Armas: dinero, poder, muerte

Una llamada a la conciencia personal

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Ofrecemos a los lectores la colaboración habitual del obispo de San Cristóbal de las Casas, México, Felipe Arizmendi Esquivel, sobre el debatido asunto del control de armas.

SITUACIONES

En Estados Unidos, los tiroteos y asesinatos recientemente perpetrados en escuelas y centros de diversión, en la calle y en las familias, por parte de adolescentes, jóvenes y adultos, han cimbrado la conciencia de muchas personas. Los francotiradores disponen de las armas que quieran y puedan comprar, sin mayores controles o restricciones. Por ello, el mismo presidente Barack Obama está proponiendo un plan para endurecer el acceso a las armas. En alguno de los Estados ya se están implementando medidas para avanzar en este sentido.

Los defensores de las armas están firmes en defender el derecho a una libertad irrestricta. Pero en esta lucha no tanto está en juego la libertad de los ciudadanos, sino los enormes intereses del dinero. Los fabricantes de armas ven amenazado su negocio y destinan cuantiosos recursos para influir en los legisladores, en los políticos y en la opinión pública. Hay demasiados intereses corporativos que defienden un mercado libre y sin restricciones, sólo por el beneficio económico de sus accionistas, sin importarles el bien común de la nación y la salud mental de la juventud. Los poderosos lobbies con que cuentan en los centros de poder, particularmente en los Congresos, reflejan un interés monetario por encima del derecho a la vida. Y como en esa nación la economía parece ser el factor determinante, y la producción y venta de todo tipo de armas es una fuente exorbitada de ingresos económicos, es difícil que prospere un cambio a corto plazo. Si hubiera un mayor control, nuestro país saldría beneficiado, pues los narcotraficantes no tendrían tantas facilidades para sostener sus sistemas asesinos; tendrían menos fuerza y poder.

ILUMINACION

Al respecto, en su mensaje de este año para la Jornada Mundial de la Paz, ha dicho el Papa Benedicto XVI: Auténticos trabajadores por la paz son los que aman, defienden y promueven la vida humana en todas sus dimensiones: personal, comunitaria y transcendente. La vida en plenitud es el culmen de la paz. Quien quiere la paz no puede tolerar atentados y delitos contra la vida.

El que trabaja por la paz debe tener presente que, en sectores cada vez mayores de la opinión pública, la ideología del liberalismo radical y de la tecnocracia insinúan la convicción de que el crecimiento económico se ha de conseguir incluso a costa de erosionar la función social del Estado y de las redes de solidaridad de la sociedad civil, así como de los derechos y deberes sociales. El desarrollo económico se hace depender sobre todo de la absoluta libertad de los mercados. Es necesario un nuevo modelo de desarrollo, así como una nueva visión de la economía. Tanto el desarrollo integral, solidario y sostenible, como el bien común, exigen una correcta escala de valores y bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última.

El modelo económico que ha prevalecido en los últimos decenios postulaba la maximización del provecho y del consumo, en una óptica individualista y egoísta, dirigida a valorar a las personas sólo por su capacidad de responder a las exigencias de la competitividad. En concreto, dentro de la actividad económica, el que trabaja por la paz se configura como aquel que instaura con sus colaboradores y compañeros, con los clientes y los usuarios, relaciones de lealtad y de reciprocidad; realiza la actividad económica por el bien común, vive su esfuerzo como algo que va más allá de su propio interés, para beneficio de las generaciones presentes y futuras”.

Si escucharan estas palabras los fabricantes y vendedores de armas, tendrían que cambiar sus mecanismos de muerte, por otros que favorezcan la vida; pero su dinero, que es su ídolo, les impide ver más allá de sus intereses.

COMPROMISOS

Desde la familia, hay que educar no para la guerra y la violencia, sino para el respeto a los otros, para compartir, para la solidaridad, para amar. No hay que dar a los niños juguetes bélicos, porque afectan su mente y su conducta. Que nuestros legisladores implementen medidas más drásticas para evitar la proliferación de armas. Eduquémonos para la paz social.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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