declaró que «todos los niños, sin ninguna excepción, tienen derecho a una vida segura, a la estabilidad emocional y psicológica, atenciones constantes y protección contra cada peligro y violación» y que «la protección de los niños debe ser antepuesta a todo y que sus necesidades y derechos fundamentales son imprescindibles», además del hecho de que el Estado tiene el deber de hacer que esto suceda.
El pasado 13 de enero se dio la noticia del paso al escrutinio del Consejo Nacional Federal de la ley para la protección de los niños, ley que por voluntad del emir tendrá el nombre de «ley Wadima» en recuerdo de la pequeña víctima.
Se trata de un evento extraordinario en el mundo árabe-islámico, de un primer paso importante dirigido a la adecuación del rico estado del Golfo a las convenciones internacionales sobre niños. Setenta y dos artículos y doce secciones que van desde la simple prohibición de fumar en los medios públicos en presencia de niños, al derecho al estudio, de la prohibición de vender tabaco y alcohol a menores, a penas más severas contra cualquier persona que recurra a la violencia contra los niños. La ley ofrece también una definición del derecho a la protección y de todo lo que atenta contra la serenidad de los niños.
Es interesante destacar que aunque se refiere a situaciones fácilmente comprensibles, como el caso de los niños huérfanos y sin tutor, también se subraya la voluntad de proteger a los menores «de la explotación por parte de organizaciones ilegales y del crimen organizado que difunde ideas extremistas, ideología del odio», y de la violencia de sus mensajes. El artículo 34 se centra, por ejemplo, en la tutela de la salud mental, física y moral del niño.
Es un verdadero acto de coraje por parte de los Emiratos Árabes que, frente a un hecho atroz, no han querido ni negar ni ocultar la gravedad del problema, y han creado una ley que por ahora representa una verdadera novedad en la zona.
Por otro lado, el 20’5% de la población de los Emiratos, o casi 1,1 millones de habitantes, tienen entre 0 y 14 años. Además, la tutela de los niños va de la mano con la lucha contra el extremismo islámico que los Emiratos están llevando a cabo. Una instrucción adecuada, una cultura que quiere proteger la población por un lado más débil, por otro la población que construirá el futuro de la nación, corresponden a una política dirigida a la supervivencia interna. Proteger a las nuevas generaciones significa garantizar un futuro en el que habrá menos terreno fértil para las ideas extremistas, en el que se podrá esperar frenar el extremismo islámico que se está extendiendo en Arabia Saudita.
La esperanza es que la ley Wadima se convierta en un modelo a seguir en el mundo islámico y que lleve a proteger a las niñas de los matrimonios precoces, del velo impuesto, de las violencias mentales y físicas, y a garantizar a los niños en general una vida digna de este nombre y que se corresponda con las garantías básicas prevista en las convenciones internacionales.
Sobre todo, la esperanza es que la experiencia exitosa de la pequeña pakistaní Malala, que sobrevivió a un atentado talibán sólo porque quería estudiar, la experiencia trágica de Wadima que ha llevado a una ley revolucionaria, sean un señal de despertar y un rayo de luz en un mundo como el islámico, en el que a menudo los niños están privados de sus derechos fundamentales, el primero entre todos sonreír con despreocupación al futuro.