El uso de armas químicas en Siria horroriza al mundo. Entretanto hay quienes aseguran tener las evidencias para intervenirla militarmente, mientras otros piden más pruebas. Por su parte el gobierno sirio culpa a los rebeldes de haberlas usado… ¿En quién confiar?
Es en medio de esta incertidumbre, que el papa Francisco y otros líderes religiosos vienen haciendo llamados por la paz y convocan al ayuno y la oración para evitar la guerra.
Por otro lado, los estadounidenses se convencen entre ellos para lanzarse a una nueva asonada militar, con el apoyo explícito de los franceses, de Turquía, Israel y algunos países árabes. Se basan en pruebas de laboratorio recogidas por los servicios de inteligencia in situ, sin esperar los resultados de la ONU. Menos aún insistirán en el respaldo del Consejo de Seguridad, donde hasta ahora la oposición de Rusia y China es tenaz.
El «¡No!» de los obispos
A pesar de tanta convicción y con una flota aliada cargada de misiles mar-tierra frente a las costas sirias en el mar Mediterraneo oriental, los obispos estadounidenses le escribieron una carta al presidente Barack Obama, en un nuevo intento por llamar a la cordura y finalmente a la paz…
La carta está firmada por el arzobispo de Nueva York y presidente del episcopado, cardenal Timothy Dolan y por el presidente de la Comisión Episcopal de Justicia y Paz y obispo de Des Moines, monseñor Richard E. Pates, en la cual han advertido que un ataque militar sería contraproducente, «agravando una situación ya trágica que conduzca a consecuencias no deseadas».
Estas preocupaciones, indican los obispos, «tienen una fuerte resonancia en la opinión pública estadounidense» que duda de la conveniencia de la intervención y más aún, «en ausencia de un consenso internacional».
La carta fechada el 4 de setiembre, plantea que lo que necesita el pueblo sirio es «una solución política». Por lo tanto, piden a los gobernantes que no se alimente la violencia, sino que se trabaje «con urgencia y sin descanso con los otros gobiernos para lograr un alto el fuego, para iniciar las negociaciones reales, para proporcionar una asistencia humanitaria imparcial, y para animar a los esfuerzos por construir una sociedad inclusiva en Siria que proteja los derechos de todos sus ciudadanos, incluidos los cristianos y otras minorías».
En el conflicto interno de Siria, iniciado en marzo de 2011 y donde el comercio de armas se lleva el protagonismo, se pueden contar ya cerca de 110.000 sirios muertos. A esto hay que sumar los dos millones de personas que tuvieron que abandonar el país en calidad de refugiados y los cuatro millones de residentes en Siria que se han visto obligados a abandonar sus hogares por la violencia.