En su vista a la isla italiana de Cerdeña, a las 17,30 el papa ya estaba en el estrado en donde por la mañana había encontrado al mundo del trabajo en la explanada del Largo Carlo Felice.
Después del saludo de dos jóvenes y las preguntas de otros presentes exclamó: “¿Parece que hay algunos jóvenes, o tantos? ¡Son tantos! Gracias por haber venidos tantos a este encuentro, verles me recuerda la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro: quizás algunos de ustedes estaban allá, pero muchos seguramente la han seguido por televisión e internet. Y fue una experiencia muy linda, una fiesta de la fe y de la fraternidad, que nos llena de alegría”.
“La misma alegría –añadió el papa-- que probamos hoy. Agradecemos al Señor y a la Virgen María, Nuestra Señora de Bonaria: es Ella que nos ha hecho encontrar aquí. ¡Récenle con frecuencia, que es una buena madre!”.
Y el papa volvió a citar el evangelio de Emaús, cuando los discípulos se muestran desanimados porque las cosas no habían ido como ellos esperaban, encuentran al Señor. “Este es el primer punto la experiencia del fracaso” dijo.
“Lo dijeron vuestros 'portavoces, en donde la fe aparece un poco desteñida, se ven cristianos a veces cansados y tristes y muchos jóvenes después de la Confirmación se van”.
Y les recordó que “en las preguntas que me hicieron estaba esta experiencia: el sacramento de la confirmación” o deberíamos llamarlo dijo “el sacramento del adiós”. Y el papa les interrogó:“Les quiero hacer una pregunta y cada uno la responda en su corazón. Piensen a las experiencia de fracaso que han experimentado, seguramente todos nosotros las tenemos”.
Y les invitó a no desanimarse porque el “cristiano pesimista, que feo eso”. Porque la esperanza, prosiguió “es parte de vuestro ser. Un joven sin esperanza ha envejecido demasiado rápido. La esperanza es parte de vuestra juventud. Si ustedes no tienen esperanza reflexionen seriamente”.
“¿Y cuando un joven pierde la esperanza dónde va a encontrar algo de paz? Ustedes saben de estos vendedores de muerte, que ofrecen una vía para cuando uno está triste sin esperanza, sin confianza. Por favor no le vendan su juventud a esos que venden muerte”.
Y precisó que “cuando digo esto quiero ser sincero, no vengo a vender una ilusión, hay una persona que pueden llevarte adelante, confía en Él porque Jesús no es una ilusión. Hay que confiaren Jesús, el Señor está siempre con nosotros” porque “está cerca de nuestros fracasos, de nuestra fragilidad de nuestros pecados, para transformarlos”.
“Quiero contarles --dijo el santo padre-- una experiencia: hice el 60 aniversario del día en que sentí la voz de Jesús en mi corazón, y esto no lo digo para que me hagan una torta aquí. Esto no lo olvido nunca. El Señor me hizo sentir fuertemente que tenía que seguir ese camino. Pasaron algunos años antes que esa decisión e invitación fuera definitiva. Fueron años con éxitos y alegrías, pero también de fracasos, de fragilidad y de pecado. 60 años en la vía del Señor, atrás de Él, siempre con Él”.
Y les preguntó a los jóvenes. “¿Por qué. porque me siento Tarzán que va adelante? No, porque también en los momentos más oscuros, del pecado, del fracaso he mirado a Jesús y nunca me ha dejado solo. Confiemos en Jesús, Él no nos desilusiona nunca, es un amigo fiel, este es mi testimonio. Vayan adelante”.
Y les recomendó: “Nunca dejen de ponerse en juego” y añadió “nunca lamentaciones, desánimo. Y nunca, nunca ir a comprar consolación de muerte, e ir adelante con Jesús. Él no nos desilusiona, y nos lleva siempre adelante”. Y concluyó: “Recen por mí, y que la Virgen les acompañe”.
Al concluir el encuentro con los jóvenes el santo padre fue al aeropuerto en donde partió de regreso a Roma y al Vaticano.