Esta mañana, en la homilía del papa Francisco en Santa Marta se ha referido al papa Juan XXIII como un «modelo de santidad». En el 50 aniversario del su fallecimiento, el papa Francisco rezará ante los restos mortales del Beato Angelo Giuseppe Roncalli, rogando su intercesión ante el Señor para obtener paz y concordia para la Iglesia y para toda la familia humana. En la Basílica Vaticana, esta tarde el santo padre celebrará un encuentro con cerca de tres mil peregrinos de la diócesis italiana de Bérgamo, a la que pertenece Sotto il Monte, donde nació el Papa Roncalli.
<p>Juan XXIII, Angelo Giuseppe Roncalli, nació en Sotto il Monte, en la provincia italiana de Bergamo, el 25 de noviembre de 1881. Desde pequeño manifestó una inclinación hacia la vida eclesiástica, por lo que al finalizar sus estudios elementares, se preparó para entrar en el seminario diocesano. Destacó desde el principio tanto en el estudio como en la formación espiritual. El 10 de agosto de 1904 fue ordenado sacerdote. Después comenzó los estudios en Roma de derecho canónico, interrumpidos en 1905 al ser elegido secretario del nuevo obispo de Bérgamo, monseñor Giacomo Radini Tedeschi, con el que trabajó durante 10 años.
Además de ser secretario, durante esos años cumplió otros encargos: profesor en el seminario, realizó estudios de historia local, director del periódico diocesano, asistente de la Unión Mujeres Católicas. Con el estallido de la guerra en 1915 le correspondió durante más de tres años ser capellán en la asistencia a los heridos en los hospitales militares de Bérgamo.
De una forma inesperada, en diciembre de 1920 recibió la invitación del papa para presidir la obra de Propagación de la Fe en Italia. En 1925, año de su ordenación episcopal, llegó el nombramiento como visitador apostólico en Bulgaria y así comenzó el periodo diplomático que duró hasta 1952. En 1934 fue nombrado delegado apostólico en Turquía y Grecia. Por decisión personal del Pío XII, asumió la nunciatura de París en 1944. Su siguiente destino fue Venecia, donde llegó el 5 de marzo de 1953 y el año siguiente fue creado cardenal. Su episcopado se caracterizó por el escrupuloso compromiso con el que asumía los principales deberes de obispo, las visitas pastorales y la celebración del Sínodo diocesano.
El 28 de octubre de 1958, el cardenal Roncalli con 76 años fue elegido sucesor de Pío XII. Esta elección hizo pensar a muchos en un pontificado de transición. Pero desde el comienzo Juan XXIII reveló un estilo que reflejaba su personalidad humana y sacerdotal madurada a través de una significativa serie de experiencias. Además de restaurar el buen funcionamiento de los organismos de la Curia, se preocupó de conferir un sello pastoral a su ministerio, subrayando la naturaleza episcopal como obispo de Roma, multiplicando el contacto con los fieles a través de visitas a las parroquias, hospitales y cárceles.
Pero sin duda alguna la contribución más importante de este papa fue el Concilio Vaticano II, que fue anunciado desde la basílica de san Pablo el 25 de abril de 1959.
En el discurso de apertura el 11 de octubre de 1962 el papa Juan XXIII dijo que «tres años de laboriosa preparación, consagrados al examen más amplio y profundo de las modernas condiciones de fe y de práctica religiosa, de vitalidad cristiana y católica especialmente, nos han aparecido como una primera señal y un primer don de gracias celestiales». Añadió también que «el supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz. Doctrina, que comprende al hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; y que, a nosotros, peregrinos sobre esta tierra, nos manda dirigirnos hacia la patria celestial. Esto demuestra cómo ha de ordenarse nuestra vida mortal de suerte que cumplamos nuestros deberes de ciudadanos de la tierra y del cielo, y así consigamos el fin establecido por Dios».
» El Concilio Ecuménico XXI —que se beneficiará de la eficaz e importante suma de experiencias jurídicas, litúrgicas, apostólicas y administrativas— quiere transmitir pura e íntegra, sin atenuaciones ni deformaciones, la doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que, si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de buena voluntad» afirmó.
En la prospectiva de una actualización de toda la vida de la Iglesia, Juan XXIII invitaba a privilegiar la misericordia y el diálogo con el mundo en vez de la condena y la contraposición en una renovada conciencia de la misión eclesial que abrazaba todos los hombres. En esta apertura universal no podían estar excluidas las diferentes confesiones cristianas, invitadas también a participar en el Concilio para dar comienzo a un camino de acercamiento. Durante la primera fase se pudo constatar que Juan XXIII quería un Concilio realmente deliberante, que respetara todas las decisiones después de que todas las voces tuvieran modo de expresarse y confrontarse. Pero el papa Juan XXIII no pudo ver finalizar el cónclave ya que falleció el 3 de junio de 1963.
En la primavera del año de su fallecimiento se le concedió el premio «Balzan» por la paz y el testimonio de su compromiso a favor de la paz con la publicación de las encíclicas Mater et Magistra (1961) y Pacem in terris (1963) y de su intenvención decisiva en ocasión de la grave crisis de Cuba en el otoño de 1962.
El Papa Juan Pablo II le proclamó beato el 3 de septiembre del 2000 y en la homilía de la celebración dijo que «del papa Juan permanece en el recuerdo de todos las imágenes de un rostro sonrriente y de dos brazos abiertos en un abrazo al mundo entero».