Una breve introducción…
El predicador tiene que tener claro qué va a transmitir (objetivo) y para qué (finalidad). Si no es así, en vez de ser puente entre el texto bíblico y la situación del oyente, su predicación será como una encrucijada de caminos sin indicadores de dirección.
Quien predica sin objetivo malgasta su energía y sus fuerzas, y a la larga no se ganará a sus oyentes. Pero si indica cuál es su intención y puede mostrar también caminos de cómo quiere llegar allí, la predicación recibe una claridad de objetivos y una tensión.
Si no tiene en cuenta estos objetivos, el predicador sermoneará, es decir, exigirá y amonestará, pero no predicará. Esto desanima a los oyentes, y no se ve el carácter gozoso dela Buena Nueva del Evangelio. Este objetivo tiene que estar bien claro desde la introducción o exordio, y se puede unir a lo que los clásicos llamaban “proposición”, cuando el predicador propone los puntos de ese discurso o de esa homilía.
Después de enunciar el fin u objetivo, se pueden formular los problemas, resistencias u objeciones de los oyentes en relación con esa verdad que estoy proponiendo. Después de esto, el predicador está ya preparado para su discurso u homilía, iluminando esas situaciones y problemas con la luz del Evangelio. La misión del predicador no es tanto dar una solución a un problema o situación del oyente cuanto de iluminar esa situación desde el Evangelio y desde la vivencia de Jesús, ofreciendo al corazón y a la voluntad de los oyentes un abanico de posibilidades.
Y ahora sí, sigamos con los diversos tipos de predicación sagrada. Hoy veremos una meditación evangélica delante del Santísimo Sacramento expuesto para nuestra adoración. Puede dirigirla el sacerdote, el diácono, una religiosa o cualquier laico.
PREDICACIÓN MEDITADA DELANTE DEL SANTÍSIMO SACRAMENTO
Primero, ¿qué es una meditación delante de Cristo Eucaristía, solemnemente expuesta, y la finalidad de la misma? Es una reflexión evangélica o bíblica dirigida al contacto íntimo con Dios, ahí presente en la custodia, para dialogar con Él, y así dejar a Dios que vaya transformándonos interiormente o mejorando algún aspecto de nuestra vida espiritual.
Segundo, ¿cuáles con las cualidades de esta meditación? Se parte de un texto bíblico, de donde extraemos una sola idea o tema. Desarrollamos esa idea en dos o tres aspectos lógicos y estructurados, jugosos e íntimos. Dichas ideas deben ser expresadas con lenguaje espiritual, íntimo, pero siempre convencido y sentido. Ideas que toquen discretamente la vida de los oyentes en su día a día. Ideas apoyadas con alguna cita de un Santo Padre que comente ese aspecto. Se deben evitar delante de Cristo los chistes o el hacer reír a los oyentes, pues no es el lugar ni el momento.
Tercero, aquí tienen un posible modelo de ideas para una meditación delante de Cristo. Por ejemplo, meditemos en el ciego Bartimeo (Marcos 10, 46-52). Una sola idea: veamos hoy el proceso o pasos de la visión de fe en este ciego. Aquí están los tres aspectos de esa idea: Primer paso, se acerca a Cristo con la esperanza. Segundo paso, grita con la oración humilde. Tercer paso, acepta de Cristo el remedio para su curación con su obediencia. Resultado: quedó curado. Nosotros también necesitamos de la curación de nuestros ojos interiores para poder ver la mano de Dios en nuestra vida. San Jerónimo nos dice lo siguiente cuando comenta este pasaje evangélico.
El anterior artículo de esta serie, y las referencias de los precedentes, están en:
http://www.zenit.org/es/articles/como-mejorar-nuestra-predicacion-sagrada–9