Medio millar de integrantes de las distintas fundaciones emprendidas por el fundador español Fernando Rielo (Madrid, 1923 – Nueva York, 2004), provenientes de distintos puntos de Italia (Turín, Génova, Milán, Bologna, Fucecchio, Arpino, Atessa, Terni, Busseto, Roma), se dieron cita ayer tarde, día 7 de diciembre, en la basílica romana de Sant’Andrea della Valle para asistir a la celebración eucarística que tenía lugar con motivo del noveno aniversario de su tránsito, que se produjo en Nueva York el 6 de diciembre de 2004.
En el acto presidido por el cardenal Ruini, que lo conoció en vida y fue a visitarle a Nueva York en 1999, concelebraron el presidente de los misioneros identes, padre Jesús Fernández, el superior general de los teatinos, padre Valentín Arteaga y otros sacerdotes identes y amigos. En su homilía el cardenal Ruini recordó que Fernando Rielo había querido «como san Pablo vivir a Cristo, e identificarse con él», subrayando que no solo «había amado a Cristo con todo su ser, sino que había deseado intensamente que todos lo conociesen y que lo amasen». Y precisó que «por esto ha sufrido, porque veía en realidad que muchos no lo conocían y eran indiferentes hacia Él». Recordó también cómo al inicio de la fundación, surgida en Tenerife el año 1959, Rielo puso sobre su mesa de trabajo el Evangelio «creando a su alrededor ocasiones de apostolado», de modo que «muchas personas se convirtieron, volvieron a la Iglesia y a los sacramentos». Por efecto de ese celo apostólico «nacieron los primeros misioneros y se inició el Instituto idente». Dirigiéndose a los presentes, manifestó: «vosotros misioneros y misioneras, amigos, aquí en Italia, pero también en todo el mundo, sois el signo de la fecundidad del carisma de vuestro fundador». Concluyó afirmando: «El carisma de Fernando Rielo, que él os ha confiado, expresa aquella plena sintonía con la Iglesia y con el papa, que vuestro fundador ha siempre buscado y querido».
El día anterior se había celebrado otra misa en la cripta de la catedral de la Almudena de Madrid, donde reposan los restos de este fundador español. Y el P. Jesús Fernández, presidente de los misioneros identes que ofició junto a otros concelebrantes, recordó que Fernando fue «un hombre que transmitió luz, confianza, cercanía […]. Estaba siempre escondido del mundo, pero muy presente en las cosas de Dios […]. Era amante de la Sagrada Familia, de la santidad y del buen gusto […]. Solo tenía una ambición: Dios en su corazón. Vivía una intimidad con las personas divinas, con María y con José». Dijo también que Fernando tenía alma sacerdotal, que no se ordenó por una serie de circunstancias, pero que fue promotor del sacerdocio dentro de su fundación».
Ese mismo día 6 en la catedral de San Patricio de Nueva York, el obispo auxiliar de la archidiócesis, Mons. Josu Iriondo, que presidió la celebración eucarística, resaltó la importancia de la mística de Fernando Rielo –al que denominó «uno de los profetas del siglo XX»–, con estas palabras: «Fue un hombre erudito, pero su ciencia no provenía de los libros sino de su interior», añadiendo que «los místicos no tienen miedo de decir lo que ven y lo que viven» porque el Señor los acompaña místicamente en el camino de la vida, llevándolos a una seguridad. Pero «esta experiencia íntima difícilmente se expresa con lenguaje humano, de manera que Fernando recurrió a la poesía mística que supera la forma humana de expresión». «Fernando Rielo puso en marcha su pensamiento desde dentro, sin caer en el dualismo de sujeto-objeto». Aseguró también que «la incomprensión de un místico puede ser enorme, pero sus decisiones siempre serán seguras».
En las fundaciones identes establecidas en cuatro continentes se han estado oficiando misas estos días conmemorando este noveno aniversario del tránsito de su fundador. Una de ellas tuvo lugar el pasado 1 de diciembre en la ciudad de Quito, Ecuador, en el auditorio del edificio Tenerife. Fue oficiada por el superior general de los misioneros identes, P. Luís Casasús, quien, entre otras cosas, resaltó la grandeza humana y espiritual de Fernando Rielo, recordando que había dicho a sus hijos que se acercaran a las personas con delicadeza «como los pajaritos y no como elefantes», que imitaran a Cristo en el trato que tuvo hacia la mujer pecadora, «que no miró sus pecados sino su fe».