Filipinas: "La lucha interior por vivir, no sólo sobrevivir, es fuerte"

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Entrevista a la provincial en Filipinas de la congregación Hijas de Jesús sobre lo vivido los días del tifón y cuenta el periodo actual

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En Filipinas, hay 15 comunidades de la congregación Hijas de Jesús con dedicación apostólica según el contexto y realidad concreta de cada una: colegios, casa de ejercicios, presencias en zonas rurales y semi-urbanas acompañando a la gente pobre y necesitada en la vida, etc. En estos días, la tarea se ha focalizado en una labor, la asistencia a las víctimas del tifón.

Georgita Hormillosa fi, provincial de Índico Pacífico de dicha congregación, ha contado a ZENIT cómo vivieron en primera persona los días del tifón y cómo se vive ahora el periodo de recuperación y los esfuerzos por volver a la normalidad.

Las Hijas de Jesús de Panay inmediatamente hicieron una “campaña” para dar los primeros recursos: cosas de comer, ropa y agua para beber. Después respondieron con ayuda solidaria las hermanas de todas partes del mundo donde están. FASFI, la fundación solidaria Hijas de Jesús, respondió enseguida. «Por nuestra parte, ha sido una movilización de personas y recursos  en colaboración con la iglesia local, nuestros colegios y comunidades religiosas del país. Hasta ahora estamos en las ‘operaciones de asistencia’ a las victimas», cuenta la religiosa.

Del mismo modo explica que «en todo el país, la Asociación de superiores/as Mayores de Filipinas en colaboración con las organismos eclesiales (principalmente Cáritas) y civiles, está en medio del programa de recuperación y ayuda psicológica a las víctimas. Miles y miles de familias no tienen casas y esperamos que el gobierno haga lo posible para aligerar un poco el sufrimiento y dolor».

Desde la perspectiva de la fe, la hermana Georgita afirma que «puedo decir que en general no hay falta de esperanza en el pueblo filipino.  La lucha interior por vivir – no solo sobrevivir – es fuerte, la solidaridad entre las mismas familias victimas del tifón es admirable. Nuestras comunidades, en colaboración con la iglesia local y asociaciones civiles estamos metidas en esta lucha. Es una gran oportunidad de poner en práctica lo que la Determinación de nuestra última Congregación General nos pide: “Buscando más el provecho de los prójimos” .

Cuenta la hermana que «el día 6 de noviembre, yo estaba en Estancia haciendo la visita a la comunidad cuando llegó el aviso por medio de la televisión de que todas las provincias de Panay estaban bajo el riesgo número 4 – el máximo es numero 5 – del super tifón Yolanda (el nombre internacional es Haiyan), con la instrucción de alejarnos de las playas por el riesgo de tsunami. Como filipinos, estamos acostumbradas a los tifones (este año hubo 24 ya antes de Yolanda) pero nadie podía pensar en la ferocidad de este tifón. Aunque el presidente del país  habló por la televisión sobre la posible consecuencia de un super tifón, la reacción fue una de cuidado, normalidad, sin ansias».

Y continúa recordando: «el día 7 empezó una lluvia normal aunque se sintió el cambio en el ambiente, que continuó hasta el día siguiente: lluvias intermitentes con ráfagas. Todas estábamos frente a la televisión, siguiendo las noticias y la tarde pasó muy normal todavía, hasta que se nos fue la luz y se notaba el aumento en la fuerza del viento y de la lluvia toda la noche».

La religiosa explica que escucharon por la radio la hora del paso del tifón en Panay – a las dos de la tarde del día 9, con una trayectoria que iba a golpear la parte norte de Panay; en una palabra, Estancia estaba directamente en la trayectoria. «Con esa noticia yo decidí ir a Maasin, que era la siguiente comunidad en la que tenía que hacer la visita, y a las 5:30 de la mañana salimos de viaje. Las hermanas que me llevaron a Maasin -3 horas de viaje- no podían volver a Estancia, y durmieron en Iloilo City», recuerda.

El tifón pasó por Maasin pero no tan feroz como en Estancia, hubo rachas de hasta 120 Km/h según las noticias. «Se puede imaginar el miedo mientras las estructuras empezaron a caer, volar, romperse…», explica. Asimismo, añade que «las primeras reacciones después del tifón fueron de incredulidad, desesperación, confusión, temor y más adelante, mucha gente entró en estado ‘shock’, era muy difícil comprender lo que estaba pasado».

La destrucción en Panay, especialmente en la parte norte es vasta. «No se sabe cuándo va a normalizarse la situación, en particular la restauración de la vida normal de la gente. En el caso de nuestro colegio St. Cándida School -Estancia- las reparaciones van a durar hasta el fin del año, esperando que las clases retomen su ritmo normal en enero», nos explica la provincial.

La Congregación de las Hijas de Jesús llegó a Filipinas en 1932, en la primera fundación en la isla de Panay, dentro de la división geográfica del país que se llama Visayas Oeste. Panay está compuesta por 4 provincias: Iloilo, Capiz, Antique y Aklan. 

Las primeras hermanas vivieron en el pueblo de Pototan (provincia de Iloilo), y más adelante, se estableció el Colegio de la Inmaculada Concepción (de infantil hasta secundaria). Desde ahí, la congregación, buscando los pueblos más necesitados de nuestras escuelas, fundó colegios en Panay: uno en la ciudad de Iloilo, uno en la isla de Guimaras, uno en el pueblo rural de Maasin y otro en la parte norte de Iloilo que es Estancia.

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Staff Reporter

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