En su habitual encuentro semanal con peregrinos y fieles en la Plaza de San Pedro, el papa Francisco llegó un poco antes de lo habitual para  saludarlos, abrazarlos y besarlos, dejando impregnado en cada uno de ellos ese olor característico a ovejas que tiene el pastor universal, y quetanto agrada hoy a la mayoría de personas, sean católicas o no.

Fue así que durante la audiencia general, el santo padre quizo referirse a aquella bellísima expresión salida del Concilio Vaticano II, que en el numeral 7 de la Lumen Gentium enseña que la "Iglesia es el Cuerpo de Cristo". Y no pudo encontrar un mejor escenario que una plaza abarrotada de peregrinos y fieles, quienes con sus idiomas, nacionalidades y quizás ritos diferentes, simbolizaban justamente eso: la universalidad y a la vez la unidad de la Iglesia.

Una plaza que como él mismo recordó, el domingo pasado acogío a muchísimos participantes en la "Jornada por la Vida", quienes celebraron "a Dios que es vida y fuente de la vida, Cristo, que nos da la vida divina, el Espíritu Santo que nos mantiene en la relación vital de los verdaderos hijos de Dios", según sus palabras. Fue propicia la ocasión para invitar a todos nuevamente a "promover y defender la vida en todas sus dimensiones y en todas sus fases, diciendo un 'sí' a la vida".

Iglesia, cuerpo de Cristo

En su catequesis por el Año de la fe, el santo padre hizo referencia al pasaje de los Hechos de los Apóstoles que narra la llamada "conversión de Saulo", cuya experiencia, "nos dice cuán profunda es la unión entre nosotros los cristianos y el mismo Cristo". Su explicación radica en que cuando Jesús ascendió al cielo, "no nos ha dejado huérfanos, sino con el don del Espíritu Santo, la unión con Él se ha vuelto aún más intensa". Ya el Concilio Vaticano II lo dirá en el mismo numeral citado: Jesús "comunicando su Espíritu, constituye místicamente como su cuerpo, a sus hermanos, llamados de todos los pueblos".

Esta imagen del cuerpo, explicó Francisco, está muy bien desarrollado en la primera Carta a los Corintios (cf. cap. 12). Allí, san Pablo deja entrever que la Iglesia es un "cuerpo vivo, que camina y actúa en la historia". Y como enseña la doctrina, "este cuerpo tiene una cabeza, Jesús, que lo guía, lo alimenta y lo apoya".

Sobre esto se detuvo el catequista universal para advertir que así como cuando la cabeza está separada del resto del cuerpo, la persona no puede sobrevivir, "así en la Iglesia, debemos permanecer asidos cada vez más profundamente a Jesús". Esta unión permite, continuó, "que pase la linfa vital para que, así podamos permitir que Jesús obre en nosotros, para que su palabra nos guíe, que su presencia eucarística nos alimente, nos inspire, que su amor dé fuerza a nuestro amor al prójimo".

Hizo por lo tanto un llamado a todos los asistentes presentes la plaza, que hervía de calor por el verano que ya se vive en Roma, a "estar unidos a Jesús" y añadió: "Confiemos en Él, orientemos nuestra vida según su evangelio, alimentémonos con la oración diaria, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos".

Evitar las divisiones

Francisco continuó enseñando desde la misma carta paulina, que en la Iglesia "hay una diversidad de tareas y de funciones; no hay una uniformidad aburrida, sino la riqueza de los dones que el Espíritu Santo otorga". Esto permite por lo tanto, vivir "en relación los unos con los otros, (donde) todo confluye para formar un solo cuerpo vital, profundamente conectado con Cristo".

Este vivir unidos a Cristo "nos hace vivir como cristianos y significa permanecer unidos al papa y a los obispos que son instrumentos de unidad y de comunión". Por otra parte, advirtió que esta unidad también significa "aprender a superar personalismos y divisiones, para entenderse mejor, para armonizar la variedad y la riqueza de cada uno", en cada lugar donde el cristiano se encuentre.

Manifestó su esperanza de que la unidad es superior a los conflictos, porque si estos no se resuelven bien "nos separan entre nosotros, nos separan de Dios". Un conflicto, continuó, "ayuda a crecer, pero también nos puede dividir", por lo que invitó a pedir al Señor "para que nos libere de las tentaciones de la división, de la lucha entre nosotros, de los egoísmos del chisme".

Hizo referencia al encuentro que había tenido horas atrás con un pastor evangélico con quien se detuvo a orar, para invitar nuevamente a una mayor unidad entre las comunidades de cristianos evangélicos, cristianos ortodoxos y cristianos católicos. Pero ante esto, recordó que la única forma de vivir la unidad con los demás cristianos, es que los católicos estén unidos, aún desde las propias familias.

No quiso despedirse sin encomendar estas intenciones a Dios, a fin de que "nos ayude a no hacer sufrir el Cuerpo de la Iglesia con nuestros conflictos, nuestras divisiones, nuestros egoismos; que nos ayude a ser miembros vivos vinculados entre sí por una sola fuerza, la del amor, que el Espíritu Santo derrama en nuestros corazones".

Saludo en español

Ante la presencia de peregrinos de países que hablan y rezan en español, el papa Francisco les dirigió una palabras:

"Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, Costa Rica, Honduras, México, República Dominicana y los demás países latinoamericanos. Pidamos al Señor que nos ayude a ser miembros vivos de su Cuerpo, unidos por el amor que el Espíritu Santo derrama en los corazones".

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