La misionera de las Hermanas de Nuestra Señora de la Consolación, Inmaculada Vírseda Olivas, ha escrito a las Obras Misionales Pontificias de España desde Cebú en Filipinas. En su misiva, la religiosa agradece todas las muestras de cercanía con el pueblo filipino y los misioneros que les acompañan. “Gracias por su recuerdo y su oración”, señala.
Por otra parte, reconoce que en su comunidad sienten “mucha pena y mucha impotencia” por las dramáticas consecuencias que el tifón Haiyán ha provocado a su paso por la región central de Filipinas. “No podemos hacer nada, más que rezar”, añade.
“Aquí estamos bien”, prosigue sor Inmaculada. Por este motivo, “le damos gracias a Dios por la vida, por la nuestra, por la de nuestros niños… Como dice aquí la gente que lo ha perdido todo: pero estamos vivos”. La vida, reconoce, “es el gran regalo de Dios cada día, y ya nos hemos acostumbrado y no lo valoramos”. “Sólo nos damos cuenta –lamenta– cuando vemos tanta muerte a nuestro alrededor”.
“Ahora –denuncia– los pobres son noticia por la gran catástrofe que estamos viviendo”. Pero, en el día a día, “los pobres no son noticia”. “Junto a estos queremos permanecer y vivir en el nombre de Jesús”, subraya.
Y es que, “la mayor riqueza” que pueden dar los misioneros a las personas que viven en la más absoluta miseria es “la fe en Jesús”. Y concluye: “Esa es la fe que da fortaleza a esta gente en estos momentos”.
(RED/IV)