El obispo Francesco Ravinale, obispo de Asti, ha celebrado la eucaristía esta mañana en Rímini en el encuentro de responsables de la Renovación Carismática en Italia, y ha indicado que a la luz de la vida eterna, resuena en toda su potencia la pregunta de Jesús: ¿De qué le sirve al hombre ganar incluso todo el mundo si después pierde la propia vida?
También ha reflexionado que «no podemos ignorar que a menudo los obstáculos más grandes para la misión vienen dentro de la Iglesia, porque a veces son débiles el fervor, la alegría, la valentía, la esperanza en el anunciar a todos el mensaje de Cristo y en el ayudar los hombres de nuestro tiempo a encontrarlo». Y ha añadido que «a veces todavía se cree que llevar la verdad del Evangelio sea hacer violencia contra la libertad. Sobre todo, el gran escándalo que aleja del acoger la fe es el triste espectáculo de la división entre los cristianos».
Por eso es importante, ha comentado el obispo, recordar el deseo de Jesús, expresado en el Evangelio de san Juan «que todos sean una sola cosa para que el mundo crea» y comprometernos a realizar ese testimonio de comunión que hace posible la fe de los hermanos». Pero ser una sola cosa no es fácil, ha subrayado el prelado de Asti. Por eso, «se debe continuamente superar las tentaciones de discutir sobre quién es el más grande», y ha añadido que «es necesaria una gran fe en el Espíritu Santo que es el Señor y suscita diferentes manifestaciones, diferentes carismas, del cual el más grande es la caridad».
Y sobre todo es necesario la firme voluntad de perdonar setenta veces siete, imitando a Jesús, ha afirmado el obispo Ravinale.
En relación a este aspecto, monseñor Ravinale ha sugerido a los presente instrumentos favorables para la unidad que invita al mundo a creer: el buen sentido y la capacidad de ir más allá de los contrastes, los desacuerdos; la humildad y el no pretender demasiadas atenciones hacia nosotros mismos; el saber mantener inalterable la serenidad y el equilibro en situaciones complicadas.
Para finalizar la homilía, el obispo ha invitado a los asistentes al Congreso a dar el primer paso cuando se tiene el corazón herido con alguien. «No dejarnos vencer por las divisiones, más bien disolver las tensiones con la fuerza de la bondad (que es una fuerza y no una debilidad) y sepamos retomar el diálogo con amor, conscientes que no es importante ser entendidos sino entender, ser amor sino amar». Solo así podremos, ha concluido, «ser una sola cosa para que el mundo crea».